Daniel 3:17
“He aquí nuestro Dios a quien
servimos puede librarnos del horno de fuego ardiendo…”
Envuelto en una manta en la
camioneta de mi abuelo, vi cómo el fuego consumía nuestra casa. Mi padre dice
que yo dormía profundamente mientras él nos llevaba a mí, a mi hermano y
nuestras mascotas a un lugar seguro. Cuando me desperté y vi las enormes
llamaradas, ya estaba a salvo. Era demasiado curioso y joven como para tener
miedo.
Recuerdo varias cosas de aquella
noche. Aunque estaba en la camioneta, el calor era intenso y el fuego,
cautivante. También recuerdo el temor en los rostros de todos mientras
revisaban una y otra vez para ver si todos los seres queridos estaban a salvo.
Tiempo después, me enteré de que, en el caos, mi padre corrió en medio del
fuego para buscar a mi abuelo, lo que impulsó a mi abuelo (el cual no estaba
dentro de la casa) a entrar corriendo para buscar a mi padre. La valentía de
ambos impactó a todos los que vieron eso aquella noche.
Me acuerdo de ese incendio cada
vez que leo la historia de Sadrac, Mesac y Abed-nego. Cuando los amenazaron con
el decreto que obligaba a inclinarse ante el rey o, de lo contrario, ser
ejecutados (Daniel 3:10-12), estos tres valientes enfrentaron el fuego por ser
fieles a Aquel a quien amaban (vv. 16-18). Y el Señor estuvo con ellos en medio
de las llamas (v. 25).
Cuando las «llamas» de la vida
nos prueben, quiera el Señor que aquellos que observan nuestras decisiones
reconozcan que amamos a los demás y a Dios.
Las
pruebas son el terreno donde crece la fe.
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LEA: Daniel 3:10-25
Biblia en un año: Daniel 1–3
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“Gracia y Paz”
Nuestro Pan Diario
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