Existe una famosa frase que dice:
“Dios aborrece el pecado, pero ama al pecador”. Este dicho es conocido entre
los impíos, pero también es predicado por muchos que se hacen llamar
“cristianos”. Pero ¿tal declaración proviene de las Escrituras? De ninguna
manera. Tal dicho vino del corazón de un hombre que no conocía a Dios, no
proviene de las Santas Escrituras, es decir, no proviene de la boca de Dios.
Lo que las Escrituras enseñan es
que Dios es Santo y tan limpio de ojos que no puede mirar con favor el mal
(Habacuc 1:13). Por lo tanto, el malo no puede habitar junto a Dios. ¿Por qué?
Porque El no es un Dios que se complace en la maldad. Los insensatos no estarán
delante de sus ojos. El Dios de las Escrituras aborrece a todos los que hacen
iniquidad. El destruirá a todos los que hablan mentira. Dios abomina al hombre
sanguinario y engañador (Salmo 5:4-6), o como dice nuestro Proverbios 11:20;
“Abominación son a Jehová los perversos de corazón; Más los perfectos de camino
le son agradables”.
El Salmo 7:11 dice claramente que
Dios está airado contra el impío, es decir, contra el pecador todos los días.
¿Esto significa que Dios es cruel? De ninguna manera. El Salmo enseña que la
razón por la cual Dios abomina al pecador es porque El es Justo. Dios es juez
justo, por lo tanto, abomina al pecador. Esto no se trata de crueldad, sino de
plena justicia. ¿Cómo Dios no se va airar al ver que Su Santa voluntad es
quebrantada todos los días?
Algunos han llegado a decir que
eso es verdad en el Antiguo Testamento, pero que en el Nuevo Testamento vemos a
un Dios diferente. ¿Será eso cierto? ¿Será cierto que Dios ha cambiado? La
respuesta es No. Juan 3:36 dice: “El que cree en el Hijo tiene vida eterna;
pero el que rehúsa creer en el Hijo no verá la vida, sino que la ira de Dios
está sobre él”. Efesios 5:3-6 dice: “Pero fornicación y toda inmundicia, o
avaricia, ni aun se nombre entre vosotros, como conviene a santos; ni palabras
deshonestas, ni necedades, ni truhanerías, que no convienen, sino antes bien
acciones de gracias. Porque sabéis esto, que ningún fornicario, o inmundo, o
avaro, que es idólatra, tiene herencia en el reino de Cristo y de Dios. Nadie
os engañe con palabras vanas, porque por estas cosas viene la ira de Dios sobre
los hijos de desobediencia”.
Entonces, la verdad de que Dios
abomina al perverso de corazón, no solo es una verdad en el Antiguo Testamento,
sino que también es verdad en el Nuevo Testamento. Esto se debe a que Dios es
el mismo ayer, hoy y siempre, Dios es inmutable, El no cambia.
Dios abomina a los perversos de
corazón, pero Su agrado está sobre los perfectos de camino. Pero ¿Quiénes son
perfectos de camino, si todos nos hemos descarriado? Solo uno, Jesucristo el
Justo. Ante El los cielos se abrieron y el Padre dio la siguiente declaración:
“Este es mi Hijo amado, en quien tengo complacencia” (Mateo 3:17). Sobre
Jesucristo estaba el eterno y completo agrado del Padre. Pero El, en la cruz
del calvario fue abandonado por su Padre (Mateo 27:46). ¿Por qué? Porque
Jesucristo estaba llevando la maldad de su pueblo para que todos aquellos que
crean en El sean justificados. Eso significa que todos aquellos que están en
Cristo, ahora, por El, son declarados perfectos de camino, y el agrado pleno
del Padre está sobre ellos. De tal manera que el mismo amor que estaba sobre el
Hijo Jesucristo, es el mismo amor que está sobre aquellos que Él ha justificado
(Juan 17:26).
La evidencia más clara que Dios
es justo y abomina al pecador es la
Cruz de Jesucristo. El Padre aplastó a su Hijo Jesucristo
porque El fue hecho pecado por nosotros, fue hecho maldición por nosotros. La Cruz es la plena
manifestación de la justicia de Dios (Romanos 3:25). La Cruz no está para que
sintamos lastima por Jesús, sino para que conozcamos y temblemos ante el Dios
de las Santas Escrituras, por esa razón el Señor, en el camino a la
crucifixión, le dijo a las mujeres que lloraban: “Hijas de Jerusalén, no
lloréis por mí, sino llorad por vosotras mismas y por vuestros hijos… Porque si
en el árbol verde hacen estas cosas, ¿en el seco, qué no se hará?” (Lucas
23:28, 31).
Roguemos al Señor para que nos
siga limpiando de aquella falsa imagen de un dios que nos hemos hecho, pero que
no es el Dios de las Escrituras. Roguemos al Señor para que nos siga mostrando
Su Gloria.
“El Dios de dioses, Jehová, ha
hablado, y convocado la tierra, Desde el nacimiento del sol hasta donde se
pone. De Sion, perfección de hermosura, Dios ha resplandecido. Vendrá nuestro
Dios, y no callará; Fuego consumirá delante de él, Y tempestad poderosa le
rodeará. Convocará a los cielos de arriba, Y a la tierra, para juzgar a su
pueblo. Juntadme mis santos, Los que hicieron conmigo pacto con sacrificio. Y
los cielos declararán su justicia, Porque Dios es el juez. Oye, pueblo mío, y
hablaré; Escucha, Israel, y testificaré contra ti: Yo soy Dios, el Dios tuyo.
No te reprenderé por tus sacrificios, Ni por tus holocaustos, que están
continuamente delante de mí. No tomaré de tu casa becerros, Ni machos cabríos
de tus apriscos. Porque mía es toda bestia del bosque, Y los millares de
animales en los collados. Conozco a todas las aves de los montes, Y todo lo que
se mueve en los campos me pertenece. Si yo tuviese hambre, no te lo diría a ti;
Porque mío es el mundo y su plenitud. ¿He de comer yo carne de toros, O de
beber sangre de machos cabríos? Sacrifica a Dios alabanza, Y paga tus votos al
Altísimo; E invócame en el día de la angustia; Te libraré, y tú me honrarás.
Pero al malo dijo Dios: ¿Qué tienes tú que hablar de mis leyes, Y que tomar mi
pacto en tu boca? Pues tú aborreces la corrección, Y echas a tu espalda mis
palabras. Si veías al ladrón, tú corrías con él, Y con los adúlteros era tu
parte. Tu boca metías en mal, Y tu lengua componía engaño. Tomabas asiento, y
hablabas contra tu hermano; Contra el hijo de tu madre ponías infamia. Estas
cosas hiciste, y yo he callado; Pensabas que de cierto sería yo como tú; Pero
te reprenderé, y las pondré delante de tus ojos. Entended ahora esto, los que
os olvidáis de Dios, No sea que os despedace, y no haya quien os libre. El que
sacrifica alabanza me honrará; Y al que ordenare su camino, Le mostraré la
salvación de Dios” (Salmo 50).
“Gracia y Paz”
Aprendiendo la Sana Doctrina
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