2 Reyes 6:15-17
“Y se levantó de mañana y salió
el que servía al varón de Dios, y he aquí el ejército que tenía sitiada la
ciudad, con gente de a caballo y carros. Entonces su criado le dijo: ¡Ah, señor
mío! ¿qué haremos? El le dijo: No tengas miedo, porque más son los que están
con nosotros que los que están con ellos. Y oró Eliseo, y dijo: Te ruego, oh
Señor, que abras sus ojos para que vea. Entonces el Señor abrió los ojos del
criado, y miró; y he aquí que el monte estaba lleno de gente de a caballo, y de
carros de fuego alrededor de Eliseo”.
En nuestras vidas encontramos
muchas situaciones que tienden a debilitar nuestra fe. Las presiones y las
ansiedades sobrecargan nuestras mentes y no permiten que podamos ver las cosas
que Dios está haciendo. Una de las metas del enemigo es lograr que el hombre se
concentre en las dificultades que le rodean. Es fácil ver los problemas, pero
sólo los que confían en Dios pueden ver la solución detrás de los problemas, y
sentir la paz del Señor.
El pasaje de hoy nos narra acerca
de una difícil situación en la que se encontraba el profeta Eliseo. El rey de
Siria, que estaba en guerra con Israel, había mandado a prenderlo y su gran
ejército con sus carros y gente a caballo tenía rodeada la ciudad de Dotán
donde estaba el profeta. No parecía que hubiese escapatoria alguna, sin
embargo, Eliseo pudo ver más allá de las circunstancias, y estaba tranquilo y
confiado. Con sus ojos espirituales fue capaz de ver lo que su criado no podía
ver. Por eso lo calmó diciéndole: “No tengas miedo, porque más son los que
están con nosotros que los que están con ellos”. Entonces le pidió a Dios que
abriera los ojos del criado, y este pudo ver lo que antes no veía. En medio de
la difícil situación, Eliseo clamó a Dios y el Señor respondió a su clamor. Y
el resultado final fue una victoria para el pueblo de Israel. En Jeremías 33:3
Dios nos dice: “Clama a mí, y yo te responderé, y te enseñaré cosas grandes y
ocultas que tú no conoces” Esta promesa se cumple cada vez que clamamos al
Señor con la absoluta confianza de que él está atento a nuestra necesidad, y
tiene el poder para resolverla por grande que esta sea.
El apóstol Pablo estaba muy conciente
de la importancia tan grande que tiene la visión espiritual en los creyentes, y
en su carta a los Efesios les dice: “No ceso de dar gracias por vosotros,
haciendo memoria de vosotros en mis oraciones, para que el Dios de nuestro
Señor Jesucristo, el Padre de gloria, os dé espíritu de sabiduría y de
revelación en el conocimiento de él, alumbrando los ojos de vuestro
entendimiento, para que sepáis cuál es la esperanza a que él os ha llamado, y
cuáles las riquezas de la gloria de su herencia en los santos” (Efesios
1:16-18). A medida que nos acercamos más al Señor, buscando su rostro, leyendo
su palabra y orando diariamente, la luz redentora de Cristo alumbrará los ojos
de nuestro entendimiento y podremos ver cosas que antes no veíamos. Jesús les
dijo a sus discípulos: "Bienaventurados los ojos que ven lo que vosotros
veis. Porque os digo que muchos profetas y reyes desearon ver lo que vosotros
veis, y no lo vieron; y oír lo que oís, y no lo oyeron" (Lucas 10:23-24).
Este es el resultado de una vida de comunión con el Señor.
En una ocasión, el gran pintor
inglés Joseph Turner se encontraba pintando uno de sus famosos paisajes, cuando
se le acercó una mujer y le preguntó: “¿Por qué pone colores tan extravagantes
en sus cuadros? Nunca veo nada así en la naturaleza”. “¿Y no le gustaría verlo,
señora?” – le contestó él. Esa respuesta fue suficiente. Él era capaz de ver lo
que ella no podía ver. De la misma forma, los que han creído y han aceptado a
Jesucristo como Salvador, y son fieles a sus enseñanzas pueden ver muchas
verdades espirituales que los incrédulos sencillamente no pueden reconocer.
Cuando leas la Palabra
de Dios, medita en ella, y pide al Señor, como el apóstol Pablo, que te “dé
espíritu de sabiduría y de revelación en el conocimiento de él”. Al igual que
el salmista debemos siempre pedir a Dios: “Abre mis ojos, y miraré las
maravillas de tu ley” (Salmo 119:18).
ORACIÓN:
Padre amado, ¡cuánto anhelo ver las cosas que tú tienes para mí! Por
favor, dame espíritu de revelación y sabiduría, y abre mis ojos espirituales
para que yo pueda ver tus maravillas aún en medio de las pruebas de esta vida,
y pueda, por fe, vivir una vida de victoria. En el nombre de Jesús, Amén.
“Gracia y Paz”
Dios te Habla
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