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¿DE QUÉ DEPENDE TU FELICIDAD?



¿De qué depende tu felicidad?

Salmo 4:6-7
“Muchos son los que dicen: ¿Quién nos mostrará el bien? Alza sobre nosotros, oh Jehová, la luz de tu rostro. Tú diste alegría a mi corazón mayor que la de ellos cuando abundaba su grano y su mosto”.

La búsqueda de la felicidad es sin duda uno de los desafíos más grandes, si no el mayor, a los que se enfrenta toda persona durante su vida. El ser humano no se siente totalmente feliz mientras le falte algo que él considera que debe tener, ya sea en el aspecto material, emocional o espiritual. Por eso muchas personas se pasan toda la vida buscando “eso” que les falta, y cuando lo encuentran se dan cuenta que todavía no son lo felices que esperaban ser. Y, mientras tanto, en el proceso se encuentran circunstancias tanto positivas como negativas las cuales los llevan de arriba a abajo en el aspecto emocional.

Los sicólogos, que se habían centrado siempre en la curación y el alivio de las enfermedades mentales, comenzaron hace unos años el estudio de las personas normales y su potencial para la alegría, el gozo y la realización personal. David Lykken, profesor emérito de la Universidad de Minnesota, ha elaborado lo que él llama “La teoría del punto de felicidad”. Él llegó a la conclusión de que la mayoría de las personas regresan a su nivel anterior de felicidad de seis meses a un año después de acontecimientos dramáticos como la tristeza por perder a un ser querido, o la emoción de mudarse a la casa soñada. Lykken llama a ese punto de referencia original el “punto de felicidad”.

En el cristiano el “punto de felicidad” es muy diferente al del mundo, pues no depende de los altibajos normales de la experiencia humana. La Biblia nos dice que busquemos nuestra felicidad en el Dios inmutable y no en nuestras variables e inciertas circunstancias. En el pasaje de hoy, David alaba a Dios diciéndole: “Tú diste alegría a mi corazón mayor que la de ellos cuando abundaba su grano y su mosto”. Esta “alegría en el corazón” es muy diferente y mucho más profunda que la sensación de bienestar que proviene de las circunstancias favorables. Se refiere al gozo que proviene del Espíritu de Dios, el cual no depende de si nos va bien o nos va mal, sino que está relacionado exclusivamente con la presencia de Dios en nuestras vidas. Así lo dice David en el Salmo 16:11 “En tu presencia hay plenitud de gozo”. Nosotros tendremos la misma experiencia que el salmista cuando dejemos de decir: “Yo sería feliz si...” y empecemos a decir: “Yo soy feliz porque mi Padre celestial siempre está conmigo”. El gozo que se basa en el amor y la misericordia de nuestro Dios, independientemente de nuestras circunstancias, debería ser nuestro constante “punto de felicidad”.

El apóstol Pablo llegó a conocer el secreto de la verdadera felicidad, la que se siente lo mismo en la escasez que en la abundancia, cuando falta algo o cuando algo sobra. En su carta a los filipenses les dijo: “En gran manera me gocé en el Señor de que ya al fin habéis revivido vuestro cuidado de mí; de lo cual también estabais solícitos, pero os faltaba la oportunidad. No lo digo porque tenga escasez, pues he aprendido a contentarme, cualquiera que sea mi situación. Sé vivir humildemente, y sé tener abundancia; en todo y por todo estoy enseñado, así para estar saciado como para tener hambre, así para tener abundancia como para padecer necesidad” (Filipenses 4:10-12). Y entonces completa el pensamiento con el secreto de su constante gozo y felicidad: “Todo lo puedo en Cristo que me fortalece” (Filipenses 4:13).

Si estás pasando por momentos de tristeza en tu vida, acércate a Dios, alábale, clama a él, pídele que derrame la unción restauradora de su Espíritu en tu espíritu quebrantado. Mantente firme en tu relación con el Señor y pronto comenzarás a sentir su paz y su gozo inundando tu corazón.

ORACIÓN:
Mi bendito Padre, ayúdame a entender que tú eres la fuente de todo lo que yo necesito en la vida para ser feliz. Yo rechazo todo intento de Satanás de confundirme con las cosas del mundo, y confió en que tu presencia llena mi vida de paz y de gozo. Por Cristo Jesús, Amén.

