¿REALMENTE ESTÁS DISPUESTO A CAMBIAR?
Isaías 58:1-8
“Clama a voz en cuello, no te detengas; alza
tu voz como trompeta, y anuncia a mi pueblo su rebelión, y a la casa de Jacob
su pecado. Que me buscan cada día, y quieren saber mis caminos, como gente que
hubiese hecho justicia, y que no hubiese dejado la ley de su Dios; me piden
justos juicios, y quieren acercarse a Dios. ¿Por qué, dicen, ayunamos, y no
hiciste caso; humillamos nuestras almas, y no te diste por entendido? He aquí
que en el día de vuestro ayuno buscáis vuestro propio gusto, y oprimís a todos
vuestros trabajadores. He aquí que para contiendas y debates ayunáis y para
herir con el puño inicuamente; no ayunéis como hoy, para que vuestra voz sea
oída en lo alto. ¿Es tal el ayuno que yo escogí, que de día aflija el hombre su
alma, que incline su cabeza como junco, y haga cama de cilicio y de ceniza?
¿Llamaréis esto ayuno, y día agradable a Yahweh? ¿No es más bien el ayuno que
yo escogí, desatar las ligaduras de impiedad, soltar las cargas de opresión, y
dejar ir libres a los quebrantados, y que rompáis todo yugo? ¿No es que partas
tu pan con el hambriento, y a los pobres errantes albergues en casa; que cuando
veas al desnudo, lo cubras, y no te escondas de tu hermano? Entonces nacerá tu
luz como el alba, y tu salvación se dejará ver pronto; e irá tu justicia
delante de ti, y la gloria de Yahweh será tu retaguardia”
En esta escritura, Dios urge al profeta Isaías a que
denuncie ante el pueblo de Israel su estilo de vida rebelde y pecaminosa, y los
exhorte a cambiar. Este era un pueblo que vivía una vida religiosa superficial.
La gente adoraba a Dios más bien como una tradición, de manera rutinaria pero
no de corazón. Al mismo tiempo que ayunaban, también explotaban a sus
trabajadores y se peleaban entre sí. Isaías condenó su hipocresía y les dijo
que tenían que cambiar su actitud si deseaban recibir la bendición de Dios. Si
ellos liberaban a los oprimidos, compartían el pan con el hambriento, daban
albergue al desamparado y proveían de ropa al desnudo, entonces nacería su luz
“como el alba”, y la salvación, la justicia y la gloria de Dios se
manifestarían entre ellos prontamente. Ellos no podían esperar todas esas
bendiciones si no dejaban su actitud hipócrita y superficial, y comenzaban a
actuar guiados por un genuino deseo de agradar y obedecer a Dios.
Unos ocho siglos después, Jesús tuvo que enfrentar
similar comportamiento de parte del pueblo judío. Por ejemplo, en Mateo 23:27,
el Señor se dirige a un grupo de religiosos y les dice: “¡Ay de vosotros,
escribas y fariseos, hipócritas! porque sois semejantes a sepulcros
blanqueados, que por fuera, a la verdad, se muestran hermosos, mas por dentro
están llenos de huesos de muertos y de toda inmundicia”. Había transcurrido
mucho tiempo desde la exhortación de Isaías al pueblo de Israel, pero, en
sentido general, su actitud no había cambiado. Seguían aparentando obediencia a
la ley, hacían largas oraciones en público, ofrendaban regularmente, pero
dejaban fuera “lo más importante de la ley: la justicia, la misericordia y la
fe”, les recriminó Jesús.
Otros dos mil años han pasado. ¿Y ha habido cambios
espirituales profundos en la humanidad? Lamentablemente en la actualidad
todavía encontramos actitudes muy similares en el pueblo de Dios. Y el mismo
mensaje de Isaías está aún vigente: no se puede vivir una vida de profunda paz,
de gozo y de prosperidad sin un corazón verdaderamente dispuesto a buscar al
Señor y hacer su voluntad. No se puede esperar las bendiciones abundantes que
Dios tiene preparadas para sus hijos si no hay cambios profundos en la actitud
de las personas. La actividad religiosa no sustituye a un corazón obediente y
entregado a Dios. Con la ayuda del Señor y una disposición de cambiar, podemos
eliminar los problemas de raíz, no simplemente los síntomas, y disfrutar
plenamente de la vida abundante que prometió Jesús.
ORACIÓN:
Amado Padre, una vez más te pido perdón por mi
desobediencia y rebeldía. Reconozco que necesito cambiar muchos aspectos de mi
comportamiento, y profundizar mi relación contigo. Por favor ayúdame a eliminar
de mi vida todo eso que no es agradable a ti. Crea en mí un corazón obediente a
tu santa Palabra y pon en mi espíritu una actitud de genuina adoración a ti. Todo
te lo pido en el nombre de Jesús, Amén.
¡Gracia y Paz!
Dios te Habla
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