¿SABES CÓMO MORIR AL PECADO?
Romanos 6:11-14
“Así también vosotros consideraos muertos al
pecado, pero vivos para Dios en Cristo Jesús, Señor nuestro. No reine, pues, el
pecado en vuestro cuerpo mortal, de modo que lo obedezcáis en sus
concupiscencias; ni tampoco presentéis vuestros miembros al pecado como
instrumentos de iniquidad, sino presentaos vosotros mismos a Dios como vivos de
entre los muertos, y vuestros miembros a Dios como instrumentos de justicia.
Porque el pecado no se enseñoreará de vosotros; pues no estáis bajo la ley, sino
bajo la gracia”
Morir al pecado significa que ya no escuchamos sus
órdenes o sugerencias, de la misma manera que una persona que ha muerto no
tiene la capacidad de escuchar órdenes, mucho menos de obedecerlas. Entonces el
pecado ya no tiene autoridad sobre nosotros. Como el pecado es el obstáculo
principal para que vivamos vidas santas consagradas a Dios, el resultado de
morir al pecado es una vida de pureza y santidad ante el Señor.
En los bosques del norte de Europa y Asia vive un
animalito llamado armiño, cuya piel es sumamente suave y muy valiosa. Durante
el invierno el pelaje de este animalito cambia totalmente de color, volviéndose
enteramente blanco como la nieve. El armiño protege instintivamente su blanco
pelo contra cualquier cosa que pueda mancharlo. Los cazadores de pieles se
aprovechan de esta insólita característica del armiño. No le tienden una trampa
común y corriente para atraparlo, sino que averiguan donde vive, que es
normalmente en una hendidura de una roca o en un agujero de un árbol. Entonces
ensucian la entrada y el interior con tizne. Luego, los cazadores sueltan sus
perros para que encuentren y persigan el armiño. El aterrorizado animal huye
hacia su casa, pero al darse cuenta de la suciedad, se detiene y no entra por
temor a ensuciar su blanco pelaje. Entonces queda atrapado por los perros y se
deja capturar. Para el armiño preservar la pureza es más importante que su
propia vida.
De esta manera Dios espera que sus hijos actúen con el
fin de mantener su pureza y santidad. Dios quiere que seamos santos así como él
es santo. “No os conforméis a los deseos que antes teníais estando en vuestra
ignorancia; sino, como aquel que os llamó es santo, sed también vosotros santos
en toda vuestra manera de vivir; porque escrito está: Sed santos, porque yo soy
santo” (1 Pedro 1:14-16). Claro que para lograr esto es necesario que, al igual
que el armiño, estemos dispuestos a morir, a
morir al pecado. Pablo entendió profundamente este concepto y lo puso en
práctica en su vida. Por eso pudo decir con toda autoridad en su carta a los
Gálatas: “Con Cristo estoy juntamente crucificado, y ya no vivo yo, mas vive
Cristo en mí” (Gálatas 2:20). Al morir al pecado, permitimos que el Espíritu
Santo reine y entonces la vida de Cristo se manifiesta plenamente en nosotros.
Por nuestras propias fuerzas no podremos lograrlo jamás, pero si nos hacemos el
firme propósito de rendir el control de nuestras vidas al Espíritu Santo, él
nos ayudará a obedecer la palabra de Dios y a vivir la vida de santidad que el
Señor desea ver en nosotros.
Dedica tiempo cada día de tu vida a leer la Biblia y a
orar. Escudriña las Escrituras, medita en ellas; envuélvete en un tiempo de
comunión con el Señor diariamente, y de todo corazón ruega al Espíritu Santo
que te ayude a morir al pecado y a vivir una vida santa que agrade a Dios.
Entonces experimentarás cambios profundos en tu vida, y no te resultará tan
difícil rechazar las tentaciones que se presenten.
Oración:
Bendito Dios y Padre, quiero vivir una vida de santidad
que te agrade a ti. Reconozco que soy muy débil para lograrlo por medio de mis
propias fuerzas, por eso te pido que me ayudes a morir al pecado y que tu Santo
Espíritu reine en mi vida para honrarte con mi testimonio en todo momento. En
el nombre de Jesús, Amén.
¡Gracia y Paz!
Dios te Habla
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