Para este inicio de año la gente
piensa mucho en lo nuevo, traje nuevo, muebles nuevos, calzado nuevo. La
humanidad tiene una tendencia irresistible hacia lo nuevo, y llevados por esa
tendencia hay los que equivocadamente consideran a los verdaderos seguidores de
Cristo como gente anticuada, de mal gusto y ridícula, buenos para la primera
centuria de la era cristiana pero no para este siglo. Pero la verdad es otra,
nosotros los cristianos somos la gente de las cosas nuevas.
No necesitamos esperar un año
nuevo, ni estrenar un traje nuevo para gozar la sensación de lo nuevo; porque
nosotros mismos, todo nuestro ser, ha sido hecho nuevo. Vivimos en novedad de
vida, y nuestro hombre interior se renueva de día en día (2 Corintios 4:16). Igualmente
hay los que consideran la
Biblia como un libro anticuado, fuera de moda, pero la Biblia es un manantial de
cosas nuevas, en ella nosotros encontramos en primer lugar: noticias nuevas.
El mundo estaba perdido en el
laberinto del paganismo, con sus millares de dioses y semidioses, con sus
exigencias de sacrificios humanos, fundido en las tinieblas de la superstición
enseñada por los sacerdotes paganos a través de los siglos; odiosa cadena que
al ser arrastrada por los paganos, su eco siempre les hablaba de muerte, odio y
tortura. Los hebreos aunque habían recibido más luz, con todo sus rituales y
ceremonias les dejaban vacíos y necesitados, vivían bajo el pesado yugo de la
ley.
En la interminable sucesión de
siglos, el mundo pagano se aferraba a sus antiguas prácticas buscando la
salvación. Y el mundo hebreo se adhería a la letra de la ley, pero todo era
inútil. Mas una noche serena y hermosa el espacio resonó con nuevas noticias
para unos y para otros: “os ha nacido hoy, en la ciudad de David, un Salvador,
que es CRISTO el Señor” (Lucas 2:11). Y cuando estas noticias nuevas son
creídas y aceptadas, producen un nuevo nacimiento.
A causa del pecado la imagen de
Dios en el hombre fue desfigurada, el hombre está muerto en delitos y pecados,
se requiere un nuevo principio, una nueva creación, un nuevo nacimiento, a esto
se refería el Señor cuando dijo a Nicodemo: “El que no naciere de nuevo, no
puede ver el reino de Dios” (Juan 3:3). En este nuevo nacimiento, somos
engendrados de Dios por medio del Espíritu Santo. Este nuevo nacimiento
naturalmente se desarrolla en una nueva criatura.
Si la creación del primer hombre
fue la obra maestra de la creación, la regeneración o la nueva criatura es la
obra maestra de la eternidad. La multiforme sabiduría de Dios es notificada a
todo el universo por medio de los nacidos de nuevo, el que “está en Cristo,
nueva criatura es; las cosas viejas pasaron; he aquí todas son hechas nuevas” (2
Corintios 5:17).
Esta nueva criatura posee un
nuevo corazón. El corazón es el asiento de nuestras emociones, es el centro
mismo de nuestro ser, de allí nacen los instintos, por naturaleza el corazón es
engañoso y perverso (Jeremías 17:9). Cristo declaró que “del corazón de los
hombres, salen los malos pensamientos, lo adulterios, las fornicaciones, los
homicidios, los hurtos, las avaricias, las maldades, el engaño, las lascivia,
la envidia, la maledicencia, la soberbia, la insensatez” (Marcos 7:21, 22). En
vista de estas cosas, es que Dios dice: “Os daré un corazón nuevo… y quitaré de
vuestra carne el corazón de piedra, y os daré un corazón de carne” (Ezequiel
36:26).
Además de un corazón nuevo
también nos es dada una mente nueva. La mente es la antesala del espíritu
humano, a la mente acuden los demonios con sus malos pensamientos. Cuando esos
pensamientos son recibidos en la mente, llegan hasta el corazón y de allí
dominan el espíritu. La mente ejerce un poder tan determinante en nuestras
vidas, que dice la Palabra
de Dios:“Porquecual es su pensamiento en su corazón, tal es él” (Proverbios
23:7).
La mente del hombre sin Cristo
está llena de pensamientos impuros, es por ello que la Palabra de Dios nos
exhorta a renovarnos en el espíritu de vuestra mente (Romanos 12:2). Entonces
con una mente nueva podemos pensar en todo lo que es verdadero, todo lo
honesto, todo lo que es de buen nombre, en todo lo virtuoso (Filipenses 4:8).
