Hechos 4:5-13
“Aconteció al día siguiente, que
se reunieron en Jerusalén los gobernantes, los ancianos y los escribas, y el
sumo sacerdote Anás, y Caifás y Juan y Alejandro, y todos los que eran de la
familia de los sumos sacerdotes; y poniéndoles en medio, les preguntaron: ¿Con
qué potestad, o en qué nombre, habéis hecho vosotros esto? Entonces Pedro,
lleno del Espíritu Santo, les dijo: Gobernantes del pueblo, y ancianos de
Israel: Puesto que hoy se nos interroga acerca del beneficio hecho a un hombre
enfermo, de qué manera éste haya sido sanado, sea notorio a todos vosotros, y a
todo el pueblo de Israel, que en el nombre de Jesucristo de Nazaret, a quien
vosotros crucificasteis y a quien Dios resucitó de los muertos, por él este
hombre está en vuestra presencia sano. Este Jesús es la piedra reprobada por
vosotros los edificadores, la cual ha venido a ser cabeza del ángulo. Y en
ningún otro hay salvación; porque no hay otro nombre bajo el cielo, dado a los
hombres, en que podamos ser salvos. Entonces viendo el denuedo de Pedro y de
Juan, y sabiendo que eran hombres sin letras y del vulgo, se maravillaban; y
les reconocían que habían estado con Jesús”.
Pedro y Juan habían sanado a un
hombre cojo de nacimiento. Esto irritó a las autoridades religiosas, las cuales
se reunieron y los mandaron a buscar para interrogarlos. Lo primero que les
preguntaron fue: “¿Con qué potestad, o en qué nombre, habéis hecho vosotros
esto?” Esto dio oportunidad a Pedro para testificar de Jesucristo ante aquellos
mismos hombres que habían sentenciado al Señor. ¿Acaso no sabía Pedro que su
vida estaba en peligro al actuar de esa manera? Por supuesto que sí. Pero
estaba dispuesto a enfrentarse a la misma muerte con el fin de llevar adelante
la misión de predicar el evangelio a toda criatura, como les había encomendado
Jesús después de la resurrección. Y dice este pasaje que “viendo el denuedo de
Pedro y de Juan… se maravillaban; y les reconocían que habían estado con Jesús”.
“Denuedo” significa valor,
intrepidez, determinación. Aquellos mismos hombres que huyeron despavoridos
cuando fueron a arrestar a Jesús en el huerto de Getsemani y que se escondieron
de los judíos por miedo a que les pasara lo mismo que a su líder, de pronto
tuvieron el valor para enfrentarse a todos ellos, y hasta dar sus vidas por la
causa de Cristo. ¿A que se debió tan increíble transformación en la vida de
estos hombres? Antes de ascender al cielo, Jesús no sólo les dio a ellos
instrucciones de lo que debían hacer, sino que les dejó la promesa de que
recibirían poder cuando hubiese venido sobre ellos el Espíritu Santo (Hechos
1:8). Y esta promesa se hizo realidad el día de Pentecostés, llenando a los
apóstoles de poder y de valor para llevar a cabo tan difícil misión.
En el Antiguo Testamento leemos
acerca de un joven llamado Josué, el cual se convirtió en un hombre de un valor
a toda prueba. Dios le asignó la tarea de tomar el lugar de Moisés, el único
líder que los israelitas habían conocido y le pidió que tomara el mando de un
pueblo con muy poca experiencia militar e invadiera una región de naciones
enemigas con ejércitos poderosos. Y aún más difícil, Dios esperaba de él que
hiciera lo que Moisés no pudo hacer: establecer al rebelde pueblo de Israel en la Tierra Prometida a
la que ellos se negaron a entrar 40 años antes. ¿Qué le dio Dios a Josué que lo
llenó del valor que necesitaba? Le dio instrucciones precisas y sobretodo la
promesa de su santa y poderosa presencia. Dice Josué 1:9: "Mira que te
mando que te esfuerces y seas valiente; no temas ni desmayes, porque Jehová tu
Dios estará contigo en dondequiera que vayas".
Nosotros también tenemos las
instrucciones que la palabra de Dios nos da para vivir una vida victoriosa, y
tenemos el Espíritu Santo, que mora en nosotros, el cual nos da el poder, la
sabiduría y el valor para llevar a cabo estas instrucciones. Sólo tenemos que
establecer una íntima comunión con Dios por medio de la lectura de la Biblia y la oración
diariamente. Entonces el Espíritu Santo tomará el control de nuestras vidas y
podremos enfrentarnos con valor a toda situación difícil que se presente.
ORACIÓN:
Bendito Señor y Dios, te doy
gracias porque puedo llegarme a ti en momentos en que el temor y la duda me
impiden obedecerte. Aumenta mi fe, y dame el valor para obedecer siempre tu
palabra de manera que tu nombre sea glorificado en mi vida. En el nombre de
Jesús, Amén.
“Gracia y Paz”
Dios te Habla
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