¿Y TÚ… CÓMO LE
LLAMAS A DIOS?
Mateo 6:9-13
“Vosotros, pues, oraréis así: Padre nuestro
que estás en los cielos, santificado sea tu nombre. Venga tu reino. Hágase tu
voluntad, como en el cielo, así también en la tierra. El pan nuestro de cada
día, dánoslo hoy. Y perdónanos nuestras deudas, como también nosotros
perdonamos a nuestros deudores. Y no nos metas en tentación, mas líbranos del
mal; porque tuyo es el reino, y el poder, y la gloria, por todos los siglos.
Amén”
Los cristianos llamamos a Dios de diferentes maneras,
dependiendo de a cuál de sus atributos nos estemos refiriendo. Por ejemplo,
solemos llamarle “Creador”, “Rey”, “Pastor”, “Proveedor”, etc. Pero hay un
nombre que suple de una manera muy especial una de las necesidades más grandes
del ser humano: EL INNATO DESEO DE SER AMADO INCONDICIONALMENTE. Ese nombre es
“PADRE”. En el Antiguo Testamento vemos algunas ocasiones en las que se le
llama a Dios “Padre”, pero más bien queriendo decir “Creador”. Por ejemplo, en
Malaquías 2:10 leemos: “¿No tenemos todos un mismo padre? ¿No nos ha creado un
mismo Dios?” Y en Isaías 64:8 dice: “Ahora pues, Jehová, tú eres nuestro padre;
nosotros barro, y tú el que nos formaste; así que obra de tus manos somos todos
nosotros”. Incluso el nombre más común de Dios, “Yahveh”, era considerado
demasiado sagrado para ser pronunciado en alta voz. Realmente muy pocas
personas en aquellos tiempos eran consideradas como que tenían una relación
personal con Dios.
Aunque Dios se ha mostrado a sí mismo como un Padre
amante a través de toda la historia de la humanidad, fue por medio de Cristo
que heredamos el enorme privilegio de llamarle “Padre nuestro”. Gálatas 4:4-7
dice que Dios envió a su Hijo “para que redimiese a los que estaban bajo la
ley, a fin de que recibiésemos la adopción de hijos”. Y entonces añade: “Así
que ya no eres esclavo, sino hijo; y si hijo, también heredero de Dios por
medio de Cristo”. La escritura de hoy nos muestra a Jesús enseñando a sus
discípulos a orar. Allí él usó el término “Abba” ("Padre” en Arameo) para
referirse a Dios. Cuando esta relación queda establecida, cuando estamos
conscientes de que Dios es nuestro Padre, comienzan a manifestarse cambios
espirituales dentro de nosotros. Primero se elimina todo temor y nos envolvemos
en una relación de amor y de esperanza con el Señor. Esto produce en nosotros
un sentido de confianza de que podemos acercarnos a nuestro Padre celestial con
la seguridad de que él nos va a atender a cualquier hora, en cualquier momento,
en cualquier circunstancia, como nos lo promete en Hebreos 4:16.
Es maravilloso el efecto de la palabra “Padre”, en
cualquier idioma que se pronuncie. Muchos misioneros cuentan que uno de los
regalos más grandes que el cristianismo lleva a los nativos de regiones
incivilizadas es la seguridad de que Dios es un padre amante y bondadoso, y que
por lo tanto no tienen que seguir viviendo bajo el temor a sus dioses. ¡Qué
tremendo sentido de confianza y seguridad nos da el que podamos llamar a Dios
“Padre”! Con esta seguridad debemos caminar en esta vida. Con la certeza de que
tenemos un padre que nos ama con amor incondicional, o sea no depende de lo que
nosotros hagamos. Romanos 5:8 dice que “Dios muestra su amor para con nosotros,
en que siendo aún pecadores, Cristo murió por nosotros”. Y entonces afirma:
“Pues mucho más, estando ya justificados en su sangre, por él seremos salvos de
la ira” (v.9). Cuando entendemos esto profundamente, debe surgir en nosotros
espontáneamente el deseo de AMARLE, de AGRADARLE y de OBEDECERLE en todo para
que su nombre sea glorificado en nuestras vidas.
La Santa Palabra del Señor dice que “a todos los que le
recibieron, a los que creen en su nombre, les dio potestad de ser hechos hijos
de Dios” (Juan 1:12). Así es que si ya hemos aceptado a Cristo como nuestro
único y suficiente Salvador, podemos llamar a Dios con toda seguridad “Padre.”
De lo contrario, si tú, aunque pienses y digas que eres “cristiano”, aun no le
has abierto tu corazón a Jesús, y de veras crees que Él es el Señor, y que Dios
lo levantó de los muertos, sólo tienes que confesarlo con tus labios, y serás
salvo (Romanos 10:9-10). Eleva una oración al cielo arrepintiéndote de tus
pecados, y pídele a Jesucristo, que entre en tu corazón. Entonces podrás
llamarle a Dios “Padre”
Oración:
Bendito Abba, Dios y Señor, gracias te doy por el
privilegio que me has dado de ser tu hijo y poder llamarte Padre con toda
confianza. Te ruego me capacites para honrarte con mi testimonio cada día de mi
vida. En el nombre de Jesús, Amén.
¡Gracia y Paz!
Dios te Habla
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