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lunes, 30 de junio de 2014

¿CREES QUE TUS ORACIONES SERÁN CONTESTADAS?



¿CREES QUE TUS ORACIONES SERÁN CONTESTADAS?

Juan 16:23-27
“En aquel día no me preguntaréis nada. De cierto, de cierto os digo, que todo cuanto pidiereis al Padre en mi nombre, os lo dará. Hasta ahora nada habéis pedido en mi nombre; pedid, y recibiréis, para que vuestro gozo sea cumplido. Estas cosas os he hablado en alegorías; la hora viene cuando ya no os hablaré por alegorías, sino que claramente os anunciaré acerca del Padre. En aquel día pediréis en mi nombre; y no os digo que yo rogaré al Padre por vosotros, pues el Padre mismo os ama, porque vosotros me habéis amado, y habéis creído que yo salí de Dios”.

Al haber aceptado a Jesucristo como nuestro Salvador hemos sido “justificados” y también reconciliados con Dios, dice Romanos 5:1. Nuestra unión con Cristo por medio de su sangre derramada hizo posible que ahora tengamos una relación de intimidad con Dios Padre. Este es el resultado fundamental de nuestra salvación. Pero hay otros aspectos muy importantes que se derivan de este extraordinario evento en nuestras vidas:

Acceso: La Biblia nos asegura que podemos llegarnos ante el trono de la gracia de Dios con toda confianza. Hebreos 4:16 dice: “Acerquémonos, pues, confiadamente al trono de la gracia, para alcanzar misericordia y hallar gracia para el oportuno socorro”. La razón es que la muerte y resurrección de Cristo eliminó la culpa que pesaba sobre nosotros, perdonando nuestros pecados y derribando las barreras que nos impedían el acceso a Dios el Padre.

Autoridad: Por la obra de la sangre de Jesús derramada en la cruz del Calvario, los creyentes hemos pasado de la esclavitud del pecado a la condición de hijos de Dios, lo cual nos hace sus herederos. Dice Gálatas 4:7: “Así que ya no eres esclavo, sino hijo; y si hijo, también heredero de Dios por medio de Cristo”. Como tales, hemos recibido su autoridad y tenemos el derecho de orar en el nombre de Jesús, el cual está a la diestra del Padre e intercede por nosotros (Romanos 8:34).

Acuerdo: Para orar en el nombre de Jesús, no solamente debemos tener su autorización, sino que también debemos estar de acuerdo con él. Si pedimos algo que está fuera de la voluntad de Dios, podemos tener la seguridad de que no vamos a recibirlo. Nuestra petición debe reflejar el carácter de Jesucristo y la sustancia de sus palabras. Así lo afirmó Jesús en Juan 15:7: “Si permanecéis en mi, y mis palabras permanecen en vosotros, pedid todo lo que queráis y os será hecho”. Cuando permanecemos en la palabra de Dios y pedimos conforme a su voluntad, debemos tener la absoluta seguridad de que nuestra oración será escuchada y contestada. Sobre esta base, en el pasaje de hoy, Jesús nos garantiza que “todo cuanto pidiereis al Padre en mi nombre, os lo dará”.

Entonces, ¿podemos estar seguros de que Dios contestará todas las oraciones que elevemos a él en el nombre de Jesús? En primer lugar debemos tener en cuenta que nuestro Padre celestial no va a darnos algo que pueda traer desgracia a nuestras vidas, de la misma manera que un padre terrenal que ama a su niño no le va a dar un filoso cuchillo o cualquier otra arma peligrosa aunque el pequeño la pidiere. En esencia, cuando pedimos algo en el nombre de Jesús, estamos diciendo que nosotros creemos que el propio Jesús pediría lo mismo si se encontrara en nuestra situación.

Una vez entendemos todo esto, y lo creemos de corazón podemos esperar confiadamente la respuesta de Dios a nuestras oraciones conforme a sus planes para nuestras vidas, los cuales son “planes de bienestar” (Jeremías 29:11), de acuerdo a su voluntad que es “agradable y perfecta” (Romanos 12:2), y en el tiempo que él estime conveniente. David escribió en el Salmo 37:7: “Guarda silencio ante Jehová, y espera en él”. Cuando seguimos las instrucciones del Señor y esperamos en él confiadamente, recibiremos mucho más de lo que esperamos porque él “es poderoso para hacer todas las cosas mucho más abundantemente de lo que pedimos o entendemos”, dice Efesios 3:20.

ORACIÓN:
Amante Padre celestial, gracias por Jesucristo, por la salvación que nos has dado a través de él y por la seguridad que tenemos de que podemos acercarnos a ti en cualquier momento con nuestras necesidades, sabiendo que tú las suplirás conforme a tu voluntad. Por favor, ayúdame a permanecer en tu palabra y a obedecerla como lo hizo Jesús. En su santo nombre te lo pido, Amén.

¡Gracia y Paz!

Dios te Habla

¿NO SABES CÓMO DAR EL PRIMER PASO PARA RESOLVER LOS PROBLEMAS QUE TIENES?



¿No sabes cómo dar el primer paso para resolver los problemas que tienes?

Deuteronomio 2:24-25
"Levantaos, salid, y pasad el arroyo de Arnón; he aquí he entregado en tu mano a Sehón rey de Hesbón, amorreo, y a su tierra; comienza a tomar posesión de ella, y entra en guerra con él. Hoy comenzaré a poner tu temor y tu espanto sobre los pueblos debajo de todo el cielo, los cuales oirán tu fama, y temblarán y se angustiarán delante de ti".

Esta escritura nos cuenta acerca de una gran tarea que Dios encomendó a Moisés, y de las instrucciones que le dio para llevarla a cabo. Después de casi 40 años en el desierto, el Señor le dijo a Moisés que se aproximaba el momento en el que su pueblo tomaría posesión de la tierra que él les había prometido. La primera tarea era tomar la tierra de Hesbón, la cual se encontraba entre los israelitas y Canaán, su destino final, y cuyo rey, llamado Sehón, Dios había “entregado” en su mano. La orden de Dios fue: “Comienza a tomar posesión de ella, y entra en guerra con él”. Claro que Dios pudo haber eliminado a Sehón y su pueblo sin la ayuda de nadie, pero él mandó a Moisés y los israelitas a dar el primer paso.

Moisés obedeció las órdenes de Dios, y tal como fue prometido, el rey Sehón fue derrotado y el pueblo de Israel tomó posesión de toda su tierra, del ganado y de sus riquezas (Deuteronomio 2:26-37). Pero esto no fue todo, sino que más adelante les salió al encuentro Og rey de Basán y todo su pueblo, con el fin de pelear con ellos. Y Jehová le dijo a Moisés: “No tengas temor de él, porque en tu mano he entregado a él y a todo su pueblo, con su tierra; y harás con él como hiciste con Sehón rey amorreo”. De nuevo Moisés obedeció dando un paso al frente, y a todos ellos los entregó Dios en manos de los israelitas (Deuteronomio 3:1-7).