¡Gracia y Paz!
Dios te Habla



jueves, 29 de mayo de 2014

¿PUEDES PERMANECER CALLADO?


¿Puedes permanecer callado?

Marcos 15:1-5
“Muy de mañana, habiendo tenido consejo los principales sacerdotes con los ancianos, con los escribas y con todo el concilio, llevaron a Jesús atado, y le entregaron a Pilato. Pilato le preguntó: ¿Eres tú el Rey de los judíos? Respondiendo él, le dijo: Tú lo dices. Y los principales sacerdotes le acusaban mucho. Otra vez le preguntó Pilato, diciendo: ¿Nada respondes? Mira de cuántas cosas te acusan. Mas Jesús ni aun con eso respondió; de modo que Pilato se maravillaba”.

Callar no es precisamente una cualidad intrínseca del ser humano. Desde muy pequeños, los niños muestran una marcada tendencia a tratar de captar la atención de los demás ya sea llorando, o gritando o, cuando aprenden a pronunciar palabras, hablando sin cesar. Cuando somos adultos, ya no lloramos o gritamos como los pequeños, sin embargo todavía nos resulta difícil callarnos, sobre todo cuando nos insultan o nos acusan injustamente. Por eso, en el pasaje de hoy, Pilato se maravilló cuando Jesús permaneció callado ante las acusaciones de que era objeto por parte de los sacerdotes judíos. Seguir el ejemplo de Jesús no es nada fácil, sin embargo la Biblia nos exhorta a mantener una actitud pasiva y prudente en situaciones en las que nuestra naturaleza carnal nos impulsa a defendernos de acusaciones falsas o de alguna calumnia de la que hemos sido víctimas. Por ejemplo, Proverbios 19:11 dice: “El buen juicio hace al hombre paciente; su gloria es pasar por alto la ofensa”.

En Mateo 12:34, Jesús les dice a un grupo de judíos: “¡Generación de víboras! ¿Cómo podéis hablar lo bueno, siendo malos? Porque de la abundancia del corazón habla la boca”. Ciertamente un corazón lleno de ira y amargura producirá palabras que no glorificarán el nombre de Dios. Por eso, en su carta a los efesios, el apóstol Pablo les dice: “Quítense de vosotros toda amargura, enojo, ira, gritería y maledicencia, y toda malicia. Antes sed benignos unos con otros, misericordiosos, perdonándoos unos a otros, como Dios también os perdonó a vosotros en Cristo” (Efesios 4:31-32). Pablo nos advierte que debemos despojarnos de “toda amargura”, pues hay un peligro muy grande cuando permitimos que ésta se acumule en el corazón y eche raíces. Hebreos 12:15 nos alerta de la siguiente manera: “Mirad bien, no sea que alguno deje de alcanzar la gracia de Dios; que brotando alguna raíz de amargura, os estorbe, y por ella muchos sean contaminados”. De igual manera debemos librarnos de enojo, ira, gritería y maledicencia, ya que nada de esto proviene de Dios.

En la corte judicial de un pequeño pueblo había un abogado que solía hacer comentarios despectivos y usaba en ocasiones lenguaje provocativo dirigido al juez en funciones de dicho tribunal. En lugar de tomar medidas enérgicas contra el abogado y mandarle a callar, el juez sonreía y se quedaba callado. La gente se preguntaba cómo podía ser tan paciente. En una ocasión, durante una cena, alguien le preguntó al juez: “¿Por qué usted no hace algo respecto a ese insolente abogado?” El juez puso su tenedor en el plato, y con una leve sonrisa contestó: “Tengo una vecina que tiene un perro. Siempre que hay luna llena, el perro ladra sin cesar toda la noche”. Luego, el juez reanudó su comida tranquilamente. Una persona le preguntó: “Pero señor juez, ¿qué tiene que ver eso del perro y la luna con ese abogado?” Él contestó: “Pues que la luna simplemente ¡sigue brillando!”