Y como un complemento
indispensable de esta nueva criatura, también nos es dado un cuerpo renovado. El
cuerpo del hombre sin Cristo es juguete de las pasiones del alma. El alma pecaminosa
tiene su gratificación impura por medio del cuerpo. Los miembros del cuerpo son
ahora instrumentos de iniquidad, el amo es el espíritu humano controlado por el
alma pecaminosa, el cuerpo es el esclavo, el alma pecaminosa manifiesta su
maldad por medio del cuerpo. “Y manifiestas son las obras de la carne -esto es
el alma operando por el cuerpo-, que son: adulterio, fornicación, inmundicia… y
cosas semejantes a estas” (Gálatas 5:19-21).
Se hace pues necesario que nos
sea dado un cuerpo renovado. “Y si el Espíritu de aquel que levantó de los
muertos a Jesús mora en vosotros… vivificará también vuestros cuerpos mortales
por su Espíritu” (Romanos 8:11), para que vuestro espíritu, alma y cuerpo sea
guardado entero, sin reprensión, en paz. Y con este cuerpo renovado nuestros
miembros son presentados a Dios como instrumentos de justicia: manos, pies,
ojos, lengua, oído, todo consagrado a Dios, no para que se manifieste un alma
pecaminosa, sino para que se manifieste el Espíritu de Dios.
Esta nueva criatura, con corazón,
mente, cuerpos nuevos, no queda desconectada o aislada del Señor, de Él recibe
cada día nueva vida. De la misma manera que nuestros primeros padres
comunicaban con Dios diariamente, así también la nueva criatura necesita estar
en comunión con el Señor para de Él recibir nueva vida. Él es el dador
sustentador de la vida, Él es la vida, nosotros los pámpanos, Él vino para
darnos vida abundante, y con esta nueva vida naturalmente recibimos nuevas
fuerzas.
El hombre sin Cristo es víctima
del diablo, es flaco, débil, no tiene fuerzas morales, ni espirituales, ni
físicas para resistir al demonio, pero la
nueva criatura tendrá nuevas fuerzas. Ahora esta nueva criatura puede
cumplir el primer y grande mandamiento que dice: “Y amarás al Señor tu Dios con
todo tu corazón, y con toda tu alma, y con toda tu mente y con todas tus
fuerzas” (Marcos 12:30; Deuteronomio 6.5). Y puede cumplirlo porque tiene todo
su ser renovado. Las relaciones de esta nueva criatura para con Dios y para con
los hombres han sido igualmente renovadas, sus relaciones para con Dios están
regidas por un nuevo mandamiento.
El mundo está lleno de violencia,
de odios, de guerras. ¿De dónde vienen esas cosas? De la codicia y el egoísmo,
estas dos pasiones humanas son las que rigen las relaciones humanas (Santiago
4:1-2). Pero ahora esta nueva criatura es gobernada por la virtud del amor. “Un
mandamiento nuevo os doy: Que os améis unos a otros”, aun a sus enemigos, “amad
a vuestros enemigos” (Juan 13:34; Mateo 5:44). Y “en esto conocerán todos que
sois mis discípulos (que somos nuevas criaturas), si tuviereis amor los unos
con los otros” (Juan 13:35). “Todo aquel que ama, es nacido de Dios, y conoce a
Dios. El que no ama, no ha conocido a Dios; porque Dios es amor” (1 Juan 4:7,
8).
Y para esta nueva criatura están
reservadas las más brillantes y gloriosas perspectivas, tendrá un nombre nuevo.
De aquellos que viven olvidados de Dios, dice la Escritura que serán
escritos en el polvo, un lugar muy inseguro para escribir, pronto se borra
toda, pero de la nueva criatura se dice: “Y te será puesto un nombre nuevo, que
la boca de Jehová nombrará” (Isaías 62:2). Y también dice: “Y le daré una
piedrecita blanca, y en la piedrecita escrito un nombre, el cual ninguno conoce
sino aquel que lo recibe” (Apocalipsis 2:17).
También viviremos en una nueva
ciudad, la morada final de los perdidos es escrita en las Escrituras con las
palabras solemnes y terribles: tinieblas de afuera, hornos de fuego, el abismo,
el infierno, lago de fuego y azufre, y si esta descripción es tan terrible,
¿cómo será la realidad? Pero la nueva criatura morará en la ciudad de Dios, la Nueva Jerusalén ,
la cual desciende del cielo de Dios, una nueva ciudad cuyos fundamentos son
piedras preciosas, cuyas puertas son perlas, cuya plaza de oro como vidrio
trasparente, cuyo templo es el Señor Dios Todopoderoso y el Cordero, cuya luz
es el resplandor de Dios, y el Cordero es su lumbrera. En ella no entrará cosa
sucia que hace abominación y mentira, sino los que están escritos en el libro
de la vida del Cordero, allí serán también los cielos nuevos y la tierra nueva
(Apocalipsis 21).
Y como un glorioso resumen de
todo esto, nuestro Dios enfáticamente declara: “He aquí, yo hago nueva todas
las cosas” (Apocalipsis 21:5).
¿Deseas tener una vida nueva?
Entonces, ora delante de Él y acepta a Cristo como tu Salvador personal.
“Gracia y Paz”
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