¿Lloras con los
que lloran?
Romanos 12:9-15
“El amor sea sin fingimiento. Aborreced lo
malo, seguid lo bueno. Amaos los unos a los otros con amor fraternal; en cuanto
a honra, prefiriéndoos los unos a los otros. En lo que requiere diligencia, no
perezosos; fervientes en espíritu, sirviendo al Señor; gozosos en la esperanza;
sufridos en la tribulación; constantes en la oración; compartiendo para las
necesidades de los santos; practicando la hospitalidad. Bendecid a los que os
persiguen; bendecid, y no maldigáis. Gozaos con los que se gozan; llorad con
los que lloran”.
En este pasaje, el apóstol Pablo menciona una lista de
deberes que todo cristiano debía tratar de cumplir. Nos habla de amarnos unos a
los otros con amor fraternal, sin fingimiento. Nos exhorta a ser constantes en
la oración, a ser fervientes en espíritu, a servir al Señor, a bendecir a los
que nos persiguen; a gozarnos con los que se gozan y a llorar con los que
lloran. ¡Qué maravilloso sería que pudiésemos cumplir a cabalidad todos estos
deberes! Nuestro testimonio ante el mundo que nos rodea sería verdaderamente
impactante y el nombre de nuestro Padre celestial sería glorificado donde
quiera que estuviésemos. Lamentablemente nuestra naturaleza carnal nos impulsa
a hacer lo contrario, y se requiere un esfuerzo de nuestra parte, un fuerte
deseo en nuestros corazones de actuar conforme a lo que nos dice la palabra de
Dios. También debemos estar consientes de que por nuestras propias fuerzas no
podremos hacerlo, sino que necesitamos la ayuda del Espíritu Santo.
Hay ocasiones en que tenemos la oportunidad de confortar
a alguien, ya sea un familiar, o una amistad o un hermano de la iglesia, que
está pasando por una situación dolorosa. Por regla general intentamos
consolarlo con palabras de aliento, tratando de levantar su ánimo. Sin embargo,
el pasaje de hoy dice simplemente: “Llorad con los que lloran”. Realmente, en
muchos casos, una de las maneras más efectivas en la que podemos ayudar a
aquellos que están sufriendo es “llorando con ellos”. Jesús nos dio el ejemplo
cuando visitó a María y a Marta después de la muerte de Lázaro. Sintiendo el
dolor de ambas hermanas y de los amigos que las acompañaban, el Señor compartió
sus lágrimas con ellos. Dice Juan 11:33-36: “Jesús entonces, al verla llorando,
y a los judíos que la acompañaban, también llorando, se estremeció en espíritu
y se conmovió, y dijo: ¿Dónde le pusisteis? Le dijeron: Señor, ven y ve. Jesús
lloró. Dijeron entonces los judíos: Mirad cómo le amaba”.
Una pequeña historia nos cuenta de un niño que tenía un
gran corazón. Al lado de su casa vivía un señor mayor cuya esposa había muerto
hacía poco tiempo. Un día, el anciano lloraba sentado en el portal de su casa.
El niño lo vio y se acercó a él, se subió a sus piernas y se quedó allí sentado
en silencio por largo rato. Más tarde, su mamá le preguntó: “¿Qué le dijiste al
señor?” Y el niño le contestó: “Nada, solamente lo ayudé a llorar”. A veces
esto es lo mejor que podemos hacer por aquellos que están pasando por una
profunda tristeza. A menudo, nuestros intentos de decir algo sabio y útil
causan más bien el efecto contrario. Muchas veces transmitimos mucho más apoyo
y comprensión si simplemente les damos un abrazo o nos sentarnos a su lado, los
tomamos de la mano y lloramos con ellos.
Jesús comenzó el Sermón del Monte (Mateo capítulos 5, 6 y
7) con las “Bienaventuranzas” (llamadas así porque cada frase comienza con la
palabra “Bienaventurados”, es decir “Felices son aquellos que…”). La segunda
bienaventuranza que el Señor menciona dice: “Bienaventurados los que lloran,
porque ellos recibirán consolación” (Mateo 5:4). Algunos comentaristas bíblicos
coinciden en que el verdadero significado de esta expresión es: “Felices son
aquellos que sufren por el sufrimiento del mundo y de los que les rodean,
porque es a partir de este sufrimiento que encontrarán el consuelo y el gozo de
Dios”. Ciertamente no le agrada al Señor que permanezcamos indiferentes ante el
sufrimiento de los demás.
Sé tú un instrumento del Señor consolando a los que
lloran, compartiendo tus lágrimas con ellos, mientras en silencio oras pidiendo
que la paz de Dios se manifieste en sus corazones.
ORACIÓN:
Padre santo, te ruego pongas amor y compasión en mi
corazón, para poder ser un instrumento tuyo consolando a aquellos que están
pasando por un período de dolor y sufrimiento. En el nombre de Jesús te lo
pido, Amén.
¡Gracia y Paz!
Dios te Habla
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