2 Corintios 5:9-10
“Por tanto procuramos también, o ausentes
o presentes, serle agradables. Porque es necesario que todos nosotros
comparezcamos ante el tribunal de Cristo, para que cada uno reciba según lo que
haya hecho mientras estaba en el cuerpo, sea bueno o sea malo”.
Todo cristiano es responsable
ante el Señor Jesús de cómo vivió. No comparecemos delante del gran trono
blanco de Apocalipsis 20:11; allí es donde serán juzgados los incrédulos. En
vez de eso, estaremos delante del tribunal de Cristo para dar cuenta de
nosotros mismos.
Tal vez esto parezca una
contradicción: los creyentes no serán juzgados, sino que estarán delante del
tribunal de Cristo. La palabra griega que usa 2 Corintios para “tribunal” es
bema, que significa “lugar de rendición de cuentas”. Por eso, quienes creemos
en el Salvador no seremos condenados, sino que viviremos y le rendiremos
cuentas.
No hay que confundir la
responsabilidad con ofrecer una defensa. No defenderemos nuestras acciones sin
valor —esas cosas que dijimos e hicimos, que no trajeron honra al Señor o que
deshonraron su nombre. Dios asemeja nuestras obras egoístas a madera, heno y
hojarasca, que son cosas que solo sirven para el fuego (1 Co 3:13). Las
palabras, las acciones de valor y los pensamientos serán premiados en el cielo.
Lo que será juzgada es la calidad
de nuestro trabajo. Dios ha dado a cada creyente un propósito específico, junto
con la personalidad, los talentos y los dones espirituales necesarios para
llevarlo a cabo. La pregunta que será respondida en el tribunal de Cristo será:
¿Viví en realidad mi decisión de honrar y glorificar a Dios?
Estar de pie ante el tribunal de
Cristo es algo que anhelamos. No tenemos que temer, ya que somos amados
coherederos con Cristo (Ro 8:17, 34). Por su sacrificio, tenemos derecho a los
tesoros del cielo. Él está deseoso de repartirlos como recompensa por la
fidelidad y la obediencia.
“Gracia y Paz”
Meditación Diaria
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