Romanos 14:7-12
“Porque ninguno de nosotros vive
para sí, y ninguno muere para sí. Pues si vivimos, para el Señor vivimos; y si
morimos, para el Señor morimos. Así pues, sea que vivamos, o que muramos, del
Señor somos. Porque Cristo para esto murió y resucitó, y volvió a vivir, para
ser Señor así de los muertos como de los que viven. Pero tú, ¿por qué juzgas a
tu hermano? O tú también, ¿por qué menosprecias a tu hermano? Porque todos
compareceremos ante el tribunal de Cristo. Porque escrito está: Vivo yo, dice
el Señor, que ante mí se doblará toda rodilla, Y toda lengua confesará a Dios.
De manera que cada uno de nosotros dará a Dios cuenta de sí”.
Hay personas que no obstante de
haber puesto su fe en Jesús como Salvador personal de sus vidas, siguen
viviendo en rebeldía contra Él. ¿Por qué dicen seguir al Hijo de Dios pero se
niegan a servirle?
La respuesta es que la salvación
es solamente el primer paso. El destino eterno de cualquier persona que recibe
a Jesucristo está sellado para siempre —irá al cielo. Pero la salvación no
garantiza una vida piadosa o fructífera aquí en la Tierra.
La voluntad del Padre celestial
es que vivamos bajo el señorío de su Hijo. Eso significa que debemos someternos
a Jesús como el único que está a cargo de nuestra vida. Las decisiones de cada
día y el liderazgo de aquellos que están bajo nuestro cuidado, están en última
instancia en las manos de Dios, no de nosotros; Cristo nos da guía y dirección.
Aunque algunas veces cometeremos errores, tenemos que recordar que la gracia de
Dios es para personas imperfectas.
El problema es que normalmente
queremos darle a Dios dominio solamente sobre ciertos aspectos de nuestra vida.
Por ejemplo, muchos queremos que se aparte de nuestras finanzas, agendas y
carreras. Pero, cuando nos encontramos en la cama de un hospital, ¿quiénes de
nosotros le diría a Jesús que se desligara de nuestra salud? Por tanto, hazte
esta pregunta: ¿Es Jesús el Señor de mi vida, o no?
La experiencia de salvación
ocurre una sola vez, pero la vida cristiana continúa, porque el señorío de
Jesucristo sigue. Habrá un momento cuando todo creyente deberá reconocer que el
Hijo de Dios vino para más que salvarnos. Vino para ser el Dueño de nuestra
vida, para nuestro bien y para su gloria.
“Gracia y Paz”
Meditación Diaria
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