¿Cómo manejas los
elogios que recibes?
Proverbios 27:2
“Que te alabe el extraño, y no tu boca; el
forastero, y no tus labios”.
¿A quién no le agrada recibir una palabra de elogio?
Después de un largo día de trabajo, al completar una tarea agotadora o al
enfrentar circunstancias difíciles, una frase halagadora o un gesto de
amabilidad puede ser gratificante e inspirador. Sin embargo, hay que tener
cuidado al recibir elogios. Manejados correctamente, no hay ningún problema.
Pero puede haber peligro dependiendo de la manera en que lo recibimos, pues
nuestra naturaleza carnal tiende a llenarse de orgullo y vanidad con mucha
facilidad. Y esto, desde luego, puede acarrearnos malas consecuencias en
nuestras vidas.
Un ejemplo lo encontramos en Daniel capítulo 5. La Biblia
cuenta que Dios le dio al rey Nabucodonosor “el reino y la grandeza, la gloria
y la majestad” (v.18). Y por esto todos los pueblos y naciones “temblaban y
temían delante de él”. Todos se esmeraban en halagarle y presentar ante él todo
tipo de elogios y alabanzas. Producto de ello, el rey se llenó de orgullo y se
olvidó de Aquel que le había dado todo. Dice el versículo 20 que “cuando su
corazón se ensoberbeció, y su espíritu se endureció en su orgullo, fue depuesto
del trono de su reino, y despojado de su gloria”. Pero no sólo esto, más
adelante Nabucodonosor “fue echado de entre los hijos de los hombres, y su
mente se hizo semejante a la de las bestias, y con los asnos monteses fue su
morada. Hierba le hicieron comer como a buey, y su cuerpo fue mojado con el
rocío del cielo” (v.21). Ciertamente un cambio enorme en su vida, de rey y
señor de Babilonia, y envidia de todos los reinos de alrededor, a un perturbado
mental, viviendo a la intemperie y actuando como las bestias del campo. Todo
como resultado de su soberbia y su orgullo. Aquí se cumplen de manera perfecta
las palabras de Jesús en Mateo 23:12: “El que se enaltece será humillado, y el
que se humilla será enaltecido”.
Una actitud de soberbia y orgullo siempre traerá malas
consecuencias, porque “Dios resiste a los soberbios, y da gracia a los
humildes”, dice Santiago 4:6. Para evitar el orgullo, la jactancia o el egocentrismo
como resultado del elogio, la Biblia nos da pautas a seguir que nos permiten
aceptar halagos con gracia:
Evita elogiarte a
ti mismo.
El pasaje de hoy nos enseña que debemos dejar que otros
nos alaben y no nosotros mismos. La Biblia también nos enseña que cuando
actuamos con humildad, Dios mismo nos exaltará en Su tiempo. Dice 1 Pedro 5:6:
“Humillaos, pues, bajo la poderosa mano de Dios, para que él os exalte cuando
fuere tiempo”.
Dale la honra a
Dios.
Recibir felicitaciones acerca de tu estilo de vida
positivo o por tu buen trabajo puede ser una buena oportunidad para darle el
crédito a Dios por lo que él está haciendo en tu vida. Dice Isaías 12:5:
“Cantad salmos a Jehová, porque ha hecho cosas magníficas; sea sabido esto por
toda la tierra”. Compartir la razón de tu actitud positiva o del cambio en tu
vida, puede ser un testimonio del poder de Dios para el no creyente. Por eso
siempre debes darle la gloria al Señor. Y que todos los que están a tu
alrededor lo sepan.
Responde con el
corazón.
Comparte con la persona que te alaba cómo el halago que
te hizo afectó tu vida. Proverbios 25:11 dice: “Manzana de oro con figuras de
plata es la palabra dicha como conviene”. Muestra agradecimiento a la persona
que te hizo sentir bien y de manera amable preséntale a Aquel que produce en ti
ese comportamiento.
Agradécele a Dios
en oración.
¿Le has pedido a Dios recientemente por una motivación
para entregarte más a él y servirle? Quizás él ha contestado tu oración por
medio de las palabras de estímulo de otra persona. Recuerda agradecerle a Dios
por esos halagos en tu tiempo de oración. Hebreos 13:15 dice: “Así que,
ofrezcamos siempre a Dios, por medio de él, sacrificio de alabanza, es decir,
fruto de labios que confiesan su nombre”.
Resumiendo, debemos pensar y actuar siempre sobre la base
de que todo lo bueno que recibimos proviene de Dios, incluyendo los halagos,
los cuales pueden ser usados por el Señor tanto para probar nuestra madurez
espiritual como para impactar la vida de quien nos halaga, dependiendo de
nuestra reacción.
ORACIÓN:
Padre Santo, te ruego pongas en mí un espíritu de
humildad que no me permita exaltarme a mí mismo en nada, sino que cada vez que
me den un elogio por algo que yo haga, seas tú quien reciba la gloria y el
honor que únicamente tú te mereces. En el nombre de Jesucristo, Amén.
¡Gracia y Paz!
Dios te Habla
¡Que Yahweh les mire con amor y les conceda la paz!
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