¿Te sientes
derrumbado?
Salmo 37:23-25
“Por el Señor son ordenados los pasos del
hombre, y él aprueba su camino. Cuando el hombre cayere, no quedará postrado,
porque el Señor sostiene su mano. Joven fui, y he envejecido, y no he visto
justo desamparado, ni su descendencia que mendigue pan”
Paul Wylie, uno de los mejores patinadores sobre hielo de
los Estados Unidos, es también un consagrado cristiano. En una ocasión, en
vísperas de un viaje a la comunista Europa del Este con el fin de participar en
unas competencias, Paul dijo: “Patinar no es el medio para obtener más trofeos,
fama o gloria, sino más bien una plataforma para compartir el Evangelio de
Jesucristo con atletas de países que han levantado una barrera política y legal
contra el Cristianismo. Dios me ha dado una carga por los europeos del Este”.
Más adelante, en las Olimpíadas de invierno de Calgary,
Canadá en 1988, Wylie se encontraba patinando ante 20,000 espectadores y una
tele audiencia de varios millones, cuando de momento algo salió mal en su
rutina y cayó. Después de la competencia él describió aquel terrible momento de
la siguiente manera: “De pronto sentí que mi mano toca el hielo, la cuchilla no
me aguanta, empiezo a resbalar y me doy cuenta de que me estoy cayendo. Todo lo
que escucho mientras caigo al hielo es un quejido de lamento de lo que parece
ser un millón de voces al unísono”.
Wylie tenía que tomar una decisión en una fracción de
segundo. Podía centrarse en el error y darse por vencido, o podía seguir
patinando y dar lo mejor de sí. Justo en ese momento le vino a la mente este
versículo del pasaje de hoy: “Cuando el hombre cayere, no quedará postrado,
porque el Señor sostiene su mano”. Continuó su rutina y decidió patinar “de
corazón, como para el Señor...” (Colosenses 3:23). Al final, la multitud
prorrumpió en un estruendoso aplauso por su coraje y determinación.
El pasaje de hoy, parte del Salmo 37, lo escribió David
siendo un anciano. En él vierte la experiencia de una larga vida, en la que
conoció muy de cerca a Dios. Como todo ser humano, David pecó, y en una triste
ocasión su caída fue estrepitosa. Adulteró, mintió, actuó hipócritamente, y
finalmente planeó el homicidio del marido de la mujer con la que adulteró. Pero
cuando fue confrontado por el profeta Natán (2 Samuel 12), reconoció su pecado
y se arrepintió de todo corazón. Después escribió el Salmo 51, en el que
derramó su corazón quebrantado buscando la misericordia de Dios. El Señor lo
levantó, y David tuvo un largo y exitoso reinado.
Los creyentes no estamos exentos de recibir en algún
momento un golpe tan fuerte que nos haga caer. Podría ser la muerte repentina
de un ser querido, la pérdida del empleo, un divorcio, un resultado muy malo en
las pruebas de laboratorio; o quizás estemos apesadumbrados por haber caído en
pecado. Ahora bien, una cosa es caer; otra muy distinta es darse por vencido.
El apóstol Pablo, en medio de pruebas y sufrimientos, expresó su confianza en
el Dios que nos levanta, nos fortalece, nos consuela, y nos lleva de la mano
hasta que el triunfo obtenido por Jesucristo en la cruz se manifieste
totalmente en nuestras vidas. Así escribió Pablo: “Estamos atribulados en todo,
mas no angustiados; en apuros, mas no desesperados; perseguidos, mas no
desamparados; derribados, pero no destruidos; llevando en el cuerpo siempre por
todas partes la muerte de Jesús, para que también la vida de Jesús se
manifieste en nuestros cuerpos” (2 Corintios 4:8-10). Cree esta verdad de todo
corazón y aplícala a tu vida en estos momentos difíciles que estás viviendo.
Si has caído en pecado, arrepiéntete y confiésalo ante
Dios, y él te perdonará, dice 1 Juan 1:9. Si has sido víctima de un golpe muy
fuerte, o por cualquier otra razón te sientes sin fuerzas, abatido, desanimado,
recuerda que el Dios todopoderoso sólo espera que clames a él para tenderte una
mano y levantarte. Así nos dice el Señor en Jeremías 33:3: “Clama a mí, y yo te
responderé, y te enseñaré cosas grandes y ocultas que tú no conoces”.
ORACION:
Padre amado, gracias por el ánimo que me da tu Santa
Palabra, al afirmarme que tú no me dejarás postrado, sino que me levantarás y
me darás fuerzas como las del búfalo. Con fe hoy te pido me des la victoria. En
el nombre de Jesucristo, Amén.
“Gracia y Paz”
Dios te Habla
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