Los sacerdotes judíos insultaron y acusaron a Jesús. Él simplemente calló. Y su gloria siguió brillando y seguirá alumbrando por la eternidad. Debemos aprender a callar en lugar de hablar algo ofensivo. Y si es absolutamente necesario que hablemos en nuestra defensa, debemos hacerlo con mansedumbre, controlando las emociones y recordando que “la blanda respuesta quita la ira; mas la palabra áspera hace subir el furor” (Proverbios 15:1). Ciertamente podríamos evitar muchos problemas si aprendiéramos a hablar con suavidad, y a callarnos cuando no tuviéramos algo bueno que decir de la otra persona.

ORACIÓN:
Padre santo, te ruego llenes mi corazón de tu amor y de tu paz, de manera que siempre que yo hable lo haga con palabras que edifiquen y no ofendan aun en momentos en que me han herido u ofendido de alguna manera. Y dame la fuerza para permanecer callado cuando sea prudente hacerlo. En el nombre de Jesús, Amén.

¡Gracia y Paz!
Dios te Habla



miércoles, 28 de mayo de 2014

¿ERES TÚ UN INSTRUMENTO DEL SEÑOR?


¿Eres tú un instrumento del Señor?

1 Samuel 16:6-13
“Y aconteció que cuando ellos vinieron, él vio a Eliab, y dijo: De cierto delante de Yahweh está su ungido. Y Yahweh respondió a Samuel: No mires a su parecer, ni a lo grande de su estatura, porque yo lo desecho; porque Yahweh no mira lo que mira el hombre; pues el hombre mira lo que está delante de sus ojos, pero Yahweh mira el corazón. Entonces llamó Isaí a Abinadab, y lo hizo pasar delante de Samuel, el cual dijo: Tampoco a éste ha escogido Yahweh. Hizo luego pasar Isaí a Sama. Y él dijo: Tampoco a éste ha elegido Yahweh. E hizo pasar Isaí siete hijos suyos delante de Samuel; pero Samuel dijo a Isaí: Yahweh no ha elegido a éstos. Entonces dijo Samuel a Isaí: ¿Son éstos todos tus hijos? Y él respondió: Queda aún el menor, que apacienta las ovejas. Y dijo Samuel a Isaí: Envía por él, porque no nos sentaremos a la mesa hasta que él venga aquí. Envió, pues, por él, y le hizo entrar; y era rubio, hermoso de ojos, y de buen parecer. Entonces Yahweh dijo: Levántate y úngelo, porque éste es. Y Samuel tomó el cuerno del aceite, y lo ungió en medio de sus hermanos; y desde aquel día en adelante el Espíritu de Yahweh vino sobre David. Se levantó luego Samuel, y se volvió a Ramá”.

Se cuenta una historia de un famoso violinista que anunció un concierto en que tocaría utilizando, como de costumbre, uno de los famosos (y muy valiosos) violines Stradivarius. Mucha gente acudió al concierto no sólo por escuchar al violinista, sino también por ver el violín. El concierto resultó un éxito extraordinario. La gente aplaudió hasta el cansancio. Pero al final, ante el asombro de todos, el violinista tomó el violín y lo tiró al piso, y después lo rompió pisoteándolo. La gente no podía creer lo que estaba viendo. “¿Cómo es posible que este hombre haya roto un instrumento tan valioso?”, se preguntaban, mirándose unos a otros. Entonces el violinista tomó el micrófono e hizo la siguiente aclaración: “El violín con que he tocado no es un Stradivarius de trescientos mil dólares. Es un violín común y corriente que me costó sólo sesenta y cinco dólares. He hecho esto para que vean que lo importante no es el violín, sino el violinista”.