Más adelante, Dios decidió que sería Josué, en lugar de Moisés, el que guiaría a los israelitas en su entrada a la tierra prometida. En Josué capítulo 3, el Señor le habla al nuevo líder y le asegura: “Como estuve con Moisés, así estaré contigo” (v.7). Entonces le da órdenes específicas de como cruzar el río Jordán: “Tú, pues, mandarás a los sacerdotes que llevan el arca del pacto, diciendo: Cuando hayáis entrado hasta el borde del agua del Jordán, pararéis en el Jordán. Y cuando las plantas de los pies de los sacerdotes que llevan el arca de Jehová, Señor de toda la tierra, se asienten en las aguas del Jordán, las aguas del Jordán se dividirán; porque las aguas que vienen de arriba se detendrán en un montón” (Josué 3:8-13). Ciertamente se necesitaba fe y valor para entrar caminando a un río tan caudaloso. Pero tan pronto ellos obedecieron las instrucciones, y los pies de los sacerdotes se mojaron, las aguas del Jordán fueron divididas en dos, “y el pueblo pasó en dirección de Jericó” (v.15-16).

De todo esto aprendemos una gran lección que debemos aplicar a nuestras vidas: Dios está siempre dispuesto a ayudarnos a resolver cualquier problema al que nos enfrentemos, pero él espera que nosotros mostremos nuestra fe dando un paso al frente. Entonces él se encargará del resto y nos dará la victoria. Es una tarea en la que nosotros participamos. Dios hace la parte principal, pero nosotros debemos ser obedientes y unirnos a él.

Jesús nos habla de una manera similar en Mateo 11:28-29 cuando nos dice: “Venid a mí todos los que estáis trabajados y cargados, y yo os haré descansar. Llevad mi yugo sobre vosotros...” Cuando se coloca el yugo sobre dos bueyes se está tratando de lograr dos cosas: repartir la carga del trabajo entre los dos y sobretodo asegurarse de que el menos experimentado de los dos bueyes se someta a la dirección del más experimentado, el cual ya conoce el camino a seguir. Jesús espera que demos el primer paso, es decir venir a él. Entonces nos exhorta a dejarnos guiar por él que conoce el camino que lleva a la victoria.

Si sientes temor ante los problemas o la tarea que tienes frente a ti, clama a Dios y pídele que te muestre el camino que debes seguir, y que te dé el valor para dar el primer paso. Una vez lo hagas, el Señor se encargará de lo demás.

ORACIÓN:
Padre santo, dame discernimiento espiritual para poder ver el camino que tú quieres que yo siga, y dame la fe y el valor para dar el primer paso aunque me parezca una tarea imposible para mí. En el nombre de Jesús, Amén.

¡Gracia y Paz!
Dios te Habla

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ORACION


ORACIÓN:

Mi amado Padre celestial, te ruego pongas en mi corazón el fuego de tu Espíritu para amarte con la pasión y el fervor que tú mereces, y ayúdame a demostrarte mi amor amando a los demás de la manera en que tú me amas a mí. En el nombre de Jesús, Amén.

¿CÓMO DEMUESTRAS TU AMOR A DIOS?



¿Cómo demuestras tu amor a Dios?

Juan 14:21
“El que tiene mis mandamientos, y los guarda, ése es el que me ama; y el que me ama, será amado por mi Padre, y yo le amaré, y me manifestaré a él”.

Un consejero cristiano famoso, dice que la mayoría de las personas expresan su amor hacia los demás a través del contacto, dando, sirviendo, compartiendo un buen tiempo, haciendo regalos o diciendo “te amo” con acciones que puedan expresarlo más efectivamente que las palabras. A veces algo tan sencillo como una palmada en la espalda o un brazo alrededor del hombro pueden hacerle sentir a alguien cuánto le apreciamos.

Al igual que entre las personas existen estas demostraciones de amor, también nosotros podemos mostrarle nuestro amor a Dios. ¿De qué manera podemos demostrarle al Señor que le amamos? La Biblia está llena de pasajes que nos enseñan diferentes formas de expresarle a nuestro Padre celestial el amor que sentimos por él. Una de ellas es por medio de nuestra obediencia. En el pasaje de hoy Jesús dice: “El que tiene mis mandamientos, y los guarda, ése es el que me ama”. Es decir, el que ama al Señor es aquel que no solamente conoce sus mandamientos sino que los obedece. Por el contrario, el que no le obedece es porque no le ama. Así dice el Señor más adelante en este capítulo: “El que no me ama, no guarda mis palabras”.

También mostramos amor a Dios consolando a los que sufren, así como viviendo una vida de santidad. El apóstol Santiago escribe en su epístola que “la religión pura y sin mácula delante de Dios el Padre es esta: Visitar a los huérfanos y a las viudas en sus tribulaciones, y guardarse sin mancha del mundo” (Santiago 1:27). Es decir, hechos y no solamente palabras expresan mucho mejor el amor que proviene del Espíritu Santo, y que por lo tanto agrada a nuestro Padre celestial. Cuando le damos ánimo a alguien en medio de una situación difícil, agradamos a Dios, y así le mostramos nuestro amor.

Cada vez que de alguna manera ayudamos a un necesitado, estamos demostrando al Señor que le amamos. La Biblia nos habla en Mateo 25:31-46 acerca del día cuando Jesús regrese en su gloria a juzgar a las naciones. Allí el Señor “apartará los unos de los otros, como aparta el pastor las ovejas de los cabritos. Y pondrá las ovejas a su derecha, y los cabritos a su izquierda. Entonces el Rey dirá a los de su derecha: Venid, benditos de mi Padre, heredad el reino preparado para vosotros desde la fundación del mundo. Porque tuve hambre, y me disteis de comer; tuve sed, y me disteis de beber; fui forastero, y me recogisteis; estuve desnudo, y me cubristeis; enfermo, y me visitasteis; en la cárcel, y vinisteis a mí. Entonces los justos le responderán diciendo: Señor, ¿cuándo te vimos hambriento, y te sustentamos, o sediento, y te dimos de beber? ¿Y cuándo te vimos forastero, y te recogimos, o desnudo, y te cubrimos? ¿O cuándo te vimos enfermo, o en la cárcel, y vinimos a ti? Y respondiendo el Rey, les dirá: De cierto os digo que en cuanto lo hicisteis a uno de estos mis hermanos más pequeños, a mí lo hicisteis”. Entonces Jesús dirá a los de su izquierda, los cuales no hicieron nada de esto: “De cierto os digo que en cuanto no lo hicisteis a uno de estos más pequeños, tampoco a mí lo hicisteis. E irán éstos al castigo eterno, y los justos a la vida eterna”.

Finalmente, demostramos nuestro amor al Señor cuando pasamos tiempo con él diariamente. No hay señal más evidente de amor por una persona que desear estar a su lado el mayor tiempo posible. David expresa su amor por Dios, y nos exhorta a que lo hagamos nosotros cuando nos dice: “Deléitate asimismo en el Señor, y él te concederá las peticiones de tu corazón” (Salmo 37:4). Deleitarse es sentir una gran satisfacción o placer al hacer algo. Si de verdad amamos al Señor, disfrutaremos plenamente de su compañía; por tanto nos resultará fácil separar un tiempo todos los días para acercarnos a él en oración y meditar en su palabra.

ORACIÓN:
Mi amado Padre celestial, te ruego pongas en mi corazón el fuego de tu Espíritu para amarte con la pasión y el fervor que tú mereces, y ayúdame a demostrarte mi amor amando a los demás de la manera en que tú me amas a mí. En el nombre de Jesús, Amén.

¡Gracia y Paz!

Dios te Habla

¿SABES CÓMO LUCHAR CONTRA LA TENTACIÓN?



