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miércoles, 25 de junio de 2014

¿TE CUESTA TRABAJO ESCUCHAR LA VOZ DE DIOS?



¿TE CUESTA TRABAJO ESCUCHAR LA VOZ DE DIOS?

Éxodo 19:4-6
“Vosotros visteis lo que hice a los egipcios, y cómo os tomé sobre alas de águilas, y os he traído a mí. Ahora, pues, si diereis oído a mi voz, y guardareis mi pacto, vosotros seréis mi especial tesoro sobre todos los pueblos; porque mía es toda la tierra. Y vosotros me seréis un reino de sacerdotes, y gente santa. Estas son las palabras que dirás a los hijos de Israel”.

Los israelitas habían sido liberados de la esclavitud en Egipto por Moisés, bajo la dirección y el poder de Dios. Tres meses después llegaron frente al Monte Sinaí donde Dios esperaba por ellos. Allí el Señor, por medio de Moisés, les ofrece un pacto. Este pasaje nos muestra las palabras de Dios al pueblo de Israel. En resumen, si ellos obedecían, él los bendeciría. Muchas veces la voluntad de Dios es tan clara como el sol en un día sin nubes. Sin embargo, llevarla a cabo puede ser tan difícil como capturar el sol y ponerlo en tu bolsillo. Tú sabes bien lo que debes hacer pero no puedes o no quieres ponerlo en práctica.

Los israelitas enfrentaron este dilema cuando estaban a punto de entrar a la tierra prometida. Después de una larga trayectoria a través del desierto, finalmente llegaron frente a la tierra de Canaán. Entonces Moisés les recordó el pacto que el Señor había hecho con ellos, con estas palabras: “Oirás, pues, la voz de Jehová tu Dios, y cumplirás sus mandamientos y sus estatutos” (Deuteronomio 27:10). Moisés sabía que Israel no estaría bajo la protección de Dios si ellos no obedecían. Pero ellos olvidaron este principio tan importante. Números capítulo 13 nos narra lo que sucedió después. Dice el v.1: “Jehová habló a Moisés, diciendo: Envía tú hombres que reconozcan la tierra de Canaán, la cual yo doy a los hijos de Israel”. Ciertamente estaban muy claras las instrucciones de Dios: él les estaba dando aquella tierra a los israelitas, y quería que un grupo de hombres la reconocieran, con el fin de que no quedara duda aun a los más incrédulos de que realmente era la “tierra que fluye leche y miel” que él les había prometido.

Entonces Moisés mandó a doce príncipes, uno de cada tribu, a reconocer la tierra, y después de cuarenta días regresaron con el informe de lo que vieron. Diez de los doce hombres describieron un escenario totalmente pesimista de lo que les esperaba, incluyendo la presencia de enormes gigantes a los cuales tendrían que enfrentarse. Después incitaron al pueblo a volver atrás y no continuar el camino que llevaban. Solamente dos de ellos, Caleb y Josué, mostraron absoluta confianza en el plan de Dios de entregarles a ellos aquella tierra, y exhortaron al pueblo a seguir adelante.

Los israelitas habían escuchado claramente la voz de Dios a través de sus líderes. Ahora tenían que escoger entre dos opciones: obedecer al Señor y tomar posesión de la tierra prometida que él les estaba entregando, o hacerles caso a aquellos diez hombres y retirarse para evitar enfrentarse a los habitantes de aquella tierra. Finalmente decidieron no obedecer la voz de Dios y se volvieron atrás movidos por el miedo y la falta de fe. Esto trajo como consecuencia que deambularan por el desierto cuarenta años, y la mayoría de ellos nunca pudieron disfrutar de la tierra prometida.

Todos los que hemos aceptado a Jesucristo como salvador somos actualmente el pueblo de Dios. Como tal debemos aplicar esta enseñanza a nuestras vidas. Jesús lo dijo muy claramente en Juan 14:21: “El que tiene mis mandamientos, y los guarda, ése es el que me ama; y el que me ama, será amado por mi Padre, y yo le amaré, y me manifestaré a él”. No se trata solamente de conocer los mandamientos, es necesario guardarlos, es decir obedecerlos. Entonces el Señor se manifestará. No es suficiente con oír la voz de Dios, es imprescindible cumplir sus órdenes. La Biblia nos dice en Santiago 1:22: “Sed hacedores de la palabra, y no tan solamente oidores, engañándoos a vosotros mismos”. Por el contrario, obedecer los mandamientos de Dios siempre resultará en bendiciones.

Si deseas escuchar la voz de Dios, lee diariamente su palabra y medita en ella. Una vez conozcas la voluntad del Señor, ora pidiendo que el poder de su Santo Espíritu se manifieste en ti y te dé la fuerza y el valor para obedecerla. Entonces recibirás bendiciones abundantes.

ORACIÓN
Padre celestial, perdóname por ser tan necio, perdóname por ser tan ciego, porque no obstante que tú me enseñas tus mandamientos a través de tu Palabra, aun así soy desobediente. Te ruego me ayudes a escuchar tu voz con claridad, y, por favor, dame la fe y el valor para obedecerte siempre, aun en contra de mi voluntad. En el nombre de Jesús, Amén.

¡Gracia y Paz!

Dios te Habla

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