¿Qué son la
Misericordia y la Gracia de Dios?
Efesios 2:4-9
“Pero Dios, que es rico en misericordia, por su gran amor
con que nos amó, aun estando nosotros muertos en pecados, nos dio vida
juntamente con Cristo (por gracia sois salvos), y juntamente con él nos
resucitó, y asimismo nos hizo sentar en los lugares celestiales con Cristo
Jesús, para mostrar en los siglos venideros las abundantes riquezas de su
gracia en su bondad para con nosotros en Cristo Jesús. Porque por gracia sois
salvos por medio de la fe; y esto no de vosotros, pues es don de Dios; no por
obras, para que nadie se gloríe”.
El amor de Dios es tan grande que no tuvo en cuenta que
estábamos “muertos en pecados” y que le habíamos dado la espalda, y derramó su
gracia sobre nuestras vidas enviando a su Hijo a morir por nosotros. Romanos
6:23 dice que “la paga del pecado es muerte, mas la dádiva de Dios es vida
eterna en Cristo Jesús Señor nuestro”. Aquí vemos dos características
fundamentales de la personalidad de Dios: su misericordia y su gracia. La
misericordia de Dios se manifiesta cuando él no
nos da lo que merecemos: la muerte espiritual y el castigo eterno. Su gracia se
pone de manifiesto cuando nos da lo que no
merecemos: el perdón y la vida eterna a través de Cristo. Esta pequeña historia
ilustra estos dos conceptos:
Agustín de Hipona fue un hombre nacido en el norte de
Africa a mediados del siglo IV. Durante su juventud vivió una vida lujuriosa e
inmoral, la cual narra con vergüenza en su libro “Confesiones”. Este libro es
un relato autobiográfico de su jornada espiritual; es una obra maestra de
investigación psicológica del corazón del hombre ante Dios. En su libro,
Agustín narra que en medio de aquella vida de placeres sexuales y codicia había
un constante vacío imposible de llenar. Un día conoció a Jesús, abrió su
corazón al Señor y su vida cambió totalmente. Después de su conversión, Agustín
renunció a todas sus posesiones, fundó un monasterio y se retiró por tres años
a orar y meditar en la Palabra de Dios. Allí escribió varios libros y algunos
poemas. A continuación un párrafo de uno de sus libros:
"Alabado y glorificado seas, Dios mío, fuente
inagotable de gracia y misericordia. Yo cada día me iba haciendo más miserable
y tú cada día te ibas acercando más a mí. Ya tu mano diestra y poderosa me iba
a asir para sacarme del lodo y lavar todas las manchas, y yo no lo sabía.
Ninguna cosa me estimulaba más para salir de los deleites carnales en que
estaba atrapado, que el miedo a la muerte y a tu juicio final".
El siguiente poema fue escrito por este hombre de Dios:
Busqué al Señor y luego supe
que él movía mi alma para buscarlo,
buscándome él a mí.
No fui yo quien te encontró, oh Salvador verdadero,
no... yo fui encontrado por ti.
Tú extendiste tu mano y tomaste la mía;
caminé y no me hundí en el furioso mar de la tormenta.
No fue tanto que yo me asiera de ti,
como que tú, amado Señor, me asiste a mí.
Ahora siento una infinita paz
y sólo amor es mi respuesta a ti, Señor;
aunque la espalda te di, tú me salvaste
porque siempre me amaste, Señor.
¿Alguna vez has sentido lo mismo que este hombre?
Así se manifiesta la misericordia de Dios, al no darnos
lo que merecemos. La gracia de Dios, por el contrario se revela al darnos lo
que no merecemos. Todo por su infinito amor. Así dice Romanos 5:8: “Mas Dios
muestra su amor para con nosotros, en que siendo aún pecadores, Cristo murió
por nosotros”.
¡A él sea la gloria y el imperio por los siglos de los
siglos!
ORACIÓN:
Alabado seas, Dios de eterna bondad. Te doy gracias en
este día porque no tuviste en cuenta mis miserias y mis pecados para derramar
sobre mí tu misericordia y tu divina gracia. Por favor, ayúdame a corresponder
a tu infinito amor, por medio de mi entrega y mi obediencia a ti. En el nombre
de Jesús, Amén.
¡Gracia y Paz!
Dios te Habla
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