jueves, 29 de noviembre de 2012

“LOS HIJOS DE ISRAEL TENÍAN LUZ EN SUS HABITACIONES”



Salmo 119:18, 162
“Abre mis ojos, y miraré las maravillas de tu ley… Me regocijo en tu palabra como el que halla muchos despojos”.

Por fin habían instalado la electricidad en una pequeña aldea perdida en la montaña. Una vez acabadas las obras, un funcionario hizo una visita de inspección al lugar para asegurarse de que todo estuviera en orden. –Entonces, señora, ¿está usted satisfecha? –¡Por supuesto que sí! Ahora en la noche veo mejor para encender mi lámpara de petróleo.

Esto nos hace sonreír, pero hay cosas más desconcertantes todavía. ¡Cuánta gente anda en la oscuridad moral de este mundo, y aun teniendo una Biblia en casa, nunca la abre! Pero este libro revela a aquel que es “la luz del mundo”, quien vino a esta tierra para alumbrar a todo hombre (Juan 8:12; 1:9). Quizás estas personas de vez en cuando lean alguna página que habla de Dios encontrada en la prensa o en este calendario, ¡pero esto no es suficiente! Es como preferir una lámpara de petróleo y privarse de una iluminación mucho más eficaz.

En el curso de la historia hubo numerosos y largos períodos durante los cuales estaba prohibido poseer la Biblia; hubo cristianos que poniendo en riesgo su vida, caminaban kilómetros para poder oír la lectura de uno de los pocos ejemplares que había en la zona. La Palabra de Dios no sólo era una lámpara a sus pies y una lumbrera en su camino (Salmo 119:105), sino también una fuente de consuelo que producía gozo y alegría en su corazón (Jeremías 15:16).

¡No dejemos nuestras Biblias sobre un estante, como lámparas apagadas en la noche!

“Gracia y Paz”
La Buena Semilla

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