Mateo 26:47-54
“Mientras
todavía hablaba, vino Judas, uno de los doce, y con él mucha gente con espadas
y palos, de parte de los principales sacerdotes y de los ancianos del pueblo. Y
el que le entregaba les había dado señal, diciendo: Al que yo besare, ése es;
prendedle. Y en seguida se acercó a Jesús y dijo: ¡Salve, Maestro! Y le besó. Y
Jesús le dijo: Amigo, ¿a qué vienes? Entonces se acercaron y echaron mano a
Jesús, y le prendieron. Pero uno de los que estaban con Jesús, extendiendo la
mano, sacó su espada, e hiriendo a un siervo del sumo sacerdote, le quitó la
oreja. Entonces Jesús le dijo: Vuelve tu espada a su lugar; porque todos los
que tomen espada, a espada perecerán. ¿Acaso piensas que no puedo ahora orar a
mi Padre, y que él no me daría más de doce legiones de ángeles? ¿Pero cómo
entonces se cumplirían las Escrituras, de que es necesario que así se haga?”.
Este pasaje nos
muestra la reacción de uno de los discípulos de Jesús al ver la traición de que
estaba siendo objeto su amado Maestro. En Juan 18:10 leemos que este discípulo
fue Simón Pedro, el cual actuando impulsivamente le cortó la oreja a “un siervo
del sumo sacerdote”. Pedro reaccionó con toda buena intención, pensando que era
lo mejor que podía hacer en ese momento. Pero la respuesta del Señor no dejó
duda de que en realidad lo correcto era todo lo contrario. Ordenándole que
guardara su espada le dijo: "¿Acaso piensas que no puedo ahora orar a mi
Padre, y que él no me daría más de doce legiones de ángeles? ¿Pero cómo
entonces se cumplirían las Escrituras, de que es necesario que así se haga?”
Dios tenía un plan, y en ese maravilloso plan para salvar a la humanidad se
contemplaba esta situación. Estaba escrito, era necesario que sucediera de esta
manera. Jesús lo había compartido con sus discípulos en más de una ocasión. Sin
embargo Pedro, con su actitud, no hizo más que oponerse al desarrollo del plan
divino.
A lo largo de
nuestras vidas, todos sin excepción nos enfrentaremos a situaciones difíciles,
algunas de los cuales nos afectan profundamente. Insistimos en resolverlas y a
menudo oramos diciendo: “¡Señor, por favor cambia estas circunstancias!” Sin
embargo, Dios muy bien podría estar diciendo: “Déjame a mí ser parte de esas
circunstancias. Permíteme cambiarte a ti antes que a ellas”. El Señor tiene
planes de bienestar para la vida de sus hijos, dice la Biblia en Jeremías 29:11.
Pero quizás para que algunos de esos planes se lleven a cabo se requiera que
pasemos por ciertas pruebas dolorosas con el fin de eliminar de nosotros todo
aquello que afecte nuestra relación con Dios, de la misma manera que para la
cura de una enfermedad podría ser necesaria una dolorosa operación.
Un reconocido
Pastor y escritor contó la siguiente historia: “A un hombre de corazón sencillo
le preguntaron qué hacía para vivir en tal estado de tranquilidad aun cuando
estaba rodeado de circunstancias adversas. Su respuesta fue profunda y al mismo
tiempo sencilla: ‘He aprendido a cooperar con lo inevitable’”. Muy pocas
personas tienen ese enfoque tan sabio y tan práctico de la vida. La mayoría de
nosotros luchamos contra las circunstancias y nos quejamos de ellas, y al mismo
tiempo creemos que “estamos rendidos a la voluntad de Dios”.
Una conocida
oración, cuyo autor fue el teólogo estadounidense Reinhold Niebuhr (1892-1971),
dice lo siguiente: “Señor, concédeme la serenidad para aceptar las cosas que no
puedo cambiar, valor para cambiar aquellas que puedo y sabiduría para reconocer
la diferencia”. Esta debe ser nuestra actitud. En primer lugar buscar la
sabiduría de lo alto para ser capaces de identificar si la situación en que nos
encontramos ha sido producto de la voluntad de Dios, y si es así entonces pedir
al Señor el valor y la fortaleza para aceptar tranquilamente su plan confiados
en que al final él nos dará la victoria.
Dedica tiempo
diariamente a la lectura de la
Biblia. Pasa tiempo en oración, no de una manera rutinaria o
apática como si fuera una obligación sino deseando de todo corazón recibir la
revelación divina de esa poderosa palabra. Y pide a Dios sabiduría y
discernimiento para entender su voluntad. Con seguridad habrá cambios en tu
manera de actuar.
ORACIÓN:
Padre santo, te
ruego me des sabiduría y discernimiento espiritual para actuar con paciencia
ante las pruebas de manera que tus planes se cumplan en mi vida. En el nombre
de Jesús, Amén.
“Gracia y Paz”
Dio te Habla
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