¿SABES CÓMO LUCHAR CONTRA LA TENTACIÓN?

Génesis 3:17-24
“Y Dios dijo al hombre: Por cuanto obedeciste a la voz de tu mujer, y comiste del árbol de que te mandé diciendo: No comerás de él; maldita será la tierra por tu causa; con dolor comerás de ella todos los días de tu vida. Espinos y cardos te producirá, y comerás plantas del campo. Con el sudor de tu rostro comerás el pan hasta que vuelvas a la tierra, porque de ella fuiste tomado; pues polvo eres, y al polvo volverás. Y llamó Adán el nombre de su mujer, Eva, por cuanto ella era madre de todos los vivientes. Y Jehová Dios hizo al hombre y a su mujer túnicas de pieles, y los vistió. Y dijo Jehová Dios: He aquí el hombre es como uno de nosotros, sabiendo el bien y el mal; ahora, pues, que no alargue su mano, y tome también del árbol de la vida, y coma, y viva para siempre. Y lo sacó Jehová del huerto del Edén, para que labrase la tierra de que fue tomado. Echó, pues, fuera al hombre, y puso al oriente del huerto de Edén querubines, y una espada encendida que se revolvía por todos lados, para guardar el camino del árbol de la vida”.

Cuando Adán y Eva se enfrentaron a la tentación presentada por la serpiente, se quedaron tan absortos con un árbol en el huerto del Edén que no fueron capaces de ver todo el bosque que les rodeaba. Sin duda su acción tuvo un precio muy elevado. La escritura de hoy nos habla de las consecuencias de su decisión. El jardín del Edén había sido creado especialmente para ellos. Allí no había maldad, pruebas, enfermedad ni muerte. Disfrutaban la compañía del Creador mismo. No obstante renunciaron a todo eso por satisfacer un deseo. Dice Génesis 3:6: “Y vio la mujer que el árbol era bueno para comer, y que era agradable a los ojos, y árbol codiciable para alcanzar la sabiduría; y tomó de su fruto, y comió; y dio también a su marido, el cual comió así como ella”.

El error de ellos aún nos afecta a todos. Cuando nos encontramos frente a una tentación, muchas veces perdemos de vista nuestras prioridades. El problema es que en ese momento nuestra mente se concentra en la idea de disfrutar de un “árbol” específico, y nos perdemos todo el bosque de la bondad de Dios. La tentación siempre nos va a mostrar algo que nos atrae, que nos gusta, que nos parece delicioso. La reacción de la carne siempre será animarnos a “disfrutar el momento”, sin pensar en las consecuencias. Es aquí donde debemos preguntarnos si eso está de acuerdo a los principios y a la voluntad de Dios. Si la respuesta es “no”, debemos rechazarla inmediatamente. Lo más probable es que no tengamos las fuerzas para hacerlo, por lo que debemos acudir a Dios en oración buscando fortaleza para resistir.

En el huerto de Getsemaní, Jesús luchó contra la tentación que lo impulsaba a huir de la cruz que le esperaba, postrándose en oración tres veces y cediendo su voluntad a la voluntad del Padre: “Padre mío, si es posible, pase de mí esta copa; pero no sea como yo quiero, sino como tú” (Mateo 26:39). Entonces Dios envió un ángel que le fortaleció y le capacitó para vencer la tentación, y así caminó hacia su muerte en la cruz del Calvario con el fin de pagar por todos nuestros pecados y darnos la vida eterna. Allí el Señor les dio un último consejo a sus discípulos: “Velad y orad, para que no entréis en tentación; el espíritu a la verdad está dispuesto, pero la carne es débil” (Mateo 26:41).

Si seguimos este consejo de Jesús, y clamamos a Dios que nos ayude a resistir la tentación, él lo hará y nosotros saldremos victoriosos de la prueba, y en lugar de sufrir malas consecuencias como Adán y Eva, recibiremos una recompensa divina, según nos dice Santiago 1:12: “Bienaventurado el varón que soporta la tentación; porque cuando haya resistido la prueba, recibirá la corona de vida, que Dios ha prometido a los que le aman”.

ORACIÓN:
Padre mío y eterno Dios, te ruego que me ayudes a velar y mantenerme alerta ante las asechanzas del enemigo, y dame las fuerzas para soportar la tentación y rechazar todo aquello que no esté de acuerdo a tu palabra. En el nombre de Jesús, Amén.

¡Gracia y Paz!
Dios te Habla



ORACIÓN



ORACIÓN:

Amoroso Padre celestial, gracias te doy por tu Palabra, pues a través de ella puedo conocer la verdad. Dame discernimiento espiritual para poder sacar de ella el conocimiento que necesito para diferenciar lo falso de este mundo de lo verdadero que proviene de ti. En el nombre de Jesús, Amén.

¿SABES DIFERENCIAR LO VERDADERO DE LO FALSO?



¿Sabes diferenciar lo verdadero de lo falso?

Proverbios 12:17
“El que habla verdad declara lo que es justo, pero el testigo falso afirma mentiras”.

Desde muy pequeños oímos a nuestros padres hablar acerca de la “verdad” y de la “mentira”. Nos dicen que debemos decir siempre la verdad, que nunca debemos decir mentiras. Pero a medida que crecemos y envejecemos nos va resultando más difícil entender exactamente qué es la verdad, dónde está la verdad de la vida, cuánto de todo lo que leemos, oímos y vemos es verdad y cuánto es mentira. Hay ocasiones en las que muchos están en desacuerdo con algo que han oído y dicen: “¡Esto es mentira!”, mientras que otros dicen acerca de lo mismo: “¡Esto es verdad!” Entonces, ¿qué es la verdad?

Cuando se acercaba el momento de su muerte, Jesús les habló a sus discípulos tratando de alentarlos y de eliminar cualquier duda o temor de ellos. “No se turbe vuestro corazón…”, les dice, “…creéis en Dios, creed también en mí” (Juan 14:1). Y seguidamente les afirma: “Voy, pues, a preparar lugar para vosotros”. Finalmente hace esta poderosa afirmación: “Yo soy el camino, y la verdad, y la vida; nadie viene al Padre, sino por mí” (v.6). Es decir, no es Jesús uno de muchos caminos; él es el único "camino" al Padre. De igual manera, no es Jesús alguien que enseña la verdad; él es “la verdad.” Jesucristo, el Hijo de Dios, el Verbo encarnado es la única y absoluta verdad, la cual encontramos en las Escrituras. Y quienes le reciben tienen vida eterna porque él es “la vida”.

En Juan capítulo 5, Jesús se enfrenta a un grupo de judíos que procuraban matarlo porque había sanado a un paralítico en el día de reposo. También lo acusaban de otras cosas, entre ellas porque “decía que Dios era su propio Padre, haciéndose igual a Dios” (v.18). Estos eran los mismos religiosos que se esforzaban por aparentar que andaban en los caminos correctos, que eran grandes conocedores y estrictos cumplidores de la ley de Dios. Por eso el Señor les dice: “Examináis las Escrituras porque vosotros pensáis que en ellas tenéis vida eterna; y ellas son las que dan testimonio de mí; y no queréis venir a mí para que tengáis vida” (v.39). Es decir: "Ustedes leen las Escrituras pero no creen la verdad que hay en ellas; por eso no vienen a mí para que tengan vida". Todo esto porque ellos preferían seguir sus propios rituales y tradiciones.

