miércoles, 23 de abril de 2014

¿Temes a la crítica por servir a Dios?





¿Temes a la crítica por servir a Dios?

Mateo 26:6-13
“Y hallándose Jesús en Betania, en casa de Simón el leproso, se le acercó una mujer con un frasco de alabastro de perfume muy costoso, y lo derramó sobre su cabeza cuando estaba sentado a la mesa. Pero al ver esto, los discípulos se indignaron, y decían: ¿Para qué este desperdicio? Porque este perfume podía haberse vendido a gran precio, y el dinero habérselo dado a los pobres. Pero Jesús, dándose cuenta, les dijo: ¿Por qué molestáis a la mujer? Pues buena obra ha hecho conmigo. Porque a los pobres siempre los tendréis con vosotros, pero a mí no siempre me tendréis. Pues al derramar ella este perfume sobre mi cuerpo, lo ha hecho a fin de prepararme para la sepultura. En verdad os digo: Dondequiera que este evangelio se predique, en el mundo entero, se hablará también de lo que ésta ha hecho, en memoria suya”.

Todos pasamos por momentos en nuestras vidas en que somos juzgados, censurados o criticados por algo que hemos hecho. Siempre ocasiona dolor el ser criticados o humillados por alguien, pero especialmente cuando nuestra acción ha sido motivada por un deseo de servir y agradar a Dios. En el pasaje de hoy, aquella mujer tomó un frasco de perfume “muy costoso” y lo derramó sobre la cabeza de Jesús mientras él estaba sentado a la mesa. La Biblia no dice que sucedió algo espectacular en esa ocasión como consecuencia de ese gesto de amor de aquella mujer. No hubo almas salvadas, nadie se convirtió, ni hubo ninguna manifestación de aprobación de parte de los que estaban en la habitación. Todo lo contrario, la mujer fue censurada severamente por los discípulos de Jesús. Su acción fue interpretada por ellos como ilógica, extravagante e irresponsable. Y por eso la criticaron duramente. Pero el Señor vio aquel acto de una manera completamente distinta. El elogio que él hizo de este amoroso sacrificio fue sorprendente. Para él, esto merecía ser inmortalizado para siempre.

Jesús vio lo que nadie pudo ver en aquel momento. Él vio lo que había en el corazón de aquella mujer, y le agradó. Él fue capaz de ver un amor desbordante capaz de sacrificar probablemente su posesión de más valor con el fin de adorar y bendecir a su Señor. Los demás se fijaron en lo exterior, en lo que ella estaba haciendo, y así juzgaron y llegaron a sus propias conclusiones. La Biblia nos cuenta de un evento sucedido varios siglos antes de esta situación en la que vemos que el Señor siempre mira nuestro interior y no las apariencias externas. Cuando Dios ordenó al profeta Samuel que ungiera a uno de los hijos de Isaí como el próximo rey de Israel, dejó bien establecido lo que es más importante para él. Así le dijo el Señor a Samuel: “No mires a su parecer, ni a lo grande de su estatura, porque yo lo desecho; porque Jehová no mira lo que mira el hombre; pues el hombre mira lo que está delante de sus ojos, pero Jehová mira el corazón” (1 Samuel 16:7).

Basado en este principio, el apóstol Pablo escribió en su carta a los colosenses: “Y todo lo que hagáis, hacedlo de corazón, como para el Señor y no para los hombres; sabiendo que del Señor recibiréis la recompensa de la herencia, porque a Cristo el Señor servís” (Colosenses 3:23-24). Nunca desaproveches una oportunidad de hacer algo para agradar al Señor, aunque te arriesgues a ser criticado, y hasta humillado por los demás. La recompensa la recibirás de Aquel que está al tanto de todo lo que sucede, y que puede bendecirte abundantemente.

A veces, nuestras intenciones de servir y agradar a Dios parecen generar sólo incomprensión e incluso críticas de nuestros familiares y amigos. Y quizás lleguemos a preguntamos si Dios nota nuestros esfuerzos por agradarle. La enseñanza de hoy debe eliminar toda duda de nuestras mentes. El Señor siempre está atento a los más mínimos detalles de nuestras vidas. Aún cuando nuestros esfuerzos por agradarle carezcan de sentido para el mundo hostil que nos rodea, Dios puede ver lo que hay en nuestros corazones y entonces bendecirnos abundantemente.

ORACION:
Querido Padre celestial, yo deseo agradarte en todo, pero a veces me cohíbo de hacerlo por temor a la crítica de los demás. Te ruego me des la fe y el valor para actuar siempre pensando en glorificar tu nombre, sabiendo que tú puedes ver mi corazón. Te lo pido en el nombre de Jesús, Amén.

“Gracia y Paz”
Dios te Habla

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