El pasaje de hoy, nos muestra un momento sumamente importante en la historia del pueblo de Israel. Dios había decidido desechar a Saúl como rey, y ordenó al profeta Samuel que fuera a ver a un hombre llamado Isaí, el cual tenía varios hijos, uno de los cuales sería el próximo rey de Israel. Dios le enseñaría lo que debía hacer, y le dijo: “Me ungirás al que yo te dijere” (1 Samuel 16:3). Lo primero que advierte el Señor a Samuel es que no se deje llevar por la apariencia, sino que prestara atención a su dirección, pues para él lo más importante no era el aspecto físico sino el corazón. Uno a uno fueron pasando delante del profeta los hijos de Isaí. Siete en total, y en todos los casos Samuel dijo: “Tampoco a éste ha escogido Yahweh.” Finalmente enviaron por el menor de todos, un jovencito que estaba apacentando las ovejas de su padre. La Biblia dice que éste era también de buen parecer, pero en él había algo más, algo muy especial que los demás no tenían: su corazón era conforme al corazón de Dios (1 Samuel 13:14). Cuando aquel joven hizo su entrada, “entonces Yahweh dijo: Levántate y úngelo, porque éste es”. Como rey de Israel, años más tarde, David llegó a ser un instrumento poderoso en las manos del Señor.

Dios considera a cada uno de sus hijos un instrumento en potencia, sin importarle la apariencia física, raza o nacionalidad, inteligencia, educación, o posición social o económica. Lo más importante para el Señor es un corazón dispuesto a adorarle y servirle. Entonces, en sus manos, nos convertimos en un poderoso instrumento por medio del cual él puede hacer maravillas que asombren al mundo. Dispón hoy tu corazón a servir a Dios, pídele que te use para su honra y gloria, y en sus divinas manos llegarás a ser el Stradivarius que él, el Maestro de maestros, ha dispuesto que seas.

ORACIÓN:
Padre mío, te doy gracias por no tener en cuenta mi apariencia ni mis debilidades. Hoy dispongo mi corazón a servirte, y te ruego que me capacites y me uses como instrumento que glorifique tu nombre delante de los demás. En el nombre de Jesús, Amén.

¡Gracia y Paz!

Dios te Habla

martes, 27 de mayo de 2014

¿TIENES BUENA VISIÓN ESPIRITUAL?


¿Tienes buena visión espiritual?

Génesis 13:8, 9
“Entonces Abram dijo a Lot: No haya ahora altercado entre nosotros dos, entre mis pastores y los tuyos, porque somos hermanos. ¿No está toda la tierra delante de ti? Yo te ruego que te apartes de mí. Si fueres a la mano izquierda, yo iré a la derecha; y si tú a la derecha, yo iré a la izquierda”.

Hace muchos siglos, dos hombres se pararon sobre una elevada colina desde donde se divisaba una gran llanura fértil que se extendía por varios kilómetros frente a ellos. Sus nombres eran Abram y Lot, su sobrino quien, con su familia, había salido junto con Abram y su esposa con rumbo a la tierra de Canaan (Génesis 12:4). Ambos se establecieron en un punto intermedio entre su hogar y el destino final. Ahora había llegado el momento de separarse porque la tierra que compartían “no era suficiente para que habitasen juntos, pues sus posesiones eran muchas, y no podían morar en un mismo lugar” (Génesis 13:6). Estaban a punto de tomar una decisión que afectaría sus vidas y sus familias en el futuro. Abram instó a Lot a ver a su alrededor para que hiciera la elección más conveniente para él. “Y alzó Lot sus ojos, y vio toda la llanura del Jordán, que toda ella era de riego... Entonces Lot escogió para sí toda la llanura del Jordán” (Génesis 13:10, 11).

Ahora bien, “Jehová había dicho a Abram: Vete de tu tierra y de tu parentela, y de la casa de tu padre, a la tierra que te mostraré” (Génesis 12:1). La Biblia nos dice que Abram “creyó a Dios” (Romanos 4:3). Su confianza estaba puesta en el Dios todopoderoso y en él esperaba. Por eso Dios se acercó a Abram y le dijo: “Alza ahora tus ojos, y mira desde el lugar donde estás hacia el norte y el sur, y al oriente y al occidente. Porque toda la tierra que ves, la daré a ti y a tu descendencia para siempre” (Génesis 13:14-15).

