¿Eres constante en
la Oración?
1 Tesalonicenses 5:17
“Orad sin cesar.”
La oración es una herramienta poderosa que el Señor nos
ha dado para que la utilicemos para nuestro beneficio. Es el medio que tenemos
para hablar con Dios, es decir, para comunicarnos con él. Desde la Creación, el
plan de Dios fue tener una relación íntima con el ser humano. A través de los
siglos él no ha cambiado, y en su Palabra nos exhorta a buscar esa relación por
medio de la oración.
Hay un poder sobrenatural en la oración, pero es necesario
que lo creamos para que sea efectivo. Jesús les dijo a sus discípulos en Marcos
11:24: “Por tanto, os digo que todo lo que pidiereis orando, creed que lo
recibiréis, y os vendrá”. Cuando pedimos, debemos hacerlo principalmente con el
fin de que se haga la voluntad de Dios en nuestras vidas, y no teniendo como
fin fundamental satisfacer nuestros propios deseos. Entonces esta promesa se
convertirá en realidad, y recibiremos conforme a los propósitos de Dios, quien
conoce nuestras necesidades más íntimas. Así les dijo Jesús a sus discípulos:
“Vuestro Padre sabe de qué cosas tenéis necesidad, antes que vosotros le pidáis”
(Mateo 6:8). Si pedimos creyendo esto de corazón, siempre vamos a recibir más
de lo que esperábamos y de mucha mejor calidad, pues nuestro Dios “es poderoso
para hacer todas las cosas mucho más abundantemente de lo que pedimos o
entendemos”, dice Efesios 3:20.
Nuestra relación con los demás también se fortalece a
través de nuestra comunión con Dios. Es la voluntad del Señor que nos amemos
unos a los otros. Este amor podemos expresarlo intercediendo unos por los
otros. Santiago 5:16 dice: “Confesaos vuestras ofensas unos a otros, y orad
unos por otros, para que seáis sanados. La oración eficaz del justo puede mucho”.
Oración eficaz es aquella que tiene poder, que produce resultados. Tenemos que
creer lo que decimos cuando oramos. No debemos orar de manera automática sin
una dirección o propósito específico.
La frecuencia con que oramos define nuestra comunión con
el Señor. Ya sea para hacerle una petición, o adorarlo, o alabarlo, o
arrepentirnos de algún pecado, o para darle gracias, cada vez que oramos
fortalecemos nuestra relación con nuestro Padre celestial. En el pasaje de hoy,
el apóstol Pablo nos exhorta a orar “sin cesar” porque él llegó a entender
profundamente la importancia y el poder de la oración. Cuando Pablo dice: “Orad
sin cesar”, no se refiere específicamente al acto de orar de rodillas, o con
los ojos cerrados, o cuando estamos en el templo; esto no podemos hacerlo en todo
momento. Su consejo, realmente, es una exhortación a que vivamos en constante
comunión con Dios. Tenemos un ejemplo de esto en Mateo 17, donde Jesús liberó a
un muchacho reprendiendo a un demonio que lo atormentaba, después que los
discípulos trataron infructuosamente. Entonces el Señor les dijo: “Este género
no sale sino con oración y ayuno”. Sin embargo, en aquel momento Jesús no hizo
ninguna oración. Él vivía en constante comunión con el Padre.
Busquemos esa íntima comunión con nuestro Padre celestial,
no solamente teniendo un tiempo de oración y leyendo su Palabra cada día, sino
también cuando manejamos el automóvil, mientras andamos de compras, durante el
día en el trabajo, o en cualquier otro lugar. Basta con sólo unas palabras como
“Te amo Padre”, o “Ayúdame Señor”, o “Gracias Jesús”, o una corta intercesión
como “Dios mío, bendice a Fulana”. Lo importante es que nuestra mente esté
ocupada constantemente por pensamientos que agraden al Señor y glorifiquen su
nombre.
ORACIÓN:
Querido Padre celestial, te ruego me ayudes a mantenerme
en constante comunión contigo. Que mis pensamientos, mis palabras y mis
acciones reflejen las enseñanzas de tu Hijo Jesucristo y en todo momento tu
nombre sea glorificado a través de mi testimonio. En el nombre de Jesús, Amén.
¡Gracia y Paz!
Dios te Habla
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