Salmo 56:3
“En el día que temo, yo en ti
[Dios] confío”.
Cuando mi hija gritó: «¡Mamá, un
bicho!», miré hacia donde señalaba y vi, fuera de una tienda de mascotas, la
araña más grande que jamás había visto. Tanto la araña como yo sabíamos que no
le permitiría entrar a la tienda, ni mucho menos acercarse a mi hija. Sin
embargo, cuando la enfrenté, descubrí que no podía dar ni un paso para poner
fin a la confrontación. Se me aceleró el pulso, tragué saliva y me dije algunas
palabras de aliento. Aun así, el miedo hizo que no pudiera moverme ni un
centímetro.
El temor es poderoso, y puede
superar la lógica del pensamiento y generar una conducta irracional. Gracias a
Dios, los creyentes no tienen por qué permitir que el miedo (a las personas,
las situaciones o, incluso, las arañas) gobierne nuestras acciones. Podemos
declarar: «En el día que temo, yo en ti [Dios] confío» (Salmo 56:3).
Adoptar esta postura contra el
miedo es coherente con la instrucción bíblica que expresa: «Fíate del Señor de
todo tu corazón, y no te apoyes en tu propia prudencia» (Proverbios 3:5).
Nuestra perspectiva puede inducirnos a sobreestimar el objeto que nos asusta y
a subestimar el poder de Dios. Cuando tenemos miedo, podemos depender de la
perspectiva divina (Isaías 40:28) y confiar en que su amor por nosotros «echa
fuera el temor» (1 Juan 4:18). La próxima vez que el miedo trepe a tu vida, no
entres en pánico. Dios es confiable aun en la oscuridad.
Confiar
en la fidelidad de Dios disipa nuestro temor.
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LEA: Salmo 56
Biblia en un año: 1 Corintios 9–12
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“Gracia y Paz”
Nuestro Pan Diario
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