Job 1:22
“En todo esto no pecó Job, ni
atribuyó a Dios despropósito alguno”.
Cuando cursaba el primer año del
seminario, escuché a una nueva amiga contar sobre su vida. El esposo la había
abandonado y criaba sola a sus dos hijitos. Con un salario apenas por encima
del mínimo, tenía pocas probabilidades de escapar de la pobreza y de los
peligros de su vecindario.
Como padre, me conmovió su
preocupación por sus hijos, y le pregunté: «¿Cómo manejas todo esto?». Pareció
sorprendida ante la pregunta, y respondió: «Estamos haciendo todo lo que podemos,
y los dejo en las manos de Dios». Su confianza en el Señor en medio de las
pruebas me recordó la fe de Job (1:6-22).
Al año, me llamó por teléfono y
me preguntó si podía ir a la funeraria para acompañarla. Habían matado a su
hijo disparándole desde un automóvil. Le pedí a Dios que me diera palabras de
consuelo y sabiduría para no tratar de explicar lo inexplicable.
Sin embargo, aquel día, mientras
estaba junto a ella, no dejé de maravillarme al ver cómo consolaba a los demás
al demostrar que ese terrible golpe no había afectado su confianza en Dios.
Cuando nos despedimos, sus últimas palabras fueron un conmovedor recordatorio
de la profundidad de su fe: «Mi muchacho sigue estando en las manos de Dios».
Al igual que Job, no se quejó «ni atribuyó a Dios despropósito alguno» (v. 22).
Nosotros también podemos
desarrollar una fe inquebrantable al andar diariamente con el Señor.
Nada
puede sacudir a quienes están seguros en las manos de Dios.
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LEA: Job 1:13-22
Biblia en un año: Zacarías 3–6
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“Gracia y Paz”
Nuestro Pan Diario
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