Juan 16:19-33
“Jesús conoció que querían
preguntarle, y les dijo: ¿Preguntáis entre vosotros acerca de esto que dije:
Todavía un poco y no me veréis, y de nuevo un poco y me veréis? De cierto, de
cierto os digo, que vosotros lloraréis y lamentaréis, y el mundo se alegrará;
pero aunque vosotros estéis tristes, vuestra tristeza se convertirá en gozo. La
mujer cuando da a luz, tiene dolor, porque ha llegado su hora; pero después que
ha dado a luz un niño, ya no se acuerda de la angustia, por el gozo de que haya
nacido un hombre en el mundo. También vosotros ahora tenéis tristeza; pero os
volveré a ver, y se gozará vuestro corazón, y nadie os quitará vuestro gozo. En
aquel día no me preguntaréis nada. De cierto, de cierto os digo, que todo
cuanto pidiereis al Padre en mi nombre, os lo dará. Hasta ahora nada habéis
pedido en mi nombre; pedid, y recibiréis, para que vuestro gozo sea cumplido. Estas
cosas os he hablado en alegorías; la hora viene cuando ya no os hablaré por
alegorías, sino que claramente os anunciaré acerca del Padre. En aquel día
pediréis en mi nombre; y no os digo que yo rogaré al Padre por vosotros, pues
el Padre mismo os ama, porque vosotros me habéis amado, y habéis creído que yo
salí de Dios. Salí del Padre, y he venido al mundo; otra vez dejo el mundo, y
voy al Padre. Le dijeron sus discípulos: He aquí ahora hablas claramente, y
ninguna alegoría dices. Ahora entendemos que sabes todas las cosas, y no
necesitas que nadie te pregunte; por esto creemos que has salido de Dios. Jesús
les respondió: ¿Ahora creéis? He aquí la hora viene, y ha venido ya, en que
seréis esparcidos cada uno por su lado, y me dejaréis solo; mas no estoy solo,
porque el Padre está conmigo. Estas cosas os he hablado para que en mí tengáis
paz. En el mundo tendréis aflicción; pero confiad, yo he vencido al mundo”.
Poco antes de su crucifixión,
Jesús dijo a sus seguidores que oraran en su nombre; en otras palabras, que
pidieran conforme a su voluntad. Señaló que la oración hecha así tiene poder: “…para
que todo lo que pidiereis al Padre en mi nombre, él os lo dé” (Juan 15:16). La
oración en el nombre de Cristo significa que tenemos…
Asociación
con el Salvador. Lo que hace posible que nos acerquemos a Dios mediante
la oración, es nuestra relación con Jesús. Cuando fuimos salvos, pasamos de ser
extraños y extranjeros, a hijos de Dios (Efesios 2:19). Nuestro Creador se ha
convertido en nuestro Padre celestial; y Él escucha nuestras peticiones porque
hemos pasado a ser miembros de su familia por la obra redentora de su Hijo. La
presencia del Espíritu de Cristo demuestra que somos suyos.
Acceso
al Padre celestial. La muerte de Jesús nos abrió el camino para tener
entrada inmediata a la presencia del Padre. Cuando Jesús consumó su obra al
hacer el sacrificio sacerdotal final (Hebreos 10:14), el velo del templo, que
impedía al hombre penetrar en el Lugar Santísimo, se rasgó en dos (Marcos 15:38).
Esto simbolizó la verdad espiritual de que ahora todos los que creen en Dios
tienen acceso a Él. Por medio del Espíritu Santo, tenemos el derecho de hablar
con Dios directamente, sin ningún intermediario humano (Efesios 2:18).
Jesucristo pagó en su totalidad
el castigo por nuestros pecados al morir en la cruz. El aceptar su muerte
expiatoria a favor nuestro, significa que tenemos ahora una nueva relación
familiar y libre acceso al Padre celestial. ¡Detengámonos ya, y demos gracias a
Dios por el increíble privilegio de la oración!
“Gracia y Paz”
Meditación Diaria
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