No existe otra manera de conocer la verdad que no sea escudriñando las Escrituras, meditando en ellas, y aplicándolas en nuestras vidas. Entonces y sólo entonces seremos libres. Así les dijo Jesús a unos judíos que habían creído en él: “Si vosotros permaneciereis en mi palabra, seréis verdaderamente mis discípulos; y conoceréis la verdad, y la verdad os hará libres” (Juan 8:31-32). La única manera de salir de la esclavitud de la mentira y construir una barrera contra lo falso es saturando la mente con la verdad.

La Biblia debe ser nuestra guía. Toda pregunta, toda duda, toda confusión debe ser aclarada bajo la luz poderosa de la Palabra de Dios. ¿Qué crees en cuanto al matrimonio? ¿Es para toda la vida? ¿O crees que está bien desertar cada vez que se vuelva inconveniente o un estorbo para tu vida? ¿Y qué de los hijos, los amigos, el dinero, la iglesia, los pastores? ¿Qué de asuntos morales como la delincuencia, el aborto, la homosexualidad, el adulterio y la fornicación? Si no estás seguro acerca de cualquiera de estos temas u otros, es necesario que leas la Biblia y que la escudriñes hasta que escuches la respuesta de Dios. Pregunta al Espíritu Santo: “¿Qué quiere decirme el Señor por medio de este pasaje?” No preguntes como el mundo pregunta: “¿Cómo puedo interpretar este pasaje, de manera que me resulte conveniente?”

Pídele a Dios que él forme tus convicciones a través de su Palabra. Hazte el hábito de dedicar un tiempo cada día a la lectura de la Biblia y la oración. Si meditas detenidamente en la enseñanza de hoy y la crees de corazón, el Espíritu Santo obrará en tu vida capacitándote para discernir y diferenciar lo verdadero de lo falso. Entonces conocerás la verdad y disfrutarás plenamente de una vida llena de la paz y el gozo del Señor.

ORACIÓN:
Amoroso Padre celestial, gracias te doy por tu Palabra, pues a través de ella puedo conocer la verdad. Dame discernimiento espiritual para poder sacar de ella el conocimiento que necesito para diferenciar lo falso de este mundo de lo verdadero que proviene de ti. En el nombre de Jesús, Amén.

¡Gracia y Paz!

Dios te Habla

¿TE CUESTA TRABAJO ESCUCHAR LA VOZ DE DIOS?



¿TE CUESTA TRABAJO ESCUCHAR LA VOZ DE DIOS?

Éxodo 19:4-6
“Vosotros visteis lo que hice a los egipcios, y cómo os tomé sobre alas de águilas, y os he traído a mí. Ahora, pues, si diereis oído a mi voz, y guardareis mi pacto, vosotros seréis mi especial tesoro sobre todos los pueblos; porque mía es toda la tierra. Y vosotros me seréis un reino de sacerdotes, y gente santa. Estas son las palabras que dirás a los hijos de Israel”.

Los israelitas habían sido liberados de la esclavitud en Egipto por Moisés, bajo la dirección y el poder de Dios. Tres meses después llegaron frente al Monte Sinaí donde Dios esperaba por ellos. Allí el Señor, por medio de Moisés, les ofrece un pacto. Este pasaje nos muestra las palabras de Dios al pueblo de Israel. En resumen, si ellos obedecían, él los bendeciría. Muchas veces la voluntad de Dios es tan clara como el sol en un día sin nubes. Sin embargo, llevarla a cabo puede ser tan difícil como capturar el sol y ponerlo en tu bolsillo. Tú sabes bien lo que debes hacer pero no puedes o no quieres ponerlo en práctica.

Los israelitas enfrentaron este dilema cuando estaban a punto de entrar a la tierra prometida. Después de una larga trayectoria a través del desierto, finalmente llegaron frente a la tierra de Canaán. Entonces Moisés les recordó el pacto que el Señor había hecho con ellos, con estas palabras: “Oirás, pues, la voz de Jehová tu Dios, y cumplirás sus mandamientos y sus estatutos” (Deuteronomio 27:10). Moisés sabía que Israel no estaría bajo la protección de Dios si ellos no obedecían. Pero ellos olvidaron este principio tan importante. Números capítulo 13 nos narra lo que sucedió después. Dice el v.1: “Jehová habló a Moisés, diciendo: Envía tú hombres que reconozcan la tierra de Canaán, la cual yo doy a los hijos de Israel”. Ciertamente estaban muy claras las instrucciones de Dios: él les estaba dando aquella tierra a los israelitas, y quería que un grupo de hombres la reconocieran, con el fin de que no quedara duda aun a los más incrédulos de que realmente era la “tierra que fluye leche y miel” que él les había prometido.

Entonces Moisés mandó a doce príncipes, uno de cada tribu, a reconocer la tierra, y después de cuarenta días regresaron con el informe de lo que vieron. Diez de los doce hombres describieron un escenario totalmente pesimista de lo que les esperaba, incluyendo la presencia de enormes gigantes a los cuales tendrían que enfrentarse. Después incitaron al pueblo a volver atrás y no continuar el camino que llevaban. Solamente dos de ellos, Caleb y Josué, mostraron absoluta confianza en el plan de Dios de entregarles a ellos aquella tierra, y exhortaron al pueblo a seguir adelante.

Los israelitas habían escuchado claramente la voz de Dios a través de sus líderes. Ahora tenían que escoger entre dos opciones: obedecer al Señor y tomar posesión de la tierra prometida que él les estaba entregando, o hacerles caso a aquellos diez hombres y retirarse para evitar enfrentarse a los habitantes de aquella tierra. Finalmente decidieron no obedecer la voz de Dios y se volvieron atrás movidos por el miedo y la falta de fe. Esto trajo como consecuencia que deambularan por el desierto cuarenta años, y la mayoría de ellos nunca pudieron disfrutar de la tierra prometida.

Todos los que hemos aceptado a Jesucristo como salvador somos actualmente el pueblo de Dios. Como tal debemos aplicar esta enseñanza a nuestras vidas. Jesús lo dijo muy claramente en Juan 14:21: “El que tiene mis mandamientos, y los guarda, ése es el que me ama; y el que me ama, será amado por mi Padre, y yo le amaré, y me manifestaré a él”. No se trata solamente de conocer los mandamientos, es necesario guardarlos, es decir obedecerlos. Entonces el Señor se manifestará. No es suficiente con oír la voz de Dios, es imprescindible cumplir sus órdenes. La Biblia nos dice en Santiago 1:22: “Sed hacedores de la palabra, y no tan solamente oidores, engañándoos a vosotros mismos”. Por el contrario, obedecer los mandamientos de Dios siempre resultará en bendiciones.

Si deseas escuchar la voz de Dios, lee diariamente su palabra y medita en ella. Una vez conozcas la voluntad del Señor, ora pidiendo que el poder de su Santo Espíritu se manifieste en ti y te dé la fuerza y el valor para obedecerla. Entonces recibirás bendiciones abundantes.

ORACIÓN
Padre celestial, perdóname por ser tan necio, perdóname por ser tan ciego, porque no obstante que tú me enseñas tus mandamientos a través de tu Palabra, aun así soy desobediente. Te ruego me ayudes a escuchar tu voz con claridad, y, por favor, dame la fe y el valor para obedecerte siempre, aun en contra de mi voluntad. En el nombre de Jesús, Amén.

¡Gracia y Paz!

