Reconozcamos nuestra vulnerabilidad
1 Corintios 10:12-13
“Así que, el que piensa estar
firme, mire que no caiga. No os ha sobrevenido ninguna tentación que no sea
humana; pero fiel es Dios, que no os dejará ser tentados más de lo que podéis
resistir, sino que dará también juntamente con la tentación la salida, para que
podáis soportar”.
Muchos cristianos vemos a un
hermano de la fe caer en el pecado, y no reconocen que nosotros también podríamos tropezar. Esto es muy peligroso, porque Satanás nos podría tener los justo donde él quiere:
engañados por un falso sentido de confianza. Tengamos presente que tenemos tres enemigos que están constantemente
en actividad tratando de derribarnos: el propio diablo, nuestro sistema mundano, y
nuestra carne engañosa.
Todos los creyentes debemos,
como Pablo, reconocer un problema interno: “el pecado que mora en mí” (Romanos 7:20).
Satanás aprovecha al máximo esta debilidad, atrayéndonos con tentaciones
carnales y mundanales. Él alimenta nuestro orgullo, para cegarnos a nuestra
propia vulnerabilidad.
Necesitamos estar
continuamente en guardia. Puesto que la ignorancia —de la naturaleza del
pecado, de las estrategias del enemigo, y de nuestras propia debilidad— nos
tiende una trampa para que fracasemos, no podemos permitirnos ser negligentes
en nuestra manera de pensar. Cada vez que justificamos algún pecado, hemos
perdido la sensibilidad hacia el Señor. La Palabra de Dios debe llenar siempre
nuestra mente y dirigir nuestros pasos.
Si tu te encuentras alejado del
Señor, vuelve a Él reconociendo tu pecado y aceptando tu responsabilidad.
Arrepentirse significa simplemente un cambio de mente, e ir en una dirección
diferente, hacia Dios, en vez de alejarse de Él.
El paso siguiente es más
difícil. Responde con gratitud al castigo del Señor. Cada vez que un creyente
cae en pecado, Dios actúa amorosamente para traerlo de vuelta a la comunión con
Él. Su disciplina puede ser dolorosa, pero siempre es buena, porque nos conecta
de nuevo con nuestro Padre celestial.
“Gracia y Paz”
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