miércoles, 29 de octubre de 2014

¿SABES QUE NECESITAS PARA LA GUERRA QUE ESTAS LIBRANDO?



¿SABES QUE NECESITAS PARA LA GUERRA QUE ESTAS LIBRANDO?

1 Pedro 5:8-9
“Sed sobrios, y velad; porque vuestro adversario el diablo, como león rugiente, anda alrededor buscando a quien devorar; al cual resistid firmes en la fe, sabiendo que los mismos padecimientos se van cumpliendo en vuestros hermanos en todo el mundo”.

Todos los días recibimos noticias, a través de la televisión, la radio y los periódicos, de guerras, asesinatos y todo tipo de violencia en todo el mundo. Desde el Medio Oriente hasta África y hasta Centro y Sur América, los seres humanos se están matando unos a los otros indiscriminadamente. Día tras día se producen homicidios, asaltos, violaciones, violencia y odio en todas las posibles manifestaciones.

Pero hay también otra guerra llevándose a cabo, que destruye mucho más y causa mucho más dolor y desesperación que cualquiera de estas guerras. Y lo peor del caso es que la mayoría de las personas no están conscientes de la existencia de esta guerra, siendo por lo tanto mucho más susceptibles a los ataques de un enemigo que permanece invisible, pero que causa terribles efectos en la humanidad. A esta guerra se refiere la Santa Palabra de Dios que dice: “Porque no tenemos lucha contra sangre y carne, sino contra principados, contra potestades, contra los gobernadores de las tinieblas de este siglo, contra huestes espirituales de maldad en las regiones celestes” (Efesios 6:12). Es una guerra espiritual ante la cual nosotros solos nada podemos hacer. No estamos capacitados para ver a este enemigo invisible, mucho menos para enfrentarnos a él y muchísimo menos para vencerlo.

En la escritura de hoy, al diablo se le compara con un león rugiente que nos busca para devorarnos. Algunos dicen que Satanás es “un león que no tiene dientes”, quizás queriendo decir que no puede hacernos daño. Pero eso no es cierto. Eso es lo que el diablo quiere que creamos, que él “no tiene dientes”, para que nos descuidemos y entonces destruirnos. ¡Claro que tiene dientes! ¡Y grandes dientes! Si no fuera así, el Señor no nos estuviera alertado diciéndonos que ese león anda “buscando a quien devorar”. Ciertamente no se trata de dientes físicos, pero es entendible que ese “león” puede destruir nuestras vidas si nos descuidamos. Demos gracias a Dios porque tenemos la seguridad de que si nos mantenemos bajo su manto protector, ese león no podrá usar sus dientes contra nosotros porque nuestro Dios Todopoderoso le cierra su boca para que no pueda hacernos daño, de la misma manera que protegió a Daniel cuando lo echaron en el foso de los leones, y al día siguiente pudo decir al rey Darío: “Mi Dios envió su ángel, el cual cerró la boca de los leones, para que no me hiciesen daño” (Daniel 6:22).

Por eso el apóstol Pablo en este mismo pasaje de Efesios 6, versículos 10 y 11 nos dice: “Por lo demás, hermanos míos, fortaleceos en el Señor, y en el poder de su fuerza. Vestíos de toda la armadura de Dios, para que podáis estar firmes contra las asechanzas del diablo”. El apóstol Santiago complementa lo dicho por Pablo y Pedro, en Santiago 4:7: “Someteos, pues, a Dios; resistid al diablo, y huirá de vosotros”.

No luches contra las circunstancias negativas, contra las personas que te hieren y que tratan de hacerte la vida imposible; escucha la voz del Espíritu Santo hablándote a través de la Escritura. Levanta tus brazos y tu mirada al cielo, sométete a Dios y él se encargará de pelear por ti y te dará la victoria.


La fortaleza de Dios viene a nosotros cuando reconocemos nuestra necesidad de él. Estudiemos su Palabra día con día y dediquemos un tiempo a meditar en ella y postrémonos en oración ante su santa presencia. Hay un dicho que dice: “Nada hace temblar tanto a Satanás como ver a un cristiano de rodillas”. Porque él sabe que nada puede hacer en contra del poder de Dios manifestado a través de la oración.

Oración:
Gracias, Padre amado, por la protección que me ofreces cuando me consagro en el estudio de tu Palabra. Fortaléceme con tu poder y capacítame para resistir los ataques del enemigo, y así permanecer firme en tus principios, disfrutando de la victoria que viene solamente de ti. En el poderoso nombre de Jesucristo, Amén.

¡Gracia y Paz!

Dios te Habla

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