¿Temes a la crítica por servir a Dios?
Mateo 26:6-13
“Y hallándose Jesús en Betania,
en casa de Simón el leproso, se le acercó una mujer con un frasco de alabastro
de perfume muy costoso, y lo derramó sobre su cabeza cuando estaba sentado a la
mesa. Pero al ver esto, los discípulos se indignaron, y decían: ¿Para qué este
desperdicio? Porque este perfume podía haberse vendido a gran precio, y el
dinero habérselo dado a los pobres. Pero Jesús, dándose cuenta, les dijo: ¿Por
qué molestáis a la mujer? Pues buena obra ha hecho conmigo. Porque a los pobres
siempre los tendréis con vosotros, pero a mí no siempre me tendréis. Pues al
derramar ella este perfume sobre mi cuerpo, lo ha hecho a fin de prepararme
para la sepultura. En verdad os digo: Dondequiera que este evangelio se
predique, en el mundo entero, se hablará también de lo que ésta ha hecho, en memoria
suya”.
Todos pasamos por momentos en
nuestras vidas en que somos juzgados, censurados o criticados por algo que
hemos hecho. Siempre ocasiona dolor el ser criticados o humillados por alguien,
pero especialmente cuando nuestra acción ha sido motivada por un deseo de
servir y agradar a Dios. En el pasaje de hoy, aquella mujer tomó un frasco de
perfume “muy costoso” y lo derramó sobre la cabeza de Jesús mientras él estaba
sentado a la mesa. La Biblia no dice que sucedió algo espectacular en esa
ocasión como consecuencia de ese gesto de amor de aquella mujer. No hubo almas
salvadas, nadie se convirtió, ni hubo ninguna manifestación de aprobación de
parte de los que estaban en la habitación. Todo lo contrario, la mujer fue
censurada severamente por los discípulos de Jesús. Su acción fue interpretada
por ellos como ilógica, extravagante e irresponsable. Y por eso la criticaron
duramente. Pero el Señor vio aquel acto de una manera completamente distinta.
El elogio que él hizo de este amoroso sacrificio fue sorprendente. Para él,
esto merecía ser inmortalizado para siempre.
Jesús vio lo que nadie pudo
ver en aquel momento. Él vio lo que había en el corazón de aquella mujer, y le
agradó. Él fue capaz de ver un amor desbordante capaz de sacrificar
probablemente su posesión de más valor con el fin de adorar y bendecir a su
Señor. Los demás se fijaron en lo exterior, en lo que ella estaba haciendo, y
así juzgaron y llegaron a sus propias conclusiones. La Biblia nos cuenta de un
evento sucedido varios siglos antes de esta situación en la que vemos que el
Señor siempre mira nuestro interior y no las apariencias externas. Cuando Dios
ordenó al profeta Samuel que ungiera a uno de los hijos de Isaí como el próximo
rey de Israel, dejó bien establecido lo que es más importante para él. Así le
dijo el Señor a Samuel: “No mires a su parecer, ni a lo grande de su estatura,
porque yo lo desecho; porque Jehová no mira lo que mira el hombre; pues el
hombre mira lo que está delante de sus ojos, pero Jehová mira el corazón” (1
Samuel 16:7).
Basado en este principio, el
apóstol Pablo escribió en su carta a los colosenses: “Y todo lo que hagáis,
hacedlo de corazón, como para el Señor y no para los hombres; sabiendo que del
Señor recibiréis la recompensa de la herencia, porque a Cristo el Señor servís”
(Colosenses 3:23-24). Nunca desaproveches una oportunidad de hacer algo para
agradar al Señor, aunque te arriesgues a ser criticado, y hasta humillado por
los demás. La recompensa la recibirás de Aquel que está al tanto de todo lo que
sucede, y que puede bendecirte abundantemente.
A veces, nuestras intenciones
de servir y agradar a Dios parecen generar sólo incomprensión e incluso
críticas de nuestros familiares y amigos. Y quizás lleguemos a preguntamos si
Dios nota nuestros esfuerzos por agradarle. La enseñanza de hoy debe eliminar
toda duda de nuestras mentes. El Señor siempre está atento a los más mínimos
detalles de nuestras vidas. Aún cuando nuestros esfuerzos por agradarle
carezcan de sentido para el mundo hostil que nos rodea, Dios puede ver lo que
hay en nuestros corazones y entonces bendecirnos abundantemente.
ORACION:
Querido Padre celestial, yo
deseo agradarte en todo, pero a veces me cohíbo de hacerlo por temor a la
crítica de los demás. Te ruego me des la fe y el valor para actuar siempre
pensando en glorificar tu nombre, sabiendo que tú puedes ver mi corazón. Te lo
pido en el nombre de Jesús, Amén.
“Gracia y Paz”
Dios te Habla
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