Hechos 1:8
“Recibiréis poder, cuando haya
venido sobre vosotros el Espíritu Santo, y me seréis testigos en Jerusalén, en
toda Judea, en Samaria, y hasta lo último de la tierra”.
Poder espiritual es la energía
divina que Dios desea manifestar en nosotros y a través de nosotros, y la
autoridad divina que se requiere para llevar adelante la obra que Dios nos ha
encomendado. Este poder no es solamente para predicadores, evangelistas, o para
aquellos que trabajan en un determinado ministerio, sino que está disponible
para todo creyente que voluntaria y concientemente se rinde día tras día en
sumisión y obediencia al Espíritu Santo.
El pasaje de hoy se refiere al
poder del Espíritu Santo en relación a testificar y a glorificar a Dios. Es su
poder obrando en nosotros quien nos capacita y nos da el valor para llevar
adelante su obra. Aquí Jesús les dice a sus discípulos lo que harían una vez
hubiesen recibido el divino poder: “Me seréis testigos en Jerusalén, en toda
Judea, en Samaria, y hasta lo último de la tierra.” Y una vez fueron llenos del
Espíritu Santo (Hechos 2:4), los discípulos cumplieron fielmente la misión
encomendada por el Señor, a pesar de todas las dificultades que encontraron en
su camino, las amenazas, encarcelamientos, golpes, latigazos, torturas de todo
tipo y hasta la muerte.
En su segunda carta a los
corintios, capítulo 12, el apóstol Pablo se refiere a “un aguijón" en su
carne. No se sabe a ciencia cierta qué era ese aguijón al que él se refirió,
pero sin duda era algo que le molestaba, le afectaba grandemente en su vida, y
de lo cual quería librarse. Y le pidió a Dios en repetidas ocasiones que se lo
quitara. La respuesta del Señor fue la graduación de Pablo en el proceso de
aprendizaje y crecimiento espiritual: “Bástate mi gracia; porque mi poder se
perfecciona en la debilidad” (2 Corintios 12:9). Realmente es muy difícil de
entender este principio divino, pero es muy posible experimentarlo: Con Dios,
nuestra debilidad se convierte en nuestra mayor fortaleza. Cuando Pablo
entendió profundamente este principio espiritual, no solamente obtuvo la
fortaleza que necesitaba, sino que pudo decir con autoridad: “Por lo cual, por
amor a Cristo me gozo en las debilidades, en afrentas, en necesidades, en persecuciones,
en angustias; porque cuando soy débil, entonces soy fuerte”.
No podemos manipular el poder del
Espíritu Santo con el fin de usar a Dios. Todo lo contrario, experimentamos su
poder cuando somos humildes, reconocemos nuestra incapacidad y nos rendimos
totalmente para ser usados por él. Dios manifiesta su poder por medio de
nosotros cuando caminamos en completa obediencia a su voluntad. Y solamente por
medio del poder de Dios podemos manifestar “amor, gozo, paz, paciencia,
benignidad, bondad, fe, mansedumbre y templanza”, lo cual revela en nosotros el
carácter de Cristo. Este es el fruto del Espíritu del cual nos habla Gálatas
5:22-23.
¿Quieres experimentar el poder de
Dios plenamente en tu vida?
Decide hoy rendir tu vida al
Señor completamente, no a medias. Dios espera de nosotros obediencia absoluta.
Mientras seamos selectivos en nuestra obediencia a Dios, mientras haya áreas de
nuestras vidas que permanezcan fuera de su voluntad, mientras nos consideremos
fuertes y capaces de lograr el éxito con nuestras propias fuerzas, no podremos
experimentar plenamente el poder de Dios. Cuando un enemigo levanta sus brazos
y se rinde al ejército contrario es porque ha entendido que no vale la pena
seguir luchando, que ya no tiene fuerzas, que no tiene posibilidades de ganar.
Nosotros tenemos que llegar a este punto delante de Dios. Tenemos que reconocer
categóricamente nuestra debilidad e incapacidad y depender de él en todo, para
que su poder se perfeccione en nuestra debilidad.
Cuando logremos humillarnos y
cedamos al Señor nuestra voluntad, entonces comenzaremos a experimentar su
gracia y su poder de maneras que nunca antes habíamos experimentado.
ORACIÓN:
Padre santo, yo anhelo recibir el
poder de tu Santo Espíritu en toda su plenitud, y que tú te manifiestes obrando
a través de mí para honra y gloria de tu nombre. Por favor, ayúdame a someterme
a ti totalmente, derriba las fortalezas espirituales que impiden que yo rinda a
tu voluntad todas esas áreas de mi vida que no glorifican tu nombre. En el
nombre de Jesús, Amén.
“Gracia y Paz”
Dios te Habla
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