Es importante señalar que antes de que llegaran al acuerdo final, cada uno de ellos “alzó sus ojos”. Aunque ambos miraron, cada uno vio cosas diferentes. Lot vio la realidad agrícola: los fértiles campos y la abundante irrigación. Abram pudo ver más allá, porque él “esperaba la ciudad que tiene fundamentos, cuyo arquitecto y constructor es Dios”, dice Hebreos 11:10. Lot plantó sus tiendas a las puertas de Sodoma y permaneció allí. Los reyes de Sodoma y Gomorra sostuvieron en ese tiempo una guerra contra reinos vecinos. Estos reyes fueron vencidos en una batalla en Sidim, y Lot y su parentela fueron hechos prisioneros (Génesis 14:12). Por otro lado, la promesa de Dios a Abram se cumple en nuestro Señor Jesucristo, y en nosotros, su pueblo, descendientes de Abram. Así escribió el apóstol Pablo en Gálatas 3:29: “Y si vosotros sois de Cristo, ciertamente linaje de Abraham sois, y herederos según la promesa”.

La característica fundamental de Abram era su fe, producto de su estrecha comunión con el Señor. Abram pudo ver lo “invisible” porque confió en Dios de todo corazón. Uno de los aspectos más importantes en la vida del cristiano es el discernimiento espiritual, por medio del cual podemos “ver” y entender los planes que Dios tiene en nuestras vidas y de esta manera, si seguimos sus instrucciones, vamos a obtener la victoria. Por eso es sumamente importante que nos concentremos en la manera en que nosotros podemos mejorar nuestra visión espiritual, nuestro discernimiento espiritual, nuestro entendimiento espiritual.

¿Deseas tener buena visión espiritual? Aumenta tu tiempo diario de oración y lectura de la Biblia. A medida que profundizas en tu relación con Dios, tu visión espiritual irá mejorando y podrás disfrutar abundantemente de las riquezas y maravillas de la gloria de Dios.

ORACIÓN:
Mi amante Padre celestial, te ruego me ayudes a acercarme cada día más a ti, y que tu luz redentora ilumine mis ojos espirituales para poder ver con claridad tus planes en mi vida, y así poder seguir tus instrucciones que me llevarán a la victoria. En el nombre de Jesús, Amén.


¡Gracia y Paz!
Dios te Habla



lunes, 26 de mayo de 2014

¿QUÉ LUGAR OCUPA EL DINERO EN TU VIDA?


¿Qué lugar ocupa el dinero en tu vida?

1 Timoteo 6:9-10
"Porque los que quieren enriquecerse caen en tentación y lazo, y en muchas codicias necias y dañosas, que hunden a los hombres en destrucción y perdición; porque raíz de todos los males es el amor al dinero, el cual codiciando algunos, se extraviaron de la fe, y fueron traspasados de muchos dolores".

El concepto general que prevalece en la sociedad en que vivimos es que valemos de acuerdo a las posesiones y el dinero que tengamos acumulados. Y siguiendo ese concepto, la mayoría de las personas se enfrascan en una loca carrera en busca de lo que llaman “tranquilidad económica”, pero lamentablemente, lejos de obtener el resultado anhelado, muchos han conseguido el fracaso y el sufrimiento, y en muchas ocasiones hasta la muerte. La tentación de amar el dinero es sumamente fuerte. El mundo está saturado de un sentimiento de avaricia y ambición por las cosas materiales, y el enemigo de nuestras almas lo sabe muy bien. Con dinero se pueden conseguir prácticamente todas las cosas materiales que se desean, por eso es fácil que el ser humano llegue a sentir tanto amor por el dinero.

El pasaje de hoy nos alerta acerca de este sentimiento. No tiene nada de malo esforzarse en el trabajo con el fin de tener un mejor salario o luchar para tener un negocio próspero y exitoso. El problema radica en sentir amor por el dinero. Cuando alguien ama el dinero es capaz de hacer cualquier cosa para conseguirlo y nunca está satisfecho. Dice Eclesiastés 5:10: “El que ama el dinero, no se saciará de dinero; y el que ama el mucho tener, no sacará fruto. También esto es vanidad”. La codicia ha llevado a muchas personas a cometer actos repulsivos, incluyendo el robo y el asesinato. Resultado: desgracia y sufrimiento para muchos.

