jueves, 3 de julio de 2014

¿CÓMO ESTÁS VIVIENDO EL PROCESO DE LA OBRA QUE DIOS ESTÁ HACIENDO EN TU VIDA?



¿Cómo estás viviendo el proceso de la obra que Dios está haciendo en tu vida?

Romanos 8:29
“Porque a los que antes conoció, también los predestinó para que fuesen hechos conformes a la imagen de su Hijo, para que él sea el primogénito entre muchos hermanos”.

A través de toda nuestra vida cristiana, Dios obra en nosotros con el fin de hacernos “conformes a la imagen de su Hijo”. Quizás has leído y escuchado este pasaje muchas veces, pero ¿te has detenido alguna vez a meditar profundamente sobre lo que verdaderamente significa ser “conforme a la imagen de su Hijo”?

Cuando recibimos a Jesucristo como Salvador y Señor de nuestras vidas, él viene a morar en nuestros corazones en la persona del Espíritu Santo (2 Corintios 1:21-22). Esto significa que cuando Dios Padre nos mira desde el cielo, él ve la presencia de su Hijo en nosotros. Pero al mismo tiempo hay muchas cosas en nuestras vidas que afectan negativamente esta imagen de Cristo. Por lo tanto, a medida que crecemos en nuestra relación con el Señor, Dios va eliminando esos obstáculos que afectan nuestra intimidad con él. Así es que cada uno de nosotros puede ser llamado una “obra en progreso”, mientras Dios continuamente, por medio de su Santo Espíritu, va puliendo nuestras vidas para que reflejen mejor la imagen de Jesucristo.

Dios pule nuestras vidas hasta hacer de ellas una obra maravillosa, así como lo hace un escultor con una piedra. Cuando él nos mira, él ve a su Hijo Jesucristo en nosotros. Y es a través de la lectura de su palabra, nuestro tiempo de comunión con él, las circunstancias, las dificultades y aflicciones, nuestros errores, las personas que nos rodean, etc., como nos va dando forma con el fin de que Jesucristo tome vida en nosotros. La diferencia entre la escultura y el proceso espiritual es que en éste nosotros tenemos parte activa. Este es el proceso de santificación en el cual Dios espera nuestra participación. Lo primero que tenemos que entender es que no podemos continuar pensando y actuando como antes, sino que debemos cambiar nuestra manera de pensar y de actuar. En relación a esto, el apóstol Pablo escribe en su carta a los Romanos: “No os conforméis a este siglo, sino transformaos por medio de la renovación de vuestro entendimiento, para que comprobéis cuál sea la buena voluntad de Dios, agradable y perfecta” (Romanos 12:2).

En este proceso de santificación fallaremos y caeremos en muchas ocasiones, mas con la ayuda de Dios nos levantaremos en cada ocasión y continuaremos hacia adelante. Mientras crecemos en nuestro entendimiento de la verdad bíblica y continuamente la apliquemos a nuestras vidas, y a medida que profundizamos en nuestra comunión con Dios por medio de la constante oración, la transformación se va llevando a cabo en nosotros. Esto no podemos hacerlo por nosotros mismos, pues nuestra naturaleza carnal se niega a renunciar a sus deseos y costumbres, pero si permitimos a Cristo vivir su vida a través de nosotros poco a poco nos iremos pareciendo a él. De esto podemos estar seguros pues la Biblia dice que “el que comenzó en vosotros la buena obra, la perfeccionará hasta el día de Jesucristo” (Filipenses 1:6).

Decide hoy traer delante de la presencia de Dios todo aquello que tienes que eliminar de tu vida para que puedas reflejar a todo el mundo la imagen de Jesucristo. “Echa sobre el Señor tu carga, y él te sustentará”, como dice el Salmo 55:22. Asimismo nos manda a hacer nuestro Padre en Hebreos 12:1-2, donde dice: “Despojémonos de todo peso y del pecado que nos asedia, y corramos con paciencia la carrera que tenemos por delante, puestos los ojos en Jesús, el autor y consumador de la fe”. Obedece la palabra de Dios, establece una íntima comunión con el Señor y cada día te irás pareciendo más a Cristo.

ORACIÓN:
Amante Padre celestial, te ruego me ayudes a obedecer tu palabra y a buscar tu rostro en oración cada día, para que logres tu propósito en mi vida: que yo sea conforme a la imagen de tu Hijo. En el santo nombre de Jesús, Amén.

¡Gracia y Paz!

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