¿No te asombra la
gracia de Dios?
Efesios 2:4-10
“Pero Dios, que es rico en misericordia, por
su gran amor con que nos amó, aun estando nosotros muertos en pecados, nos dio
vida juntamente con Cristo (por gracia sois salvos), y juntamente con él nos resucitó,
y asimismo nos hizo sentar en los lugares celestiales con Cristo Jesús, para
mostrar en los siglos venideros las abundantes riquezas de su gracia en su
bondad para con nosotros en Cristo Jesús. Porque por gracia sois salvos por
medio de la fe; y esto no de vosotros, pues es don de Dios; no por obras, para
que nadie se gloríe. Porque somos hechura suya, creados en Cristo Jesús para
buenas obras, las cuales Dios preparó de antemano para que anduviésemos en
ellas”.
En su
libro “What’s so amazing about grace?” (¿Qué es tan asombroso acerca de
la gracia?), el escritor cristiano Phillip Yancey dice que el mundo tiene una
necesidad y una sed de gracia en maneras que no es capaz de reconocer. Él
escribe: “No es una gran sorpresa que el himno “Sublime Gracia” haya estado
entre las diez canciones favoritas del público doscientos años después que se
escribió.” John Newton, compositor del himno, que había sido ateo y comerciante
de esclavos, había estado sediento de gracia. Cuando descubrió la gracia de
Dios, nunca salió de su asombro. Y la gente nunca ha dejado de cantar su himno
“Sublime Gracia”.
Agustín de Hipona fue un hombre nacido en el norte de
Africa a mediados del siglo IV. Durante su juventud vivió una vida lujuriosa e
inmoral, la cual narra con vergüenza en su libro “Confesiones”. Este libro es
un relato autobiográfico de su jornada espiritual; es una obra maestra de
investigación psicológica del corazón del hombre ante Dios. En su libro,
Agustín narra que en medio de aquella vida de placeres sexuales y codicia había
un constante vacío imposible de llenar. Un día conoció al Señor, abrió su
corazón a Cristo y su vida cambió totalmente. Entonces pudo experimentar una
verdadera y profunda paz que antes no conocía. Después de su conversión,
Agustín renunció a todas sus posesiones, fundó un monasterio y se retiró por
tres años a orar y meditar en la Palabra de Dios. Allí escribió varios libros y
poemas dedicados a la infinita gracia de Dios. En uno de ellos expresó su
sentir de la siguiente manera: –Ahora siento una infinita paz, y sólo amor es
mi respuesta a ti, Señor; aunque la espalda te dí, tú me salvaste porque
siempre me amaste, Señor.
¿Qué es, pues, la gracia de Dios? “Gracia” es un regalo.
Aún más, es un regalo inmerecido. En el pasaje de hoy, el apóstol Pablo dice
que Dios nos amó “aun estando nosotros muertos en pecados”. O sea, gracia es el
favor de Dios derramado sobre quienes no podían hacer nada para ganarlo, puesto
que estábamos muertos espiritualmente. Es también gracia la provisión de Dios de
comunión espiritual con los demás (v.5, 6); es el instrumento de Dios para dar
salvación a todo el que cree (v.8); y la divina influencia de Dios que equipa a
todo creyente para que cumpla Sus propósitos. Pablo resumió las incontables
virtudes de la gracia de Dios llamándolas “abundantes riquezas en su bondad
para con nosotros en Cristo Jesús” (v.7). Esta es la gracia de Dios: Darnos lo que no merecemos. Por su infinito
amor.
La gracia de Dios no sólo es asombrosamente rica, sino
que también es totalmente gratis. Así dice Romanos 3:24: “Siendo justificados
gratuitamente por su gracia, mediante la redención que es en Cristo Jesús”. Es
decir, el Dador mismo ha pagado el precio. Saciémonos de la asombrosa gracia de
Dios para que podamos dar gracia a un mundo sediento y necesitado.
ORACIÓN:
Mi amoroso Padre, no podré jamás entender tu infinita
gracia y misericordia, pero por ellas tengo la esperanza de vida eterna junto a
ti. Gracias por darme este precioso regalo aun cuando yo no lo merecía. Por
favor, ayúdame a expresarte mi amor y mi agradecimiento, con toda mi alma y con
todo mi corazón y con todas mis fuerzas. En el nombre de Jesús, Amén.
¡Gracia y Paz!
Dios te Habla
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