Filipenses 4:19, 20
“Mi Dios, pues, suplirá todo lo
que os falta conforme a sus riquezas en gloria en Cristo Jesús. Al Dios y Padre
nuestro sea gloria por los siglos de los siglos. Amén”.
Como creyentes, somos en verdad
ricos por las riquezas y la gracia que tenemos en Cristo. Hemos sido escogidos,
redimidos, justificados, unidos con Dios y hechos ciudadanos del cielo. Pero la
lista no termina aquí.
Jesús dijo a sus discípulos que
su partida era necesaria para que el tercer miembro de la Trinidad viniera a morar
en cada creyente (Juan 16:7). Cuando somos salvos, recibimos el Espíritu Santo,
que nos sella como hijos de Dios, nos consuela en nuestro dolor y nos enseña a
vivir rectamente.
Gracias a la obra santificadora
del Espíritu, nos asemejamos cada vez más a Jesús, lo cual es otra bendición
del Señor. Su Espíritu nos transforma a fondo y produce el fruto espiritual en
nuestra vida (Gálatas 5:22, 23). También nos capacita para decidir vivir
santamente y romper con los hábitos pecaminosos.
Otra bendición maravillosa que
tenemos los cristianos, es el acceso al trono de la gracia. Podemos entrar a la
presencia de Dios en cualquier momento, por medio de la oración y la adoración.
La resurrección y la glorificación son también tesoros que tendrán los hijos de
Dios. Así como el cuerpo de nuestro Salvador fue resucitado, también lo serán
nuestros cuerpos; en el cielo serán hechos perfectos, y estaremos libres de la
presencia del pecado por toda la eternidad.
La riqueza que tenemos en Cristo
sobrepasa cualquier cosa que ofrezca este mundo. No se deje seducir por la
mentalidad terrenal, que valora la comodidad y el placer más que todo lo demás.
Por el contrario, valore quién es usted en Cristo y lo que le ha sido dado. Si
lo hace, el gozo y la paz serán suyos.
“Gracia y Paz”
Meditación Diaria
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