Santiago 5:13-16
“¿Está alguno entre vosotros afligido?
Haga oración. ¿Está alguno alegre? Cante alabanzas. ¿Está alguno enfermo entre
vosotros? Llame a los ancianos de la iglesia, y oren por él, ungiéndole con
aceite en el nombre del Señor. Y la oración de fe salvará al enfermo, y el
Señor lo levantará; y si hubiere cometido pecados, le serán perdonados. Confesaos
vuestras ofensas unos a otros, y orad unos por otros, para que seáis sanados.
La oración eficaz del justo puede mucho”.
Hay abundantes mandatos bíblicos
en cuanto a rendirnos cuentas unos a otros. Pero, para muchos, la idea de
revelar información personal parece negativa o incluso una invasión de la
privacidad. Tal confesión parece ser un obstáculo para la búsqueda del gozo, la
prosperidad y el prestigio. La mayoría de las personas prefieren ser reservadas
y no involucrar a nadie más en sus asuntos.
La rendición de cuentas en el
cuerpo de Cristo es un principio bíblico. Los miembros de la iglesia se sujetan
a su pastor (Hebreos 13:17). Pablo nos dice que nos sometamos unos a otros (Efesios
5:21). Sin embargo, él era responsable ante la iglesia (Hechos 14:27), así como
Timoteo estaba subordinado a él (1 Timoteo 4:13-16). Los apóstoles estaban, por
supuesto, bajo la autoridad de Jesús (Lucas 10), así como Jesús estaba sometido
al Padre (Juan 8:28, 29). Y, lógicamente, la Biblia nos dice que toda la iglesia está sujeta al
Señor Jesucristo (Efesios 5:24). Independientemente de la posición de la
persona, todo el mundo es responsable ante alguien. Y esto es válido para toda
la familia de la fe, desde la congregación hasta el Señor mismo, quien sirvió a
Dios Padre.
Las personas evitan rendir
cuentas por diversas razones, entre ellas orgullo, ignorancia y temor. Esta es
una actitud peligrosa, pues nuestro enemigo conoce nuestras debilidades y sabe
cómo explotarlas. Pero podemos vencer con el apoyo de nuestros hermanos en la
fe, mediante el poder del cuerpo de Cristo.
“Gracia y Paz”
Meditación Diaria
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