2 Timoteo 4:9-22
“Procura venir pronto a verme, porque
Demas me ha desamparado, amando este mundo, y se ha ido a Tesalónica. Crescente
fue a Galacia, y Tito a Dalmacia. Sólo Lucas está conmigo. Toma a Marcos y
tráele contigo, porque me es útil para el ministerio. A Tíquico lo envié a
Efeso. Trae, cuando vengas, el capote que dejé en Troas en casa de Carpo, y los
libros, mayormente los pergaminos. Alejandro el calderero me ha causado muchos
males; el Señor le pague conforme a sus hechos. Guárdate tú también de él, pues
en gran manera se ha opuesto a nuestras palabras. En mi primera defensa ninguno
estuvo a mi lado, sino que todos me desampararon; no les sea tomado en cuenta. Pero
el Señor estuvo a mi lado, y me dio fuerzas, para que por mí fuese cumplida la
predicación, y que todos los gentiles oyesen. Así fui librado de la boca del
león. Y el Señor me librará de toda obra mala, y me preservará para su reino
celestial. A él sea gloria por los siglos de los siglos. Amén. Saluda a Prisca
y a Aquila, y a la casa de Onesíforo. Erasto se quedó en Corinto, y a Trófimo
dejé en Mileto enfermo. Procura venir antes del invierno. Eubulo te saluda, y
Pudente, Lino, Claudia y todos los hermanos. El Señor Jesucristo esté con tu
espíritu. La gracia sea con vosotros. Amén”.
La independencia es una cualidad
muy apreciada en nuestra cultura, pero bíblicamente no es una buena meta. En
ninguna parte de la Biblia encontrará usted la cita errónea: “Dios ayuda a
quienes se ayudan a sí mismos”. El mismo hecho de que el Señor constituyó a la
iglesia —una comunidad de creyentes— debe decirnos que Él no creó a las
personas para que vivan aisladas.
Cuando ponemos nuestra fe en
Jesucristo, el Espíritu Santo mora en nosotros para que podamos tener una
relación gozosa con el Señor y compañerismo unos con otros. En el plan de Dios,
una amistad bíblica, estrecha y fiel entre dos creyentes sirve para edificarlos
mutuamente a semejanza de Cristo. Miremos a cualquiera de los santos de las
Sagrada Escrituras, y encontraremos evidencias de la dependencia de un buen
amigo que le sirvió de apoyo. Pablo, en particular, hablaba con toda confianza
y a menudo de sus queridos amigos, y animaba a otros a tener también buenas
amistades (2 Ti 2:22).
Es interesante el hecho de que
nuestra cultura parece dirigirse en la dirección contraria. Cuando más se aleja
nuestra nación de Dios, más generalizada se vuelve nuestra actitud de
autosuficiencia. Los vecinos se tratan entre sí con desconfianza, y esa actitud
también ha invadido a la iglesia. Nos hemos vuelto renuentes en dar a otros, lo
que, a su vez, nos hace renuentes a recibir.
La Biblia nos dice que nos amenos
unos a otros, que compartamos las cargas de nuestros hermanos, y que nos
confesemos nuestras ofensas mutuamente (Jn 13:34; Gá 6:2; Stg 5:16). Así es
como los miembros de la iglesia pueden estimularse unos a otros para ser más
semejantes a Cristo.
“Gracia y Paz”
Meditación Diaria
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