Dios te Habla

¿DÓNDE ESTÁS BUSCANDO LA AYUDA QUE NECESITAS?



¿Dónde estás buscando la ayuda que necesitas?

Isaías 31:1
“¡Ay de los que descienden a Egipto por ayuda, y confían en caballos; y su esperanza ponen en carros, porque son muchos, y en jinetes, porque son valientes; y no miran al Santo de Israel, ni buscan a Jehová!”

No es difícil asegurar que muchas personas que dicen ser cristianas, en realidad nunca han tenido un encuentro personal con el Señor ni le conocen íntimamente. Claro está que ni debemos juzgar a otros ni tenemos la capacidad de adentrarnos en la vida espiritual de nadie, pero Jesús claramente indicó: “Por sus frutos los conoceréis...” (Mateo 7:16). Es decir, la actitud o la manera de actuar de una persona pueden darnos una buena idea de su relación con Dios.

A veces hablamos mucho de religión pero demostramos poco la vida de Cristo con nuestras acciones. Nuestra manera de practicar el “cristianismo” es generalmente mediocre y apenas impacta a los incrédulos debido a que ellos no ven en nosotros un testimonio vivo y poderoso. En determinadas acciones algunos cristianos no se diferencian de aquellos que no creen en Dios. La escritura de hoy nos muestra esta triste realidad. El pueblo de Israel en vez de buscar al Señor para que los ayudara y supliera sus necesidades, confiaba y ponían su esperanza en los recursos de los paganos. Dios, por medio del profeta Isaías, advierte: “¡Ay de ellos!” “¡Pobre de ellos!”

Egipto representa hoy para nosotros el mundo sin Cristo, y los caballos, los carros, y los jinetes representan los recursos materiales que ese mundo nos ofrece. Los años han pasado pero el pueblo de Dios sigue tristemente en esa misma línea de incredulidad confiando en lo que pueden ver en lugar de confiar en lo que no pueden ver; buscando lo corrupto de afuera cuando tienen todo lo glorioso dentro del reino de Dios. Esto pone de manifiesto una pobre relación con Dios, falta de crecimiento espiritual y una fe muy pequeña. Nadie que busca en primer lugar la ayuda del mundo puede experimentar intimidad con el Señor. Santiago 4:4 dice: “¡Oh almas adúlteras! ¿No sabéis que la amistad del mundo es enemistad contra Dios? Cualquiera, pues, que quiera ser amigo del mundo, se constituye enemigo de Dios”. En el Sermón del monte, Jesús enseñó a aquellos que le escuchaban que no debían preocuparse ni afanarse por las cosas materiales que necesitaban. Y los exhortó a dirigirse en primer lugar a la fuente inagotable de toda provisión. Así les dijo: “Mas buscad primeramente el reino de Dios y su justicia, y todas estas cosas os serán añadidas” (Mateo 6:33).

La Biblia está llena de pasajes que nos dan la plena seguridad de que podemos contar con la ayuda y el apoyo de nuestro Padre celestial en cualquier momento que lo necesitemos. Por ejemplo, Hebreos 4:16 nos exhorta a acercarnos “confiadamente al trono de la gracia, para alcanzar misericordia y hallar gracia para el oportuno socorro”. El Salmo 22:26 afirma que “los pobres comerán y se saciarán; los que buscan al Señor, le alabarán”. En el Salmo 23:1, David  nos dice: “Jehová es mi pastor; nada me faltará”. Y en Salmo 37:25 él dice: “Yo fui joven, y ya soy viejo, y no he visto al justo desamparado, ni a su descendencia mendigando pan”. Y Jesús nos promete en Mateo 21:22 que “todo lo que pidiereis en oración, creyendo, lo recibiréis”. Podríamos mencionar muchas más citas bíblicas que manifiestan de manera clara el deseo del Señor de suplir todas nuestras necesidades. ¿Qué necesidad hay, pues, de buscar ayuda en otro lugar?

En su carta de Pablo a los filipenses, se nos alienta diciéndonos: “Mi Dios, pues, suplirá todo lo que os falta conforme a sus riquezas en gloria en Cristo Jesús” (Filipenses 4:19). Nuestra mirada debe estar siempre puesta en Jesús pues él es “el autor y consumador de la fe”, dice Hebreos 12:2. Desviar de él nuestra mirada nos traerá malas consecuencias. Mantenernos en él nos garantiza que todas nuestras necesidades (físicas, materiales y espirituales) estarán cubiertas. Reflexiona en esto por unos minutos y contesta esta pregunta: “En medio de la necesidad o la prueba, ¿hacia dónde enfocas tu mirada?” “¿Te diriges hacia Egipto (el mundo) o hacia el Dios de la provisión eterna?”

ORACIÓN:
Padre Santo, gracias infinitas porque tu Palabra nos asegura que podemos acudir a ti siempre en busca de ayuda y de sustento. Por favor, aumenta mi fe para dirigirme a ti siempre cualquiera sea mi necesidad, sabiendo que tú suplirás todo lo que me falte. En el nombre de Jesús. Amén.

¡Gracia y Paz!
Dios te Habla


AGAR


Génesis 21:13
"Y también del hijo de la sierva haré una nación, porque es tu descendiente".

[Lee Génesis 21:9-21]

Agar había sido sacada de Egipto cuando era una niña y vendida como esclava. Probablemente había estado ya con Sara en Ur de los Caldeos. El caso es que entre muchos criados y criadas, Agar era tenida en gran estima por su ama. Esto es evidente por el hecho que cuando Sara quería que Abraham tuviera un hijo, cuando ella creía ser estéril, se la dio a Abraham, para que naciera de Agar el hijo de la promesa. Desde el punto de vista de Sara era imposible conceder mayor honor a una esclava.

Y con todo, esto constituyó un pecado delante de Dios, para los tres aunque menos para Agar. Era un pecado y como tal permaneció, pues el acto sexual no es permisible fuera del matrimonio. Es verdad que las costumbres de la época eran diferentes, pero esto no anula las leyes de Dios. Por tanto, los tres eran culpables. En el caso de Abraham y Sara a esta violación de los preceptos de Dios se añadía el pecado de la incredulidad. El intento de asegurar el Hijo de la promesa a través de Agar era el resultado de una falta de fe en la Omnipotencia de Dios y la certeza de sus promesas. Agar, siendo una esclava era, naturalmente, la menos responsable por tener menos libertad.

Por tanto, no es de sorprender que de este arreglo humano no resulto ninguna bendición. Agar "miraba con desprecio a su señora", ya antes de nacer Ismael, y se escapa de su dueña. Luego, cuando Sara dio a luz a un hijo, aparecen los celos entre las dos, celos que luego se trasladan de las madres a los hijos. Ismael se burla de Isaac. Aparece la discordia entre Abraham y Sara. Sólo después de la intervención de Dios Abraham despide a Agar. Esta vez sale para el desierto con el hijo.

Pero esto no completa el episodio de Agar, pues de él ha habido consecuencias visibles aún hoy. De Ismael proceden los árabes, de los cuales salió Mahoma. Así que la fuerza del Islam que todavía es potente en tres continentes, está en su origen unida al nombre de Agar.

