martes, 17 de marzo de 2015

¡DEJA YA TU VIDA DE PECADO, DIOS QUIERE RESTAURARTE!


¡DEJA YA TU VIDA DE PECADO, DIOS QUIERE RESTAURARTE!

2 Crónicas 7:14-15
“Si se humillare mi pueblo, sobre el cual mi nombre es invocado, y oraren, y buscaren mi rostro, y se convirtieren de sus malos caminos; entonces yo oiré desde los cielos, y perdonaré sus pecados, y sanaré su tierra. Ahora estarán abiertos mis ojos y atentos mis oídos a la oración en este lugar”

En el principio de la Creación, Dios preparó un lugar con todo lo necesario para que el hombre pudiera suplir sus necesidades físicas, y por medio de la comunión con el Creador supliría todas las necesidades espirituales y emocionales. Al principio el plan de Dios marchó a las mil maravillas. Había comunión constante entre él y Adán y Eva, y ellos disfrutaban de la paz y el gozo que produce la presencia del Señor. Ellos dependían de Dios y él suplía todo lo que necesitaban. Era una relación de amor mutuo. Todo era perfecto. Pero entonces hizo su aparición la serpiente (Génesis 3), y astutamente logró que Eva primero, y Adán después comieran del árbol de la ciencia del bien y del mal, desobedeciendo a Dios. Como consecuencia se rompió la comunión de ellos con el Señor, y se acabó la paz y la felicidad que disfrutaban.

Desde ese instante hasta nuestros días el ser humano se ha ido degenerando en todos los aspectos, físico, moral y espiritualmente. Pero Dios, en su inmensa misericordia, ha provisto una forma de detener esa degeneración y reparar el terrible daño. Con ese fin envió a su Hijo Jesucristo, el cual murió en la cruz del Calvario derramando su sangre como propiciación por nuestros pecados. Tres días después resucitó, venciendo la muerte y preparando el camino de la salvación para “todo aquel que en él cree” (Juan 3:16). Si nos humillamos y reconocemos que somos pecadores y abrimos el corazón a Jesucristo, nuestros pecados son perdonados. Entonces comienza el proceso de santificación, el cual se lleva a cabo por medio de la obra continua del Espíritu Santo, con el fin de restaurar nuestras vidas. El diccionario de la Real Academia Española define la palabra “restaurar” de la siguiente manera: “Reparar, volver a poner una cosa en el estado que tenía antes”. Esto es exactamente lo que Dios desea lograr en cada uno de nosotros.

Antes del acto de desobediencia de Adán y Eva, Dios ocupaba el trono de sus corazones, él era el Rey en esa relación. Al pecar, el hombre bajó a Dios del trono y se subió él. Ahí comenzó la desgracia de este mundo. Ahora, por la gracia de Dios, el hombre tiene la oportunidad de aceptar el sacrificio de Cristo, bajarse del trono y dejar que el Señor lo ocupe de nuevo, como al principio. Al igual que una pintura que ha sufrido daño o deterioro por alguna causa puede ser restaurada de manera que vuelva a ser como era originalmente, nosotros podemos ser restaurados de manera que lleguemos a ser como el original, a imagen y semejanza de Dios. Este es el propósito de Dios, que seamos “hechos conformes a la imagen de su Hijo” (Romanos 8:29).

El pasaje de hoy cuenta que Dios se apareció ante el rey Salomón, y le habló acerca de lo que el pueblo de Israel debía hacer para que sus pecados fueran perdonados y su tierra fuera sanada. Han transcurrido más de dos mil cuatrocientos años desde esa declaración, y cada día vemos a nuestro alrededor más señales del deterioro moral y espiritual en el que ha caído la humanidad, pero esas poderosas palabras permanecen vigentes sobre la faz de este mundo que tan necesitado está del perdón de Dios y de su sanidad. Es necesario leer la Palabra de Dios, pasar tiempo en oración diariamente y cambiar la dirección en la que vamos.

Si tú crees que necesitas restauración, presta atención a esta enseñanza que muestra claramente los pasos a seguir. El primero es aceptar a Jesucristo como tu salvador. Después somete a Dios tu vida, y permite que su Santo Espíritu haga en ti su obra de restauración. Pronto comenzarás a experimentar una milagrosa transformación, y podrás disfrutar del gozo y la paz de Dios, como era al principio.

ORACIÓN:
Bendito Dios, hoy vengo ante ti con un corazón contrito y humillado, en busca del perdón, la sanidad y la restauración que sólo tú puedes ofrecer. Te pido también que tengas misericordia de los que viven en las tinieblas del pecado, y te manifiestes con todo tu poder moviéndolos al arrepentimiento y la búsqueda de tu perdón. En el nombre de Jesús, Amén.

¡Gracia y Paz!
Dios te Habla





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