Mateo 7:24-25.
“Cualquiera, pues, que me oye
estas palabras, y las hace, le compararé a un hombre prudente, que edificó su
casa sobre la roca. Descendió lluvia, y vinieron ríos, y soplaron vientos, y
golpearon contra aquella casa; y no cayó, porque estaba fundada sobre la roca”.
Dios le invita a entrar en su
reino, pero su respuesta debe ser espontánea, libre de presiones, de otra
manera no se manifestaría un verdadero amor. Por eso le dio ese maravilloso
regalo, es decir, la libertad. Dios también colocó en su corazón el sentimiento
de su existencia. Quizá no lo sienta de una forma clara, pero puede discernir
sus indicios: ¿No hay en usted como una especie de sed de belleza y de
encontrar un ideal? ¿No tiene el profundo deseo de ser conocido y comprendido,
de ser amado y de amar, de recibir y de dar sin medida?
Pero Dios hace más que darle
signos, pues se revela por medio de su Palabra, la Biblia ; ella le dice que
Dios es amor. “En esto se mostró el amor de Dios para con nosotros, en que Dios
envió a su Hijo unigénito al mundo, para que vivamos por él” (1 Juan 4:9).
¡Usted tiene la responsabilidad de responder a la invitación de Dios, de
decirle sí!
Ese sí a Dios quizá le parezca
como un abandono de sí mismo, como un salto al vacío, pero Dios, quien lo ama,
es digno de toda su confianza. Decir sí a Dios es entregar toda su vida,
incluso si no puede demostrarlo todo. En él encontrará la respuesta a las
aspiraciones más profundas de amor, paz y alegría. El reino de Dios es
“justicia, paz y gozo en el Espíritu Santo” (Romanos 14:17).
“Gracia y Paz”
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