De hecho, hay en esta circunstancia un misterio que no ha sido bien comprendido todavía. Es indudable que esta muchacha egipcia había llegado a un conocimiento del verdadero Dios en la tienda de Abraham. Por la gracia de Dios había aparecido la fe en su corazón. Y a través de esta promesa había en ella fe en el Mesías. Agar tiene que haber soñado que iba a dar a luz al antecesor del Mesías. Y así lo creería durante años, pero en el curso del tiempo sus ojos se abrirían y entró la desilusión.

Sin embargo, antes y después de esta ilusión de la fe, Agar fue objeto de un especial cuidado por parte de Dios. Dos veces tuvo el privilegio de ser testimonio de la aparición del Señor. La primera vez en el camino de Shur, cuando se había escapado; la segunda en el desierto de Beerseba, cuando Ismael se estaba muriendo de sed. Con toda esta atención por parte de Dios es natural que tenga un gran significado en la historia de su reino. Porque el Señor le dio ricas promesas. En el desierto de Beerseba le dijo claramente que haría de su hijo una gran nación. Antes le había dicho que "sería hombre fiero, la mano de todos contra él, su mano contra todos". Y a Abraham, Dios le dijo que daría prosperidad a Ismael por ser la simiente de Abraham. Todo esto está registrado en Génesis 16:10-12 y en 21:13, mucho antes del nacimiento de Mahoma. Vemos que la profecía se ha cumplido literalmente. Y con todo, esta página de la historia, que empieza con la fe de Agar y termina con la falsa fe del Islam, permanece envuelto en la niebla. Sólo se puede decir que el pueblo nacido de Agar ha sido empleado por Dios para disciplinar a su Iglesia. Pero hemos de considerar también que poseen grandes territorios que constituyen una barrera contra el paganismo. Todos ellos, muchos millones, creen en un solo Dios, y en la revelación profética de Dios. Hemos de recordar que los mahometanos reconocen a Jesús como profeta. Su error es no creer en Jesús como Mesías, y en colocar un falso profeta por encima de Él. Por ello permanecen en parte del Antiguo Testamento y rechazan el Nuevo. Colocan su fe en el contenido del Corán.

Esto es quizá lo que insinúa Pablo cuando en Gálatas 4:22 compara a Sara con una mujer libre y a Agar con una esclava, y místicamente lo interpreta significando que los que no encuentran al Mesías permanecen "hijos de la esclava", y los otros "hijos de la libre". Es posible que se refiera a la Jerusalén terrenal, y a la religión cristiana, que no busca su Jerusalén sobre la tierra, sino eternamente en los cielos.

Sea como sea, Agar aparece en las Escrituras por más razones que meramente estimular nuestra simpatía por el hecho que se perdió en el desierto. Aparece como un eslabón en la cadena de la Providencia insondable de Dios. El nombre de Agar está entrelazado con las raíces de la historia de la Iglesia de Dios.

“Gracia y Paz”
Editado por: Carlos Martínez M.

Beatriz C. González


ORACION


¡Que Yahweh les mire con amor y les conceda la paz!



¿CÓMO MANEJAS LOS ELOGIOS QUE RECIBES?



¿Cómo manejas los elogios que recibes?

Proverbios 27:2
“Que te alabe el extraño, y no tu boca; el forastero, y no tus labios”.

¿A quién no le agrada recibir una palabra de elogio? Después de un largo día de trabajo, al completar una tarea agotadora o al enfrentar circunstancias difíciles, una frase halagadora o un gesto de amabilidad puede ser gratificante e inspirador. Sin embargo, hay que tener cuidado al recibir elogios. Manejados correctamente, no hay ningún problema. Pero puede haber peligro dependiendo de la manera en que lo recibimos, pues nuestra naturaleza carnal tiende a llenarse de orgullo y vanidad con mucha facilidad. Y esto, desde luego, puede acarrearnos malas consecuencias en nuestras vidas.

Un ejemplo lo encontramos en Daniel capítulo 5. La Biblia cuenta que Dios le dio al rey Nabucodonosor “el reino y la grandeza, la gloria y la majestad” (v.18). Y por esto todos los pueblos y naciones “temblaban y temían delante de él”. Todos se esmeraban en halagarle y presentar ante él todo tipo de elogios y alabanzas. Producto de ello, el rey se llenó de orgullo y se olvidó de Aquel que le había dado todo. Dice el versículo 20 que “cuando su corazón se ensoberbeció, y su espíritu se endureció en su orgullo, fue depuesto del trono de su reino, y despojado de su gloria”. Pero no sólo esto, más adelante Nabucodonosor “fue echado de entre los hijos de los hombres, y su mente se hizo semejante a la de las bestias, y con los asnos monteses fue su morada. Hierba le hicieron comer como a buey, y su cuerpo fue mojado con el rocío del cielo” (v.21). Ciertamente un cambio enorme en su vida, de rey y señor de Babilonia, y envidia de todos los reinos de alrededor, a un perturbado mental, viviendo a la intemperie y actuando como las bestias del campo. Todo como resultado de su soberbia y su orgullo. Aquí se cumplen de manera perfecta las palabras de Jesús en Mateo 23:12: “El que se enaltece será humillado, y el que se humilla será enaltecido”.

Una actitud de soberbia y orgullo siempre traerá malas consecuencias, porque “Dios resiste a los soberbios, y da gracia a los humildes”, dice Santiago 4:6. Para evitar el orgullo, la jactancia o el egocentrismo como resultado del elogio, la Biblia nos da pautas a seguir que nos permiten aceptar halagos con gracia:

Evita elogiarte a ti mismo.
El pasaje de hoy nos enseña que debemos dejar que otros nos alaben y no nosotros mismos. La Biblia también nos enseña que cuando actuamos con humildad, Dios mismo nos exaltará en Su tiempo. Dice 1 Pedro 5:6: “Humillaos, pues, bajo la poderosa mano de Dios, para que él os exalte cuando fuere tiempo”.

Dale la honra a Dios.
Recibir felicitaciones acerca de tu estilo de vida positivo o por tu buen trabajo puede ser una buena oportunidad para darle el crédito a Dios por lo que él está haciendo en tu vida. Dice Isaías 12:5: “Cantad salmos a Jehová, porque ha hecho cosas magníficas; sea sabido esto por toda la tierra”. Compartir la razón de tu actitud positiva o del cambio en tu vida, puede ser un testimonio del poder de Dios para el no creyente. Por eso siempre debes darle la gloria al Señor. Y que todos los que están a tu alrededor lo sepan.

Responde con el corazón.
Comparte con la persona que te alaba cómo el halago que te hizo afectó tu vida. Proverbios 25:11 dice: “Manzana de oro con figuras de plata es la palabra dicha como conviene”. Muestra agradecimiento a la persona que te hizo sentir bien y de manera amable preséntale a Aquel que produce en ti ese comportamiento.

Agradécele a Dios en oración.
¿Le has pedido a Dios recientemente por una motivación para entregarte más a él y servirle? Quizás él ha contestado tu oración por medio de las palabras de estímulo de otra persona. Recuerda agradecerle a Dios por esos halagos en tu tiempo de oración. Hebreos 13:15 dice: “Así que, ofrezcamos siempre a Dios, por medio de él, sacrificio de alabanza, es decir, fruto de labios que confiesan su nombre”.

Resumiendo, debemos pensar y actuar siempre sobre la base de que todo lo bueno que recibimos proviene de Dios, incluyendo los halagos, los cuales pueden ser usados por el Señor tanto para probar nuestra madurez espiritual como para impactar la vida de quien nos halaga, dependiendo de nuestra reacción.

