Lucas 3:8
“Haced, pues, frutos dignos de arrepentimiento”.
Hechos 26:20
“Anuncié… que se arrepintiesen y se convirtiesen a Dios, haciendo obras
dignas de arrepentimiento”.
Arrepentirse es mucho más que lamentarse por las faltas cometidas. También
es sentir tristeza y vergüenza ante Dios por haberlo deshonrado. El
arrepentimiento conlleva una nueva manera de pensar y de vivir a partir del
momento en que uno se arrepiente. Transforma nuestro plan de vida, nuestros
valores, nuestra moral y nuestras acciones, por el hecho de que empezamos a ver
el mundo con los ojos de Dios. Para una transformación así es necesario dejar
completamente de lado al yo.
El llamado al arrepentimiento es uno de los temas más constantes de la Biblia. La necesidad de
arrepentirse está claramente mostrada en los mandamientos dados a Moisés, y se
repite continuamente en los profetas.
También es un punto predominante en el Nuevo Testamento. Es el único
mensaje de Juan el Bautista: “Arrepentíos, porque el reino de los cielos se ha
acercado” (Mateo 3:2). Una de las primeras palabras pronunciadas por Jesús en
público fue: “Arrepentíos, y creed en el evangelio” (Marcos 1:15). Antes de ir
al cielo, Jesús dijo a sus discípulos que el arrepentimiento para perdón sería
predicado en su nombre a todas las naciones. Las palabras «arrepentirse» y
«arrepentimiento» aparecen más de cuarenta veces en el Nuevo Testamento.
El arrepentimiento es un elemento indispensable para la conversión a
Jesucristo. En seguida, los que son realmente convertidos muestran mediante sus
actos la realidad de ese cambio.
“Gracia y Paz”
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