¿Cuándo vas aceptar
a Cristo como tu Salvador?
Romanos 5:6-10
"Porque Cristo, cuando aún éramos
débiles, a su tiempo murió por los impíos. Ciertamente, apenas morirá alguno
por un justo; con todo, pudiera ser que alguno osara morir por el bueno. Mas
Dios muestra su amor para con nosotros, en que siendo aún pecadores, Cristo
murió por nosotros. Pues mucho más, estando ya justificados en su sangre, por
él seremos salvos de la ira. Porque si siendo enemigos, fuimos reconciliados
con Dios por la muerte de su Hijo, mucho más, estando reconciliados, seremos
salvos por su vida".
Hay ocasiones en las que una persona que no es creyente
se encuentra frente a la decisión de aceptar o no a Cristo como su salvador
personal, y decide que, aunque le gustaría contestar afirmativamente,
preferiría antes poner en orden ciertas áreas de su vida. Quizás diga algo así
como: “Me gustaría aceptar a Cristo como mi Salvador, pero primero tengo que
eliminar ciertas cosas de mi vida que no están del todo bien”. Muchas personas
piensan que deben posponer una decisión por Jesucristo hasta que, de alguna
manera, hayan mejorado esas áreas que consideran “turbias”. El problema es que
no han entendido correctamente el mensaje del Evangelio.
Lo cierto es que ninguno de nosotros merece la salvación
que Jesús nos ofrece. No hay nada, absolutamente nada que pudiésemos hacer que
nos haga merecedores del perdón y la aceptación de Dios. En primer lugar,
estábamos “muertos en nuestros delitos y pecados”, dice Efesios 2:1. Y un
muerto no puede hacer absolutamente nada. Por eso, Dios tomó la iniciativa para
restaurar su relación con el hombre, la cual había sido dañada por el pecado
original de Adán y Eva. Con ese fin envió a su único Hijo, “para que todo aquel
que en él cree, no se pierda, mas tenga vida eterna” (Juan 3:16). Y Colosenses
1:20 dice que “agradó al Padre que en él habitase toda plenitud, y por medio de
él reconciliar consigo todas las cosas, así las que están en la tierra como las
que están en los cielos, haciendo la paz mediante la sangre de su cruz”.
Nosotros no merecemos este acto de amor; Dios lo hizo por
su propia iniciativa, motivado por su infinita gracia. Cualquier intento de
“mejorar” sin primeramente permitir a Cristo que entre en tu vida es un error y
un esfuerzo totalmente infructífero. Jesús no dijo: “Vayan y límpiense,
descansen un poco, y entonces vengan a mí”. Todo lo contrario, él abrió sus
brazos y dijo: “Venid a mí todos los que estáis trabajados y cargados, y yo os
haré descansar” (Mateo 11:28). Y el pasaje de hoy dice que “siendo aún
pecadores, Cristo murió por nosotros”. Jesús no esperó hasta que fuéramos
merecedores de él. Él sabía que nunca podríamos serlo. Por eso se dio a sí
mismo por toda la humanidad, y extendió una invitación a todos los pecadores
para que vinieran a él tal como son, y encuentren paz y descanso para sus
almas.
La Biblia dice que “si confesares con tu boca que Jesús
es el Señor, y creyeres en tu corazón que Dios le levantó de los muertos, serás
salvo” (Romanos 10:9). Si no has dado el paso de fe aceptando a Jesucristo como
tu Salvador, sólo tienes que creer “en tu corazón”, sin ninguna duda, con
absoluta seguridad, que Jesús murió en la cruz del Calvario con el fin de pagar
por tus pecados, y que “Dios le levantó de los muertos”. Entonces lo confiesas
con tus labios, y “serás salvo”. Ahora mismo abre tu corazón y eleva al cielo
una oración de arrepentimiento y entrega al Señor. Tan pronto lo hagas el
Espíritu Santo viene a morar en ti, y entonces comienza su obra para
transformarte en un verdadero hijo de Dios.
Si Cristo es ya tu Salvador, disfruta entonces de esa
linda relación que él estableció entre tú y Dios, y vive en paz, confiando que
esa sangre preciosa derramada en la cruz del Calvario, te está lavando
constantemente de todo pecado. Pero no permanezcas en este primer paso.
Profundiza en tu relación con Jesús por medio de la lectura de la Biblia y la
oración cada día de tu vida, y disfruta plenamente de la victoria que él obtuvo
en la cruz para ti.
ORACIÓN:
Dios de amor y misericordia, gracias por establecer ese
puente que es Cristo Jesús, que nos permite llegarnos a ti. Gracias porque no
tuviste en cuenta mis pecados e inmundicias y enviaste a tu Hijo para que con
su sangre pagara mi deuda y me reconciliara contigo. Ayúdame a disfrutar
plenamente del gozo de mi salvación. En el nombre de Jesús, Amén.
¡Gracia y Paz!
Dios te Habla
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