ORACIÓN:
Padre Santo, te ruego pongas en mí un espíritu de humildad que no me permita exaltarme a mí mismo en nada, sino que cada vez que me den un elogio por algo que yo haga, seas tú quien reciba la gloria y el honor que únicamente tú te mereces. En el nombre de Jesucristo, Amén.

¡Gracia y Paz!
Dios te Habla



¡Que Yahweh les mire con amor y les conceda la paz!


¿ERES AGRADECIDO CON EL SEÑOR?



¿Eres agradecido con el Señor?

Lucas 17:11-19
“Yendo Jesús a Jerusalén, pasaba entre Samaria y Galilea. Y al entrar en una aldea, le salieron al encuentro diez hombres leprosos, los cuales se pararon de lejos y alzaron la voz, diciendo: ¡Jesús, Maestro, ten misericordia de nosotros! Cuando él los vio, les dijo: Id, mostraos a los sacerdotes. Y aconteció que mientras iban, fueron limpiados. Entonces uno de ellos, viendo que había sido sanado, volvió, glorificando a Dios a gran voz, y se postró rostro en tierra a sus pies, dándole gracias; y éste era samaritano. Respondiendo Jesús, dijo: ¿No son diez los que fueron limpiados? Y los nueve, ¿dónde están? ¿No hubo quien volviese y diese gloria a Dios sino este extranjero? Y le dijo: Levántate, vete; tu fe te ha salvado”.

Para entender bien lo que este pasaje nos narra, tenemos que pensar en la vida que aquellos leprosos llevaban. En primer lugar no existía cura para esta enfermedad, y además era muy contagiosa. Por eso estas personas eran forzadas a vivir fuera de la villa o aldea. La ley requería que se mantuviesen a distancia de las demás personas, y cuando el viento soplaba del leproso hacia la persona sana la ley establecía que la distancia debía ser por lo menos de ciento cincuenta pies. Eran víctimas del rechazo de la sociedad en que vivían. Ni siquiera podían acercarse a sus familias, a sus hijos, a sus amistades. ¡Qué vida tan terrible!

Aquellos hombres clamaron a Jesús desesperadamente, y a distancia le gritaron: “¡Jesús, Maestro, ten misericordia de nosotros!” Jesús tuvo misericordia de ellos y los sanó. Y en el mismo instante en que la lepra desapareció, nueve de ellos, ansiosos por ser declarados limpios y por lo tanto volver a ser aceptados por la sociedad, continuaron su camino para mostrarles a los sacerdotes que ya ellos eran sanos y que podían vivir una vida normal. Ni siquiera les pasó por la mente aquel que había hecho tan precioso milagro en sus vidas. Sin duda sus pensamientos estaban concentrados en su propio beneficio y en su corazón no había una pizca de agradecimiento. Sólo uno de ellos volvió a donde estaba Jesús, y “se postró rostro en tierra a sus pies, dándole las gracias”. Entonces Jesús le pregunta: “¿No son diez los que fueron limpiados? Y los nueve, ¿dónde están? ¿No hubo quien volviese y diese gloria a Dios sino este extranjero?” Casi podemos percibir la tristeza en estas palabras del Señor. Por último le dijo: “Levántate, vete; tu fe te ha salvado”. No sólo fue aquel hombre sanado de su enfermedad, sino que su agradecimiento le llevó a recibir del Señor el regalo más precioso que un ser humano pueda recibir: la salvación de su alma.

De diez leprosos sólo uno mostró gratitud. El mínimo posible. Pero esto no debe extrañarnos. La falta de agradecimiento forma parte de la naturaleza humana. En sentido general todos somos malagradecidos en mayor o menor grado. ¿Cuántos de nosotros tomamos cada día unos minutos para decirle a Dios: gracias por mi vida, gracias por mi salud, gracias por mi trabajo, gracias por mi familia, gracias por tu provisión, en fin, gracias por todas las bendiciones recibidas día tras día?

En esta vida nos suceden muchas cosas contrarias a como deseábamos, como suponíamos, o como teníamos previsto, pero en todos los casos debemos dar gracias a Dios, pues sus planes para sus hijos son “planes de bienestar y no de calamidad”, dice Jeremías 29:11. Aun en los malos momentos por los que a veces pasamos debemos ser agradecidos ya que ellos son usados por el Señor para moldear nuestro carácter y mover las circunstancias para un final favorable a nosotros.

A Dios le agrada que seamos agradecidos. 1 Tesalonicenses 5:18 dice: “Dad gracias en todo, porque esta es la voluntad de Dios para con vosotros en Cristo Jesús”. Demos gracias al Señor cada mañana al despertar, gracias por el alimento de cada día, gracias porque podemos llamarle “Padre nuestro”, gracias porque él conoce nuestras necesidades y las suple “conforme a sus riquezas en gloria en Cristo Jesús” (Filipenses 4:19). Recordemos cada día el sacrificio de Jesús en la cruz que nos ha dado vida eterna, y la infinita misericordia de Dios. Y seamos agradecidos.

ORACIÓN:
Padre santo, te ruego perdones mi ingratitud, y me ayudes a vivir consiente de todas las bendiciones que recibo diariamente. Y que de mi corazón salga un constante agradecimiento que llegue hasta tu trono de gracia. En el nombre de Jesús, Amén.

¡Gracia y Paz!

Dios te Habla

lunes, 16 de junio de 2014

¿HAS SENTIDO LA CARGA DEL ESPÍRITU SANTO PARA ORAR POR ALGUIEN?



¿Has sentido la carga del Espíritu Santo para orar por alguien?

Juan 16:5-15
“Pero ahora voy al que me envió; y ninguno de vosotros me pregunta: ¿A dónde vas? Antes, porque os he dicho estas cosas, tristeza ha llenado vuestro corazón. Pero yo os digo la verdad: Os conviene que yo me vaya; porque si no me fuera, el Consolador no vendría a vosotros; mas si me fuere, os lo enviaré. Y cuando él venga, convencerá al mundo de pecado, de justicia y de juicio. De pecado, por cuanto no creen en mí; de justicia, por cuanto voy al Padre, y no me veréis más; y de juicio, por cuanto el príncipe de este mundo ha sido ya juzgado. Aún tengo muchas cosas que deciros, pero ahora no las podéis sobrellevar. Pero cuando venga el Espíritu de verdad, él os guiará a toda la verdad; porque no hablará por su propia cuenta, sino que hablará todo lo que oyere, y os hará saber las cosas que habrán de venir. El me glorificará; porque tomará de lo mío, y os lo hará saber. Todo lo que tiene el Padre es mío; por eso dije que tomará de lo mío, y os lo hará saber”.

A medida que se acercaba el momento de su muerte, Jesús con frecuencia se refirió al “Consolador” que él enviaría, el cual enseñaría y capacitaría a los creyentes para una vida conforme a los planes de Dios. En Juan 14:26, el Señor les dice a sus discípulos: “Mas el Consolador, el Espíritu Santo, a quien el Padre enviará en mi nombre, él os enseñará todas las cosas, y os recordará todo lo que yo os he dicho”.

