¿Estás colaborando
en el Reino del Señor?
Filipenses 4:1-3
“Así que, hermanos míos amados y deseados,
gozo y corona mía, estad así firmes en el Señor, amados. Ruego a Evodia y a
Síntique, que sean de un mismo sentir en el Señor. Asimismo te ruego también a
ti, compañero fiel, que ayudes a éstas que combatieron juntamente conmigo en el
evangelio, con Clemente también y los demás colaboradores míos, cuyos nombres
están en el libro de la vida”.
Pat Fillmore fue una misionera pionera en Irian Jaya,
Indonesia, donde sirvió durante más de 40 años. Allí fundó un ministerio por
medio del cual enseñó a leer a una gran cantidad de nativos. Llevó todo tipo de
medicamentos y técnicas médicas para el cuidado de los indígenas de aquel
lugar. Mantuvo pistas de aterrizaje, construyó pozos sépticos, y reparó plantas
y efectos eléctricos. Además, estableció y dirigió una magnífica escuela
bíblica, y tradujo partes de la Biblia al idioma de la gente a quienes
ministraba. Muchos de nosotros nos enteramos de la existencia de hombres y
mujeres como Pat Fillmore de forma casual, al leer un libro o quizás al ver un
documental en la televisión. Con toda seguridad hay miles de otros creyentes
que llevan a cabo una obra misionera importante en el reino de Dios, aunque se
pasen la vida entera sin que la gente de su generación los note. Pero estos
cristianos, al igual que esos creyentes no mencionados en el pasaje de hoy, a
los que Pablo llamó “los demás colaboradores míos”, pueden estar seguros de que
sus “nombres están en el libro de la vida”.
Después que Saulo de Tarso tuvo el encuentro con Jesús en
el camino a Damasco quedó completamente ciego. Fue entonces que el Señor llamó
a un discípulo llamado Ananías, y le dijo en visión: “Ananías. Y él respondió:
Heme aquí, Señor. Y el Señor le dijo: Levántate, y ve a la calle que se llama
Derecha, y busca en casa de Judas a uno llamado Saulo, de Tarso; porque he
aquí, él ora, y ha visto en visión a un varón llamado Ananías, que entra y le
pone las manos encima para que recobre la vista” (Hechos 9:10-12). Ananías
obedeció al pie de la letra la encomienda del Señor, y Saulo de Tarso recobró
la vista. La gran importancia y la trascendencia de esta colaboración de
Ananías en el plan de Dios es evidente, pues aquel Saulo fue más tarde conocido
como el apóstol Pablo, uno de los más grandes evangelistas de todos los
tiempos, escritor de tantas epístolas que aun en nuestros tiempos son de tanta
edificación para el pueblo de Dios. Sin embargo, Ananías no vuelve a ser
mencionado ni una vez más en toda la Biblia. Pero él fue un fiel colaborador
del Señor y su nombre, sin duda alguna, “está en el libro de la vida”. Esto es
lo verdaderamente importante.
Tal vez tú ayudes a transportar personas mayores a la
iglesia, o quizás ayudes a distribuir comida en alguna misión, o des clases de
Biblia a un grupo de niños, o limpies los baños de tu iglesia. A lo mejor nadie
lo nota, pero eres un colaborador o colaboradora de Dios. Quizás tu trabajo
pase desapercibido para los demás, pero nunca para el Señor. Así como Dios
conoció de todo el pueblo de Israel a los “siete mil, cuyas rodillas no se
doblaron ante Baal, y cuyas bocas no lo besaron” (1 Reyes 19:18), ten la
seguridad que él reconoce tu labor.
Que no te desanime hacer un trabajo “sin importancia”
para el Señor. Aunque los demás no se den cuenta, Dios está al tanto de
nuestras más pequeñas acciones, y valora todas aquellas cosas que hacemos para
agradarle y servirle. Si eres fiel en el servicio a Dios, y lo haces de
corazón, no te preocupes si te parece poco lo que estás haciendo. Colosenses
3:23, 24 dice: “Y todo lo que hagáis, hacedlo de corazón, como para el Señor y
no para los hombres; sabiendo que del Señor recibiréis la recompensa de la
herencia, porque a Cristo el Señor servís”. Persevera en el servicio a Dios, y
algún día escucharás de labios del Señor lo que el señor de la parábola de los
talentos le dijo a uno de los siervos que obedeció y fue fiel: “Bien, buen
siervo y fiel; sobre poco has sido fiel, sobre mucho te pondré; entra en el
gozo de tu señor” (Mateo 25:23).
ORACIÓN:
Padre santo, te ruego me ayudes a identificar toda
ocasión que se presente para servirte aunque parezca algo insignificante. Pon
en mi corazón un ferviente deseo de hacerlo todo para agradarte a ti, y no a
los demás, de manera que tu nombre sea glorificado. Te lo pido en el nombre de
Jesús, Amén.
¡Gracia y Paz!
Dios te Habla
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