Mateo 14:28-31
“Entonces le respondió Pedro, y
dijo: Señor, si eres tú, manda que yo vaya a ti sobre las aguas. Y él dijo:
Ven. Y descendiendo Pedro de la barca, andaba sobre las aguas para ir a Jesús.
Pero al ver el fuerte viento, tuvo miedo; y comenzando a hundirse, dio voces,
diciendo: ¡Señor, sálvame! Al momento Jesús, extendiendo la mano, asió de él, y
le dijo: ¡Hombre de poca fe! ¿Por qué dudaste?”
Mientras Pedro mantuvo su mirada
fija en Jesús pudo caminar perfectamente sobre las aguas. Pero tan pronto dudó
y apartó su mirada del Maestro, comenzó a hundirse. Eso es exactamente lo que
nos pasa a nosotros en muchas ocasiones; apartamos la mirada del Señor, nuestra
fe flaquea, dudamos y nos hundimos en la desesperación. La duda es un
sentimiento destructivo. Nos llena de incertidumbre, hace que actuemos con
inseguridad, y afecta nuestra capacidad de acercarnos a Dios y recibir su
sabiduría y su poder para actuar en circunstancias difíciles. ¿Cómo, pues,
podemos eliminar las dudas? Las dudas desaparecen de nuestras vidas cuando
creemos de todo corazón las siguientes verdades:
Primera: Dios nos ama siempre, en
todas las circunstancias. Nos resulta fácil creer esto cuando pensamos que nos
estamos “portando bien”, pero no cuando estamos concientes de que hemos sido
desobedientes. Sin embargo, debemos estar seguros que el amor de Dios es
incondicional, pues aun cuando estábamos muertos en nuestros pecados, Cristo
dio su vida por nosotros. Esto afirma Romanos 5:8: “Mas Dios muestra su amor
para con nosotros, en que siendo aún pecadores, Cristo murió por nosotros”.
Segunda: Los que hemos aceptado a
Jesucristo como nuestro salvador, hemos recibido “la adopción de hijos de
Dios”, dice Gálatas 4:5. ¡Qué maravilloso que el Dios de todo poder nos
considere sus hijos y que podamos contar con su infinito amor siempre! Así
continúa diciendo Romanos 5:9: “Pues mucho más, estando ya justificados en su
sangre, por él seremos salvos de la ira”. Dios ha perdonado nuestra
desobediencia. El sacrificio de Cristo en la cruz del Calvario nos justificó y
nos reconcilió con nuestro Padre celestial. Y aun cuando fallamos y caemos, “si
confesamos nuestros pecados, él es fiel y justo para perdonar nuestros pecados,
y limpiarnos de toda maldad”, dice 1 Juan 1:9.
Tercera: Mientras estemos en este
mundo Cristo es el intermediario perfecto para llevar todas nuestras cargas y
necesidades al único que puede suplirlas plenamente. Si él sufrió horriblemente
en la cruz al dar su vida por nosotros, no debemos tener la más mínima duda de
que cuando nos llegamos a él humildemente, nos recibirá y suplirá nuestras
necesidades de todo tipo, y llenará nuestra alma de esa preciosa paz “que
sobrepasa todo entendimiento”. Hebreos 4:15-16 nos anima de la siguiente
manera: “Acerquémonos, pues, confiadamente al trono de la gracia, para alcanzar
misericordia y hallar gracia para el oportuno socorro”.
Por todo esto debemos tener la
completa seguridad de que podemos llegarnos a nuestro Padre celestial con toda
confianza, sin temor, sin dudas de ningún tipo y clamar a él por su ayuda en
medio de nuestra necesidad. Jesús advirtió a sus discípulos: “En el mundo
tendréis aflicción; pero confiad, yo he vencido al mundo” (Juan 16:33). No
podemos evitar los problemas y las aflicciones, pero si confiamos en el Señor,
él nos ayudará a salir victoriosos. Tengamos siempre presente lo que dice su
Palabra: “Si permanecéis en mí, y mis palabras permanecen en vosotros, pedid
todo lo que queréis, y os será hecho” (Juan 15:7).
Hazte el propósito de leer la Biblia todos los días,
medita en ella, ora. Rechaza toda duda. Mantén tus ojos fijos en el Señor y
recuerda siempre que él estará contigo todos los días hasta el fin del mundo.
ORACIÓN:
Bendito Dios, te ruego aumentes
mi fe, y me ayudes a echar de mí toda duda que intente robarme la paz y la
seguridad de que tú estás en control. Te lo pido en el nombre de Jesús, Amén.
“Gracia y Paz”
Dios te Habla
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