jueves, 27 de febrero de 2014

¡LA GRANDEZA DE DIOS ES INESCRUTABLE!



Isaías 40:21-26
“¿No sabéis? ¿No habéis oído? ¿Nunca os lo han dicho desde el principio? ¿No habéis sido enseñados desde que la tierra se fundó? El está sentado sobre el círculo de la tierra, cuyos moradores son como langostas; él extiende los cielos como una cortina, los despliega como una tienda para morar. El convierte en nada a los poderosos, y a los que gobiernan la tierra hace como cosa vana. Como si nunca hubieran sido plantados, como si nunca hubieran sido sembrados, como si nunca su tronco hubiera tenido raíz en la tierra; tan pronto como sopla en ellos se secan, y el torbellino los lleva como hojarasca. ¿A qué, pues, me haréis semejante o me compararéis? dice el Santo. Levantad en alto vuestros ojos, y mirad quién creó estas cosas; él saca y cuenta su ejército; a todas llama por sus nombres; ninguna faltará; tal es la grandeza de su fuerza, y el poder de su dominio”

Este pasaje nos habla de la infinita grandeza y sabiduría de Dios. Ochocientos años antes del nacimiento de Jesucristo, el profeta Isaías, por revelación divina, escribió que Dios “está sentado sobre el círculo de la tierra”. Muchos siglos después los científicos todavía discutían sobre la forma de la tierra, y la mayoría de ellos aseguraba que era plana. Unos 500 años antes de Cristo, por primera vez el filósofo griego Pitágoras habló sobre la teoría de que la tierra era esférica. Sin embargo pasaron siglos hasta que en 1492 Cristóbal Colón en su viaje a América y después Fernando de Magallanes al circunnavegar la tierra en 1519 proveyeron evidencia práctica de la forma redonda de nuestro planeta.

¿Acaso puede haber alguna duda de la infinita sabiduría de Dios? La Biblia establece que Dios es Omnisciente, es decir que todo, absolutamente todo lo sabe. Dios es también Omnipotente, o sea todo lo puede. Los extraordinarios milagros descritos desde Génesis hasta Apocalipsis demuestran su infinito poder. Y en Jeremías 32:27 Dios dice: “He aquí que yo soy Jehová, Dios de toda carne; ¿habrá algo que sea difícil para mí?” Dios es además Omnipresente, es decir, puede estar en todo lugar simultáneamente. David escribe en el Salmo 139:7-8: “¿A dónde me iré de tu Espíritu? ¿Y a dónde me iré de tu presencia? Si subiere a los cielos allí, estás tú; y si en el seol hiciere mi estrado, he aquí, allí tú estás”.

También la Biblia afirma que Dios es eterno. Él siempre ha sido y siempre será. Su nombre es YO SOY, dice Éxodo 3:14. Él no ha tenido principio ni tendrá fin. Nunca ha habido un tiempo en el cual no haya gobernado, pues no se le puede sujetar al tiempo ni al espacio. Así lo expresó Moisés en Salmo 90:1-2: “Señor, tú nos has sido refugio de generación en generación. Antes que naciesen los montes y formases la tierra y el mundo, desde el siglo y hasta el siglo, tú eres Dios”. Muchos científicos anhelan sostener la idea de que la creación fue fruto de una gigantesca explosión. Pero, ¿qué hubo antes de la explosión? Responderán: “La materia”. Pero, ¿qué hubo antes de la materia? Y en este punto no tienen respuesta alguna. Sus filosofías y razonamientos se quedan en el aire. Tiene que haber algo más allá de toda materia, y ese algo es ALGUIEN, el eterno Dios que siempre ha existido.

Por último, Dios no cambia. Él es por naturaleza inmutable. Por eso podemos confiar plenamente en todas sus promesas con la seguridad de que las cumplirá fielmente. La Biblia dice en Malaquías 3:6: “Porque yo Jehová no cambio; por esto, hijos de Jacob, no habéis sido consumidos”. Dios no cambia en su esencia o carácter, pues no hay manera de alterar lo que es completamente perfecto. Dios es completo y total. No le hace falta nada.

Por todo esto y por su infinito amor, su misericordia, su gracia y su fidelidad, dice el Salmo 145:3 que “su grandeza es inescrutable”. Y nosotros podemos contar con esa grandeza. Por eso Colosenses 2:10 afirma que nosotros estamos “completos en él, que es la cabeza de todo principado y potestad”. No necesitamos nada más. Ciertamente nuestro Dios merece nuestra constante alabanza y adoración. Como dijese el salmista en el Salmo 150: “Alabad a Dios en su santuario; alabadle en la magnificencia de su firmamento. Alabadle por sus proezas; alabadle conforme a la muchedumbre de su grandeza”.

ORACIÓN:
Bendito Dios, me uno al espíritu del salmista para alabarte de todo corazón por lo que tú eres y por lo que estás haciendo en mi vida. Gracias Señor. En el nombre de Jesús, Amén.

“Gracia y Paz”
Dios te Habla


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