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miércoles, 14 de mayo de 2014

¿QUÉ ESTÁS HACIENDO POR AYUDAR A LOS DEMÁS?


¿Qué estás haciendo por ayudar a los demás?

Gálatas 6:7-10
“No os engañéis; Dios no puede ser burlado: pues todo lo que el hombre sembrare, eso también segará. Porque el que siembra para su carne, de la carne segará corrupción; mas el que siembra para el Espíritu, del Espíritu segará vida eterna. No nos cansemos, pues, de hacer bien; porque a su tiempo segaremos, si no desmayamos. Así que, según tengamos oportunidad, hagamos bien a todos, y mayormente a los de la familia de la fe”.

Hace varios años la revista Time publicó un artículo acerca de un médico japonés que vivió el terrible bombardeo de Hiroshima. Cuando ocurrió la explosión inicial, el Dr. Shigeto estaba esperando un tranvía como a una milla de distancia, pero estaba protegido por la esquina de un edificio de concreto. En cuestión de segundos después de la explosión, se le llenaron los oídos de los gritos de las víctimas que había a su alrededor. Sin saber qué había sucedido, el doctor Shigeto se quedó allí de pie, completamente perplejo por unos instantes, preguntándose cómo podría él solo atender aquella "montaña" de heridos. Después, aun un poco aturdido, el doctor Shigeto abrió su maletín y comenzó a atender a la persona que le quedaba más cerca. Y después a la siguiente. Y así sucesivamente...

Si miramos a nuestro alrededor, con seguridad veremos personas en necesidad, ya sea en el aspecto económico, o emocional, o físico, o espiritualmente. Dios puede usar a sus hijos, es decir a los que hemos aceptado a Jesucristo como Salvador, para ayudar a esas personas. Nosotros debemos estar siempre listos para ser instrumentos del Señor. El pasaje de hoy dice: “No nos cansemos, pues, de hacer bien”. Claro que Dios no espera que tratemos frenéticamente de ayudar a todo el que tenga una necesidad. Esa es una carga imposible de llevar. Simplemente sigamos el consejo de Dios: “Según tengamos oportunidad, hagamos bien a todos”. Es decir, no es que tengamos que llegarnos a todos los que tienen necesidad y ofrecerles nuestra ayuda, sino que debemos ayudar a todo el que podamos siempre que se presente la oportunidad de hacerlo.

Otra pequeña historia cuenta que una mañana muy temprano un hombre se paseaba por la orilla del mar cuando a lo lejos vio una figura que se movía de manera extraña como si estuviera bailando. Al acercarse vio que era un muchacho que se dedicaba a coger estrellas de mar de la orilla y a lanzarlas al mar. El hombre le preguntó al joven qué estaba haciendo. Este le contestó: “Recojo las estrellas de mar que han quedado varadas y las devuelvo al mar. La marea ha bajado demasiado y muchas morirán”. El hombre entonces le dijo: “Pero esto que haces no tiene sentido. ¿No te das cuenta que hay miles de estrellas en esta playa? Nunca tendrás tiempo de salvarlas a todas”. El joven miró fijamente al hombre, cogió una estrella de mar de la arena, la lanzó con fuerza por encima de las olas y exclamó: “Para esta sí tiene sentido”.

Cuando te enfrentes a las enormes necesidades materiales y espirituales de un mundo perdido, no te desesperes. Todo lo que Dios te pide es que hagas lo que puedas. Si tienes un corazón dispuesto para servir al Señor, él gustosamente te usará como un instrumento para llevar a cabo sus planes. Mantente alerta, pues muchas veces, muy cerca de nosotros hay grandes oportunidades de servir. Los hambrientos, los necesitados, los enfermos, los que sufren, los que no han oído las buenas nuevas de salvación en Cristo Jesús. Todos estos se encuentran en nuestro barrio, o en nuestros centros de trabajo o de estudio, y Dios puede estar planeando usarte para hacerles bien. Y no olvides que siempre recibirás del Señor el fruto de lo que siembres, “pues todo lo que el hombre sembrare, eso también segará”, Dios nos lo dice en el pasaje de hoy.

Aprovecha toda oportunidad que se te presente y ofrece tu ayuda con amor, y, sobretodo, hazlo siempre pensando en agradar a Dios. Así dice Colosenses 3:23, 24: “Y todo lo que hagáis, hacedlo de corazón, como para el Señor y no para los hombres; sabiendo que del Señor recibiréis la recompensa de la herencia, porque a Cristo el Señor servís”.

ORACIÓN:
Padre celestial, alabado sea tu nombre. Te ruego, Señor, que me capacites para ser un instrumento tuyo ayudando a aquellos que están a mi alrededor que necesitan algún tipo de ayuda. Que sea tu Santo Espíritu dirigiéndome para que ellos puedan recibir exactamente lo que necesitan, y tu nombre sea glorificado. En el nombre de Jesús, Amén.

¡Gracia y Paz!

Dios te Habla

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