Salmo 103:13
“Como el padre se compadece de
los hijos, se compadece Jehová de los que le temen”.
Cuando se trata de historias de
amor, ternura y cuidado, una inmensa mayoría se refieren al amor maternal. La
madre es siempre la imagen de un amor tierno y delicado. ¡Cuántas veces nos ha
conmovido un cuadro o una foto de una madre apretando dulcemente a su bebé
contra su pecho! Pero, ¿qué diremos del amor y la ternura de nuestro Padre
celestial? No podemos olvidar las numerosas veces que la Biblia afirma que Dios es
“misericordioso y compasivo”. Pues bien, en hebreo la palabra “misericordioso”
se deriva del vocablo “rehem”, que significa “seno, útero materno”, lo que quiere
decir que Dios nos ama con la ternura que experimenta una madre que siente al
niño moverse en su vientre. Y todavía más, aun cuando una madre dejara de amar
a su hijo, Dios nunca dejará de amarnos. Así lo dice el Señor en Isaías 49:15:
“¿Puede una madre olvidar a su niño de pecho, y dejar de amar al hijo que ha
dado a luz? Aun cuando ella lo olvidara, ¡yo no te olvidaré!”
Los Salmos nos recuerdan
constantemente que la misericordia de Dios es grande, que es para siempre, que
“es desde la eternidad y hasta la eternidad”. En griego, la palabra
misericordia proviene del vocablo “misere cordis dare”. “Cordis” es corazón,
“dare” es dar y “misere” es mísero o miseria. En otras palabras, “misere cordis
dare” es “sacarse el corazón y dárselo a un miserable”. Esto fue exactamente lo
que Dios hizo al entregar a su Hijo para que muriera por un mundo que le había
dado la espalda y ofrecernos la salvación de nuestras almas. Romanos 5:8 dice:
“Mas Dios muestra su amor para con nosotros, en que siendo aún pecadores, Cristo
murió por nosotros”. En este sublime acto se nos ha manifestado el amor, la
ternura, la paciencia, la fidelidad de un Dios que nos ama sin medida.
En su vida terrenal, Jesús mostró
compasión por los pobres, los niños, las mujeres, los enfermos, los pecadores y
por aquellos que eran despreciados y rechazados por la sociedad. Marcos 6:34
dice que “salió Jesús y vio una gran multitud, y tuvo compasión de ellos,
porque eran como ovejas que no tenían pastor”. Jesús comió con los publicanos,
se relacionó con personas de dudosa moralidad, se acompañó incluso de
prostitutas. Ante quienes le reprochaban su comportamiento, declaraba que esa
es la manera de actuar de Dios, que hace llover sobre buenos y malos y hace
salir el sol sobre justos e injustos, que hace fiesta en el cielo por cada
pecador arrepentido, que está siempre dispuesto a buscar la oveja descarriada,
que no nos trata como merecen nuestras culpas ni nos paga conforme a nuestros
pecados.
En Mateo 23:37 podemos imaginar a
Jesús gimiendo al sentir un gran pesar por Jerusalén, a semejanza de un padre
que agoniza de dolor cuando un hijo se extravía: “¡Jerusalén, Jerusalén, que
matas a los profetas, y apedreas a los que te son enviados! ¡Cuántas veces
quise juntar a tus hijos, como la gallina junta sus polluelos debajo de las
alas, y no quisiste!” Y Zacarías 2:8 dice: “Porque así ha dicho Jehová de los
ejércitos: Tras la gloria me enviará él a las naciones que os despojaron;
porque el que os toca, toca a la niña de su ojo”. El ojo es probablemente el
órgano de nuestro cuerpo que protegemos más celosamente. La niña, es decir, la
pupila es la parte más delicada y sensible del ojo, la que siente más
agudamente el más mínimo contacto exterior. Y la palabra de Dios nos dice que
el que nos toca a nosotros, “toca a la niña de su ojo”.
¿Puedes imaginar un amor y un
cuidado más tierno? Si deseas sentirlo en tu vida, busca la presencia del Señor
cada día, leyendo su Palabra, meditando en ella, pasando tiempo de oración y
comunión intima con él. De esta manera vas a experimentar de una manera
profunda su amor, su cuidado, su protección y su ternura.
ORACIÓN:
Mi amoroso Padre celestial,
¡cuántas agradecido estoy por tu gran amor manifestado en la entrega de tu Hijo
Jesús por la salvación de mi alma! Te ruego me ayudes a valorar ese inmenso
sacrificio y a corresponder a él por medio de mi obediencia a tu palabra. Te lo
pido en el nombre de Jesús, Amén.
“Gracia y Paz”
Dios te Habla
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