Nehemías 2:1-8
“Sucedió en el mes de Nisán, en
el año veinte del rey Artajerjes, que estando ya el vino delante de él, tomé el
vino y lo serví al rey. Y como yo no había estado antes triste en su presencia,
me dijo el rey: ¿Por qué está triste tu rostro? pues no estás enfermo. No es
esto sino quebranto de corazón. Entonces temí en gran manera. Y dije al rey:
Para siempre viva el rey. ¿Cómo no estará triste mi rostro, cuando la ciudad,
casa de los sepulcros de mis padres, está desierta, y sus puertas consumidas
por el fuego? Me dijo el rey: ¿Qué cosa pides? Entonces oré al Dios de los
cielos, y dije al rey: Si le place al rey, y tu siervo ha hallado gracia
delante de ti, envíame a Judá, a la ciudad de los sepulcros de mis padres, y la
reedificaré. Entonces el rey me dijo (y la reina estaba sentada junto a él):
¿Cuánto durará tu viaje, y cuándo volverás? Y agradó al rey enviarme, después
que yo le señalé tiempo. Además dije al rey: Si le place al rey, que se me den
cartas para los gobernadores al otro lado del río, para que me franqueen el
paso hasta que llegue a Judá; y carta para Asaf guarda del bosque del rey, para
que me dé madera para enmaderar las puertas del palacio de la casa, y para el
muro de la ciudad, y la casa en que yo estaré. Y me lo concedió el rey, según la
benéfica mano de mi Dios sobre mí”.
El desánimo puede robar la paz,
la alegría y el contentamiento. Pero le tengo una gran noticia si se siente
desanimado: ¡usted no tiene que seguir así!
He conocido personas que parecían
estar en una situación irremediable. Pero unos años más tarde, estaban en una
situación excelente, ya fuera en términos de sus circunstancias o de sus
emociones. ¿La razón? Nunca se dieron por vencidas. En vez de entregarse a la
autocompasión, optaron por creerle a Dios, dar un paso de fe, y salir del foso
emocional.
Nehemías es un buen ejemplo.
Tenía todas las razones para sentirse derrotado, pues su gente estaba en
aprietos. Después de recibir la noticia de que el muro de la ciudad estaba
destruido, este varón de Dios se sintió profundamente triste y desanimado. Y
aunque el dolor inundaba su alma, clamó a Dios buscando su dirección.
La tristeza en la presencia del
rey se castigaba con la muerte. Pero el Señor contestó la oración de Nehemías
con un poder grandioso, lo que llevó al rey a notar el semblante triste de su
siervo, y a preguntarle después qué podía él hacer para ayudarlo. Este milagro
dio lugar a la reconstrucción del muro y a la liberación del pueblo de Dios. El
Señor puede tomar una situación irremediable, sea cual sea, y cambiarla de
maneras mucho más maravillosas de lo que usted pueda imaginar.
¿Vive usted en una espera ansiosa
de lo que el Señor hará? ¿O ha decidido permanecer en las profundidades de la
desesperación? Al igual que Nehemías, convierta su desánimo en una petición de
ayuda a Dios. Él puede renovar sus esperanzas y evitar que las emociones
negativas dominen su vida.
“Gracia y Paz”
Meditación Diaria
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