Lucas 14:12-14
“Dijo también al que le había convidado: Cuando hagas comida o cena, no
llames a tus amigos, ni a tus hermanos, ni a tus parientes, ni a vecinos ricos;
no sea que ellos a su vez te vuelvan a convidar, y seas recompensado. Mas
cuando hagas banquete, llama a los pobres, los mancos, los cojos y los ciegos; y
serás bienaventurado; porque ellos no te pueden recompensar, pero te será
recompensado en la resurrección de los justos”.
Los niños no son los únicos a
quienes les gusta ser recompensados. Nuestro Creador sabe que también los
adultos son motivados por los incentivos. Es por eso que encontramos promesas
en su Palabra para quienes andan en sus caminos.
Algunos de estos beneficios están
al alcance en este mundo --como son el sentimiento de realización, el gozo y el
favor de otros--, mientras que otras bendiciones se concederán en el cielo.
Como creyentes, no tenemos que temer al juicio (Romanos 8:1); estamos vestidos
con salvación por la sangre de Jesús, y no enfrentaremos la ira divina. Pero el
Señor determinará el valor de nuestras obras, y qué recompensa merecemos.
Para ayudarnos a entender esto, la Biblia habla de cuatro
coronas.
La recompensa suprema será
proclamar la gloria de Dios por toda la eternidad. Tendremos el máximo gozo en
su presencia, pero podemos ocuparnos hoy mismo de servir a Dios con obediencia
y humildad. El servicio nos bendice ahora y en la eternidad, cuando lo hacemos
con la motivación correcta.
“Gracia y Paz”
Meditación Diaria
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