Apocalipsis 21:1-6
“Vi un cielo nuevo y una tierra
nueva; porque el primer cielo y la primera tierra pasaron, y el mar ya no
existía más. Y yo Juan vi la santa ciudad, la nueva Jerusalén, descender del
cielo, de Dios, dispuesta como una esposa ataviada para su marido. Y oí una
gran voz del cielo que decía: He aquí el tabernáculo de Dios con los hombres, y
él morará con ellos; y ellos serán su pueblo, y Dios mismo estará con ellos
como su Dios. Enjugará Dios toda lágrima de los ojos de ellos; y ya no habrá
muerte, ni habrá más llanto, ni clamor, ni dolor; porque las primeras cosas
pasaron. Y el que estaba sentado en el trono dijo: He aquí, yo hago nuevas
todas las cosas. Y me dijo: Escribe; porque estas palabras son fieles y verdaderas.
Y me dijo: Hecho está. Yo soy el Alfa y la Omega , el principio y el fin. Al que tuviere sed,
yo le daré gratuitamente de la fuente del agua de la vida”.
Una persona sabia se preparará
para lo inevitable. Y lo más inevitable en el mundo es nuestro fallecimiento
físico. No fuimos creados para vivir para siempre en nuestros cuerpos
terrenales; somos seres eternos con propósitos eternos. Con un resultado tan
seguro, sería sabio pasar el tiempo en la Tierra preparándonos para el futuro en la
eternidad.
¿Has puesto tu fe en Jesucristo
como tu Salvador? Si es así, entonces puedes estar seguro de que pasarás la
eternidad con Él en el cielo. Sin embargo, ¿qué haremos cuando lleguemos allá?”
A pesar de las descripciones habituales de la vida venidera, no estaremos
sentados en las nubes tocando arpas, pues nos aguarda un futuro emocionante.
Alabaremos
a Dios. Si tu estuviste alguna vez enamorado apasionadamente de alguien,
probablemente recordarás lo difícil que le era pensar en alguna otra cosa. En
cierto modo, así es como veremos a Dios en el cielo: como nuestra máxima fuente
de amor y compañía. Nuestra relación con Él superará cualquier “sentimiento” de
amor que hayamos experimentado jamás. Mucho más que un simple sentimiento, será
el fruto de una unión totalmente perfecta con nuestro Padre celestial.
Brillaremos
para Dios. En el cielo, las limitaciones terrenales serán eliminadas,
permitiendo que la gloria de Dios brille en cada creyente (Mt 13.43).
Reinaremos
con Dios. ¿Entiendes cuán valioso eres tu para tu Creador? Romanos 8:16,
17 nos dice que no solo somos hijos de Dios, sino también coherederos con
Cristo. Esto significa que seremos parte de todo lo que el Padre ha designado
para su Hijo.
El cielo es una realidad, y en Juan
14:6, Jesús dijo que solamente hay una manera de llegar allá: Por medio de Él.
“Gracia y Paz”
Meditación Diaria
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