1 Corintios
10:12,13
"Así que,
el que piensa estar firme, mire que no caiga. No os ha sobrevenido ninguna
tentación que no sea humana; pero fiel es Dios, que no os dejará ser tentados
más de lo que podéis resistir, sino que dará también juntamente con la
tentación la salida, para que podáis soportar"
Imagínate que te
encuentras en medio de un bosque en llamas. Las lengüetas de fuego vienen desde
arriba, se levantan desde abajo y danzan de un lado a otro por todas partes. Tú
sientes miedo, te quedas sin respiración y piensas que todo está perdido. De
pronto ves una ruta libre de fuego que empieza donde tú te encuentras y termina
en un lugar fuera de peligro. ¿Qué haces tú? Bueno, sin duda alguna corres de
inmediato a ese pasillo de seguridad, tratando de librarte de las llamas. ¿Cómo
responderías tú si alguien te dice: "Tú sabes, yo en tu lugar correría
directamente al fuego y vería lo que sucede"? Totalmente absurdo. ¿Por qué
alguien escogería correr en dirección al peligro en lugar de ir hacia la
seguridad tomando una clara ruta de escape?
Cuando
enfrentamos la tentación, sucede algo semejante a estar parados en medio de un
bosque en llamas. El peligro nos rodea por todos lados presentándonos un dilema
y la necesidad de tomar una decisión. El problema, sin embargo, es que aquí el
fuego parece invitarnos a tomar la ruta hacia él. No sólo el peligro parece no
existir sino que realmente aparenta ser una fuente de gozo. Pero lo cierto es
que el gozo nunca es el resultado de ceder a la tentación. Quizás haya un
disfrute momentáneo, pero no satisface plenamente y se desvanece con rapidez.
Rendirnos ante la tentación solamente nos conducirá al pecado y nos traerá terribles
consecuencias que, tarde o temprano, nos harán sufrir y lamentarnos de haber
tomado esa decisión.
Afortunadamente,
Dios ha prometido a sus hijos que él nunca permitirá que seamos “tentados más
de lo que podamos resistir”, dice el pasaje de hoy, sino que siempre proveerá
una salida de escape. Depende de nosotros escoger esa salida. Nuestra
naturaleza carnal siempre nos empujará hacia el lado de la tentación y el
pecado. De esto debemos estar concientes. ¿Qué hacer entonces? Debemos seguir
el consejo que Jesús dio a sus discípulos, allí en Getsemaní, a pocas horas de
su muerte cuando se debatía en medio de la tentación de ir en dirección
contraria a la cruz. La carne le indicaba que huyera de aquel enorme
sacrificio; su espíritu, por el contrario, le recordaba su responsabilidad en
el plan de salvación confeccionado por el Padre. Allí, después de postrarse en
oración tres veces, el Señor les dijo: “Velad y orad, para que no entréis en
tentación; el espíritu a la verdad está dispuesto, pero la carne es débil”
(Mateo 26:41).
Entonces, ¿qué
debemos hacer para rechazar la tentación y actuar conforme a la voluntad de
Dios? Primero, debemos velar, es decir estar constantemente alertas de las
maquinaciones y artimañas del diablo. No olvidemos que el enemigo puede poner
pensamientos en nuestra mente, también puede usar la televisión, o una persona,
o cualquier otro medio. Segundo, debemos mantenernos en oración buscando la
fortaleza espiritual que viene de Dios. El apóstol Pablo en su carta a los
efesios los aconseja de la siguiente manera: “Por lo demás, hermanos míos,
fortaleceos en el Señor, y en el poder de su fuerza” (Efesios 6:10). Y en el
versículo 18 les dice: “Orando en todo tiempo con toda oración y súplica en el
Espíritu, y velando en ello con toda perseverancia y súplica por todos los
santos”. Velar y orar. Esta es nuestra parte. Entonces el Señor nos enseñará la
salida, y nos conducirá ilesos fuera del bosque en llamas.
ORACIÓN:
Padre Santo, me
postro ante tu trono de gracia en oración y súplica y te ruego que me des discernimiento
espiritual para reconocer las tentaciones, y la fuerza y el valor para alejarme
de ellas. En el nombre de Jesús, Amén.
“Gracia y Paz”
Dios te Habla
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