¿Estás corriendo
con paciencia?
Hebreos 12:1-2
"Por tanto, nosotros también, teniendo
en derredor nuestro tan grande nube de testigos, despojémonos de todo peso y
del pecado que nos asedia, y corramos con paciencia la carrera que tenemos por
delante, puestos los ojos en Jesús, el autor y consumador de la fe, el cual por
el gozo puesto delante de él sufrió la cruz, menospreciando el oprobio, y se
sentó a la diestra del trono de Dios".
Este pasaje nos habla de una carrera “que tenemos por
delante”, la cual debemos correr. Se trata de la vida de cada uno de nosotros.
Independientemente de los años que vayamos a vivir en este mundo, tenemos que
“correr” esa carrera, y la Biblia nos dice que debemos correrla “con paciencia”.
La palabra griega que se utiliza aquí para definir “paciencia” es “hipomoné”,
la cual significa “persistencia firme”. No se trata, pues, de la paciencia que
se sienta y acepta las cosas resignadamente. Se trata de una paciencia activa,
dominante, que soporta todo pero no se detiene, sino que marcha adelante con
firmeza, hacia la meta, con absoluta certeza en la victoria. Esta misma palabra
se usa en Santiago 1:2-4 donde dice: “Hermanos míos, tened por sumo gozo cuando
os halléis en diversas pruebas, sabiendo que la prueba de vuestra fe produce
paciencia. Mas tenga la paciencia su obra completa, para que seáis perfectos y
cabales, sin que os falte cosa alguna”. Esa paciencia, dice el apóstol
Santiago, completará su obra cuando nos lleve a un estado de madurez o
“perfección” espiritual, el cual debe ser el objetivo de todo cristiano.
En su primera carta a los corintios, el apóstol Pablo nos
habla de otra carrera (una carrera deportiva), y la compara con la carrera de
la vida. Dice 1 Corintios 9:24, 25: “¿No sabéis que los que corren en el
estadio, todos a la verdad corren, pero uno solo se lleva el premio? Corred de
tal manera que lo obtengáis. Todo aquel que lucha, de todo se abstiene; ellos,
a la verdad, para recibir una corona corruptible, pero nosotros, una
incorruptible”. Al igual que aquellos deportistas, debemos abstenernos de todo
lo que afecte negativamente nuestra carrera en esta vida, aunque en ocasiones
lo deseemos con todas nuestras fuerzas. Asimismo debemos correrla deseando de
todo corazón conseguir el premio. En el caso de aquellos atletas el premio era
una corona de laurel corruptible y poco duradera. En nuestra carrera espiritual
el premio es una corona incorruptible y eterna.
En la película “Chariots of Fire” (“Carros de Fuego”),
hay una escena en la que el joven protagonista acaba de perder una carrera por
primera vez en su vida. Y allí está él apartado, sufriendo su primera derrota,
frustrado, deprimido, cuando se le acerca su novia tratando de consolarlo con
palabras de aliento. Él la mira y le dice: “Si no puedo ganar, yo no corro”. Y
ella le contesta: “Si tú no corres, no puedes ganar”. Ciertamente, si queremos
ganar tenemos que “correr”, tenemos que estar en constante movimiento hacia
adelante en nuestro crecimiento espiritual. Los obstáculos, las caídas, los
golpes y sufrimientos no deben desalentarnos, todo lo contrario, tenemos que
seguir corriendo “puestos los ojos en Jesús”, confiando plenamente en él,
sabiendo “que la prueba de nuestra fe produce paciencia”, y que esa paciencia
dará como resultado un crecimiento cabal y perfecto en nuestras vidas, conforme
a los planes de Dios, quien nos ha llamado y nos espera al final de la carrera
para que vivamos juntos con él por toda la eternidad. Así lo describe Pablo en
su carta a los filipenses: “Hermanos, yo mismo no pretendo haberlo ya
alcanzado; pero una cosa hago: olvidando ciertamente lo que queda atrás, y
extendiéndome a lo que está delante, prosigo a la meta, al premio del supremo
llamamiento de Dios en Cristo Jesús” (Filipenses 3:13-14).
Es pues, la paciencia, la clave fundamental para triunfar
en esta carrera, pues necesitaremos en esta vida mucha tolerancia, mansedumbre,
humildad, perseverancia y persistencia firme si queremos obtener la victoria.
Seamos constantes en la búsqueda del Señor, leyendo y meditando en su Palabra y
orando en todo tiempo con toda oración y súplica en el Espíritu.
ORACIÓN:
Amante Padre, ayúdame a ser perseverante en esta carrera
que tú me has encomendado, que es mi vida. Que cada obstáculo que encuentre
sirva para fortalecerme en lugar de desalentarme, y que cada paso que dé sea un
testimonio que glorifique tu nombre. Por Cristo Jesús, Amén.
¡Gracia y Paz!
Dios te Habla
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