¿Puedes
confiar en tu conciencia?
1 Timoteo 1:18-19
“Este mandamiento, hijo Timoteo,
te encargo, para que conforme a las profecías que se hicieron antes en cuanto a
ti, milites por ellas la buena milicia, manteniendo la fe y buena conciencia,
desechando la cual naufragaron en cuanto a la fe algunos.”
Dios nos ha dado una conciencia
para que distingamos entre lo que es moralmente bueno y lo que es malo. Nuestra
conciencia puede ayudarnos a evitar “naufragios” en nuestras vidas, dependiendo
de las condiciones en que se encuentre. La conciencia es una especie de radar
espiritual, y la condición en la que se mantenga determinará qué tanto se puede
confiar en ella. En el pasaje de hoy, el apóstol Pablo aconseja a su hijo
espiritual Timoteo que mantenga “la fe y buena conciencia.” La buena conciencia
es la que se mantiene sin mancha por la confesión de pecados (1 Juan 1:9), y la
obediencia a la Palabra
de Dios. Ésta refleja el deseo de conocer y seguir la voluntad de Dios, de
manera que cuando pecamos sabemos de inmediato que necesitamos arreglar cuentas
con el Señor. Sin embargo, cuando la conciencia no está en buenas condiciones
no puede mostrarnos la dirección correcta a tomar.
Por ejemplo, una conciencia
legalista está llena de leyes y normas, y este legalismo hace que juzguemos
nuestros actos basados en reglas humanas. Es decir, creamos nuestro propio
sistema de radar lleno de deberes, prohibiciones y obligaciones, y lo
utilizamos para determinar lo que es bueno y lo que es malo. Pero al hacerlo no
llegamos a discernir la justicia de Dios, la cual nunca puede ser sustituida
por la justicia humana. Un ejemplo de esto lo tenemos en los fariseos, los
cuales tenían sus propias leyes y actuaban movidos por ellas, creyendo que
estaban muy bien. Sin embargo, a ellos se refirió Jesús en el Sermón del Monte
cuando dijo: “Os digo que si vuestra justicia no fuere mayor que la de los
escribas y fariseos, no entraréis en el reino de los cielos.” (Mateo 5:20). El
pecado y la autosuficiencia crean una conciencia corrompida. Si nos guiamos por
ella, seremos incapaces de discernir lo que es correcto y verdadero. Excusas
como “no puedo evitarlo” o “es que yo soy así”, nos hacen insensibles al
pecado, y por lo tanto creemos que todo está “bien” y que no es necesario
rectificar.
Hay varios pasos que debes seguir
para mantener tu conciencia limpia y en buen estado:
1. Escudriña la Palabra de Dios y aplícala
a tu vida diaria. A medida que pongas en práctica “la ley perfecta, la de la
libertad”, como dice Santiago 1:25, tu conciencia se volverá más fuerte porque
conocerá mejor el corazón de Dios.
2. Ora antes de tomar decisiones.
En vez de decidirte por algo sólo porque te parece apropiado o te hace sentir
bien, trae al Señor todas tus dudas y preocupaciones, y pon atención a su voz.
3. Hazte el propósito de obedecer
a Dios. Si tú deseas hacer las cosas como Dios manda, siempre te preguntarás:
¿Qué quiere el Señor que yo haga? Esta práctica te permitirá discernir y seguir
la dirección del Espíritu.
4. Adquiere una mayor
receptividad a la convicción del Espíritu. Ya no estamos más bajo condenación,
dice Romanos 8:1, y esto nos capacita para reconocer la diferencia que hay
entre la convicción del Espíritu Santo y las acusaciones del enemigo. El
Espíritu siempre nos muestra exactamente lo que necesita arrepentimiento; él no
nos da una vaga sensación de culpa. Su convicción tiene el propósito de
hacernos volver al Señor si nos hemos desviado de su camino.
5. Abandónate a la perfecta
voluntad de Dios. Si te reconsagras cada día para ser un “sacrificio vivo” sólo
para Dios, tu conciencia te orientará hacia el Señor. Cuando te niegas a
conformarte a las normas de este mundo, y renuevas tu manera de pensar conforme
a la mente de Cristo, podrás “comprobar cuál es la voluntad de Dios, buena,
agradable y perfecta.” (Romanos 12:1-2).
ORACION:
Amantísimo Dios, por favor
ayúdame a guardar mi mente de la suciedad y corrupción de este mundo, y a crear
el hábito de buscar tu rostro cada día, escudriñar tu Palabra y actuar conforme
a tu voluntad, y que mi conciencia pueda alertarme de lo malo y dirigirme
siempre conforme a tus principios. En el nombre de Jesús. Amén.
“Gracia, Misericordia y paz”
Carlos Martínez M
(diostehabla.com)
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