Isaías 41:10-13
“No temas, porque yo estoy
contigo; no desmayes, porque yo soy tu Dios que te esfuerzo; siempre te
ayudaré, siempre te sustentaré con la diestra de mi justicia. He aquí que todos
los que se enojan contra ti serán avergonzados y confundidos; serán como nada y
perecerán los que contienden contigo. Buscarás a los que tienen contienda
contigo, y no los hallarás; serán como nada, y como cosa que no es, aquellos
que te hacen la guerra. Porque yo Jehová soy tu Dios, quien te sostiene de tu
mano derecha, y te dice: No temas, yo te ayudo”.
Los seres humanos tenemos razones
legítimas para tener miedos, pues nuestro mundo tiene muchos peligros. Pero,
aunque nuestras circunstancias sean amedrentadoras, los cristianos no debemos
vivir con temor. Pues las maravillosas promesas de Dios nos permiten vivir
sosegadamente en medio de lo que nos rodea.
Para nuestra protección, Dios ha
infundido en nosotros algunos temores naturales, propios de nuestro instinto de
preservación, como el miedo a las serpientes o las aguas profundas. Además, el
Creador nos dio también un sistema de advertencia para que reaccionemos con
rapidez ante el peligro. Por ejemplo, si un automóvil viene a alta velocidad
hacia nosotros, una reacción instantánea de alarma puede salvarnos la vida.
En otras palabras, algunos
temores nos protegen. Pero el miedo constante y absorbente es dañino. Si bien,
nos preocupamos por los riesgos que pudiéramos enfrentar o nuestros seres
queridos, debemos confiar en Dios, en lugar de sentir angustia por todo lo malo
que podría ocurrir.
A medida que crece la ansiedad,
aumenta también la incertidumbre, hasta que ésta obstaculiza nuestra relación
con Dios. Los temores son resultados de nuestras dudas en cuanto al auxilio del
Señor. Eso hace que centremos nuestra atención en nuestras preocupaciones, en vez
de Aquel que ha prometido sostenernos en su mano.
El Señor nos brinda fortaleza
porque sabe cómo puede atormentarnos el temor. No permita que las
preocupaciones le cieguen a sus promesas y le priven de la ayuda que Él siempre
pone a nuestra disposición. La
Biblia nos recuerda: “Mi Dios, pues, suplirá todo lo que os
falta conforme a sus riquezas en gloria en Cristo Jesús” (Filipenses 4:19).
“Gracia y Paz”
Meditación Diaria
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