Una de las principales funciones del Espíritu Santo es ayudarnos a llevar a cabo aquello para lo cual Dios nos ha llamado. Una de sus responsabilidades es ser nuestro asistente en la oración. Él es el que pone en nosotros “la carga” que nos mueve a orar. Él tiene conocimiento de las tentaciones que esperan por nosotros más adelante, o las duras experiencias por las que tendremos que pasar. Por eso nos urge a que nos mantengamos en contacto con nuestro Padre celestial. Cuando sientas la necesidad de orar no debes ignorarla bajo ningún concepto. En 1 Tesalonicenses 5:19, la Biblia nos dice: “No apaguéis al Espíritu”. Apagamos al Espíritu cuando ignoramos sus instrucciones, cuando lo limitamos o lo estorbamos. No debemos olvidar esta divina advertencia.

Cuando sentimos una carga o peso para que oremos por alguien, es el Espíritu Santo obrando para darnos la oportunidad de participar en la obra de Dios. En ocasiones hemos sentido que debemos orar por una cierta persona en un cierto momento, y más tarde nos enteramos que esta persona estaba en medio de una situación difícil que requería la ayuda divina. La carga en nuestros corazones para que oremos por nosotros mismos o por otras personas es una demostración muy especial del amor de Dios. Al movernos a la oración, él comienza un proceso de hacernos sensibles a las circunstancias que nos rodean, o de prepararnos para una batalla que él sabe se acerca. Debemos estar preparados para escuchar la exhortación del Espíritu Santo y obedecer fielmente sus instrucciones, alejándonos de todo aquello que interfiera en nuestra comunión con Dios.

Efesios 5:18 dice: “No os embriaguéis con vino, en lo cual hay disolución; antes bien sed llenos del Espíritu”. La única manera de ser “llenos del Espíritu” es estableciendo una íntima comunión con nuestro Padre celestial. Con ese fin, separa todos los días un tiempo para el Señor, leyendo su palabra, meditando en ella y orando, y “alabando al Señor en vuestros corazones”, como dice Efesios 5:19. La Biblia dice que “el Espíritu nos ayuda en nuestra debilidad; pues qué hemos de pedir como conviene, no lo sabemos, pero el Espíritu mismo intercede por nosotros con gemidos indecibles” (Romanos 8:26). Pide a Dios que te revele aquello por lo que debes orar. El Espíritu Santo pondrá en tu corazón una carga por algo o por alguien a quien Dios quiere bendecir o usar para llevar a cabo algún plan que él tiene. Participa tú en ese plan divino siendo sensible a las instrucciones del Espíritu Santo.

ORACIÓN:
Padre santo, por favor lléname de tu Santo Espíritu. Ayúdame a hacer mi parte en este proceso, de manera que yo pueda disfrutar plenamente de tu amor y de tu paz, y llegar a tener un oído sensible para escuchar todo lo que el Consolador me diga. En el nombre de Jesús, Amén.

¡Gracia y Paz!

Dios te Habla

domingo, 15 de junio de 2014

¿Y TÚ DE QUÉ MANERA CLAMAS A DIOS?



¿Y tú de qué manera clamas a Dios?

Nehemías 1:4-9
"Cuando oí estas palabras me senté y lloré, e hice duelo por algunos días, y ayuné y oré delante del Dios de los cielos. Y dije: Te ruego, oh Jehová, Dios de los cielos, fuerte, grande y temible, que guarda el pacto y la misericordia a los que le aman y guardan sus mandamientos; esté ahora atento tu oído y abiertos tus ojos para oír la oración de tu siervo, que hago ahora delante de ti día y noche, por los hijos de Israel tus siervos; y confieso los pecados de los hijos de Israel que hemos cometido contra ti; sí, yo y la casa de mi padre hemos pecado. En extremo nos hemos corrompido contra ti, y no hemos guardado los mandamientos, estatutos y preceptos que diste a Moisés tu siervo. Acuérdate ahora de la palabra que diste a Moisés tu siervo, diciendo: Si vosotros pecareis, yo os dispersaré por los pueblos; pero si os volviereis a mí, y guardareis mis mandamientos, y los pusiereis por obra, aunque vuestra dispersión fuere hasta el extremo de los cielos, de allí os recogeré, y os traeré al lugar que escogí para hacer habitar allí mi nombre".

A Dios le agrada que meditemos en su Palabra y guardemos sus mandamientos. A él le encanta que aprendamos las lecciones de las sagradas Escrituras y las pongamos en práctica en nuestro diario vivir. Y también le complace que prestemos atención a lo que él ha prometido y a lo que él ha advertido son las consecuencias de nuestras acciones. A través de los siglos, el Señor ha mostrado de manera inequívoca su fidelidad al cumplimiento de sus promesas. Dice Hebreos 10:23: “Mantengamos firme, sin fluctuar, la profesión de nuestra esperanza, porque fiel es el que prometió”. Ciertamente Dios es fiel y siempre cumple su palabra.

En el pasaje de hoy, Nehemías oró usando las mismas palabras que Dios había pronunciado años antes, cuando se dirigió a Moisés advirtiéndole acerca de la infidelidad y el pecado del pueblo de Israel, y recordándole su promesa de reunirlos y llevarlos a la tierra prometida si ellos guardaban sus mandamientos. Nehemías no estaba insinuando que Dios pudiera haberse olvidado de sus propias declaraciones. Él simplemente confiaba en las Escrituras y las guardaba en su corazón y en su mente. Cuando Nehemías dice a Dios "acuérdate de la palabra que diste a Moisés", está diciendo que él cree en esa palabra de todo corazón y que su esperanza reside en las promesas que el Señor ha dado a su pueblo.

Una de las mejores maneras de orar y ayunar es manteniendo la Biblia abierta, trayendo ante Dios su propia palabra, y mostrándole a él que nuestra esperanza se basa en sus promesas. David trajo ante Dios su pecado y lo confesó, declarando: “Porque no quieres sacrificio, que yo lo daría; no quieres holocausto. Los sacrificios de Dios son el espíritu quebrantado; al corazón contrito y humillado no despreciarás tú, oh Dios” (Salmo 51:16-17). Hoy nosotros, si estamos luchando contra alguna situación pecaminosa, podemos aferrarnos a esas mismas promesas, declararlas, hacerlas nuestras y venir humildemente delante del Señor arrepentidos y confesando nuestros pecados.

¿Tienes problemas económicos? Haz una prioridad tu búsqueda del Señor, y acércate a su trono de gracia expresando las palabras de Jesús en Mateo 6:33: “Buscad primeramente el reino de Dios y su justicia, y todas estas cosas os serán añadidas”. ¿Andan tus hijos por caminos que no son de Dios? Si tú has creído, ora aferrándote a la promesa de Hechos 16:31: “Cree en el Señor Jesucristo, y serás salvo, tú y tu casa”. ¿Necesitas paz y descanso espiritual? ¿Sientes sobre ti una carga muy pesada? En Mateo 11:28, Jesús nos dejó una preciosa promesa: "Venid a mí todos los que estáis trabajados y cargados, y yo os haré descansar". Ven al Señor en oración trayendo estas promesas, confiando que él habrá de cumplirlas en ti plenamente.

ORACIÓN:
Amante Padre, te doy gracias por tus promesas y por tu fidelidad. Tú has prometido descanso para todos aquellos que estamos trabajados y cansados Has prometido suplir nuestras necesidades, y estar con tus hijos todos los días hasta el fin del mundo. Hoy yo vengo a ti y te entrego todas mis necesidades confiando en que tú las suplirás. En el nombre de Jesús, Amén.

“Gracia y paz”

Dios te Habla