¿SABES CÓMO MEDITAR EN LA PALABRA DE DIOS?
Salmo 119:9-16
“¿Con qué limpiará el joven su camino? Con
guardar tu palabra. Con todo mi corazón te he buscado; no me dejes desviarme de
tus mandamientos. En mi corazón he guardado tus dichos, para no pecar contra
ti. Bendito tú, oh Señor; enséñame tus estatutos. Con mis labios he contado
todos los juicios de tu boca. Me he gozado en el camino de tus testimonios más
que de toda riqueza. En tus mandamientos meditaré; consideraré tus caminos. Me
regocijaré en tus estatutos; no me olvidaré de tus palabras”
El salmista escribe: “En tus mandamientos meditaré”.
Meditar es reflexionar, pensar detenidamente, con atención y cuidado sobre un
asunto específico. Meditar en la Palabra de Dios significa que no la leemos
apresuradamente, sino cuidadosamente, poniendo atención a cada frase, a cada
palabra, como si verdaderamente esperáramos recibir una enseñanza que pudiera
impactar nuestras vidas positivamente. Esto implica creer que la Biblia no es
un libro cualquiera, sino una fuente de agua divina que ha sido “inspirada por
Dios” (2 Timoteo 3:16), que calma nuestra sed espiritual y nos fortalece y
produce el crecimiento y la madurez espiritual que el Señor desea ver en
nosotros.
Cuando diariamente separamos un tiempo para meditar en la
Palabra de Dios, poco a poco nos damos cuenta que el Espíritu Santo usa esta
palabra para trabajar en nuestras vidas, transformando nuestra mente, emociones
y acciones de manera que estemos más capacitados para agradar y servir al
Señor. Esto, sin duda, traerá muchas bendiciones a nuestras vidas. Así lo
afirma el Salmo 1:1-3: “Bienaventurado el varón que no anduvo en consejo de
malos, ni estuvo en camino de pecadores, ni en silla de escarnecedores se ha
sentado; sino que en la ley del Señor está su delicia, y en su ley medita de
día y de noche. Será como árbol plantado junto a corrientes de aguas, que da su
fruto en su tiempo, y su hoja no cae; y todo lo que hace, prosperará”
La meditación eficaz consta de varios aspectos básicos:
Primero, debemos separar un tiempo en el que podamos
concentrarnos en leer la Biblia. Así nuestras mentes y corazones llegarán a
estar en armonía con la mente y el corazón de Dios, y podremos examinar y
valorar sus palabras, y recibir la ayuda del Espíritu Santo para entender las
instrucciones de Dios en una situación específica. El apóstol Pablo, en su
carta a los efesios escribe acerca de “la espada del Espíritu, que es la
palabra de Dios” y los exhorta a leerla “orando en todo tiempo con toda oración
y súplica en el Espíritu” (Efesios 6:17-18).
Segundo, necesitamos quietud. Es necesario detener toda
otra actividad con el fin de sentarnos tranquilamente ante el Señor, y
enfocarnos exclusivamente en él. Quizás podamos escuchar una música muy suave
que nos ayude a lograr ese enfoque, pero debemos llegar a un punto en que
nuestro pensamiento esté solamente en Dios. A veces necesitaremos irnos a un
lugar solitario. Jesús solía apartarse a pasar tiempo con el Padre. Por ejemplo
en Marcos 1:35 dice: “Levantándose muy de mañana, siendo aún muy oscuro, salió
y se fue a un lugar desierto, y allí oraba”.
El silencio es un factor fundamental en este tiempo,
donde escuchar a Dios es mucho más importante que hablar nosotros. Otro factor
muy importante también es nuestra sensibilidad a lo que Dios nos está diciendo.
En la medida en que hagamos un hábito de este tiempo de meditación, iremos
siendo más receptivos a su voz. Finalmente, necesitamos un espíritu de
sumisión. Dios se revela a aquel que se ha sometido a su autoridad incondicionalmente,
aún antes de haber recibido respuesta a sus peticiones.
A medida que desarrollamos un continuo y profundo anhelo
de pasar tiempo con Dios, leyendo su Palabra, meditando y orando, encontraremos
que estos pasos serán cada vez más fáciles de seguir, y podremos decirle a
nuestro Padre celestial, como dice el salmista: “Me regocijaré en tus
estatutos; no me olvidaré de tus palabras”.
Oración:
Padre santo, te ruego que me ayudes a pasar más tiempo a
solas contigo meditando en tu Palabra, y disfrutando de tu presencia. Dame un
oído sensible y receptivo para poder escuchar con claridad tu voz, y dame el
valor para poner en práctica todo lo que tú me digas. En el nombre de Jesús,
Amén.
¡Gracia y Paz!
Dios te Habla
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