La Biblia es muy clara en cuanto al dinero. La Palabra de Dios no dice que es necesario ser pobre para ser un buen cristiano, pero advierte del peligro espiritual que viene con la riqueza. Cuando alguien tiene tantos recursos económicos que puede hacer u obtener todo lo que le place, puede llegar a sentirse como si fuera Dios, capaz de hacer cualquier cosa. Esto es el principio de la desgracia en la vida de una persona, al igual que lo fue en la vida de Eva y Adán cuando quisieron ser iguales a Dios. Hay muchas personas que han llegado a la “cumbre” en el aspecto económico, sin embargo la mayoría son personas infelices y frustradas.

La Biblia nos cuenta en Lucas capítulo 18 acerca de un hombre que se acercó a Jesús y le preguntó qué debía hacer “para heredar la vida eterna”. El Señor le dijo que cumpliera los mandamientos. Y el hombre le contestó que él los había guardado desde su juventud. Entonces Jesús le dijo: “Aún te falta una cosa: vende todo lo que tienes, y dalo a los pobres, y tendrás tesoro en el cielo; y ven, sígueme”. Y cuando él oyó esto, “se puso muy triste, porque era muy rico” (Lucas 18:23). Es decir, para él sus riquezas eran más importantes que la vida eterna.

Como cristianos no podemos permitir que el dinero ocupe el primer lugar en nuestras vidas. Cualquier cosa que no glorifique a Dios comienza a pervertirse y se convierte en impedimento para recibir la bendición del cielo. Una manera de actuar que manifiesta verdadero amor a Dios es precisamente separar una ofrenda para la obra de su Reino, cuando lo hacemos de corazón, se cumplirá la promesa de Dios de que él abrirá las ventanas de los cielos, y derramará sobre nosotros “bendición hasta que sobreabunde”. Es fácil dar de lo que nos sobra, pero cuando contribuimos para la obra del Señor, con una parte de lo que tiene valor para nosotros, estamos demostrando con hechos el amor que hay en nuestro corazón para Aquel quien nos lo ha dado todo.

Debemos poner a Dios siempre en primer lugar, y él se encargará de proveer para todas nuestras necesidades, según nos prometió Jesús en Mateo 6:33: “Mas buscad primeramente el reino de Dios y su justicia, y todas estas cosas os serán añadidas”. Si antes que cualquier otra cosa tú buscas el rostro del Señor cada día de tu vida, él suplirá todas las cosas que tú puedes conseguir con dinero y otras más que son imposibles de comprar como la paz, el gozo y la tranquilidad espiritual.

ORACIÓN:
Padre Santo, te ruego que controles mis deseos de vivir bien y de progresar económicamente, de manera que nunca llegue a amar el dinero. Por favor, guarda mi corazón para amarte a ti antes que a cualquier otra cosa en esta vida. Por Cristo Jesús, Amén.

¡Gracia y Paz!
Dios te Habla



domingo, 25 de mayo de 2014

¿CÓMO ESTAS REPRESENTANDO A CRISTO?


¿CÓMO ESTAS REPRESENTANDO a Cristo?

2 Corintios 5:17-21
“De modo que si alguno está en Cristo, nueva criatura es; las cosas viejas pasaron; he aquí todas son hechas nuevas. Y todo esto proviene de Dios, quien nos reconcilió consigo mismo por Cristo, y nos dio el ministerio de la reconciliación; que Dios estaba en Cristo reconciliando consigo al mundo, no tomándoles en cuenta a los hombres sus pecados, y nos encargó a nosotros la palabra de la reconciliación. Así que, somos embajadores en nombre de Cristo, como si Dios rogase por medio de nosotros; os rogamos en nombre de Cristo: Reconciliaos con Dios. Al que no conoció pecado, por nosotros lo hizo pecado, para que nosotros fuésemos hechos justicia de Dios en él”.

En este pasaje, el apóstol Pablo les dice a los cristianos de Corinto que Dios nos ha encargado “la palabra de la reconciliación” a todos los que hemos creído en Jesucristo como nuestro Salvador. O sea “somos embajadores en nombre de Cristo”. El diccionario de la Real Academia Española define la palabra “embajador” como “Diplomático que representa al Estado que lo nombra”. Otra acepción es: “Persona, entidad o cosa que por ser característico de un lugar o país, se considera representativo de ellos”. Es decir, ambos significados denotan que un embajador debe mostrar características similares a aquello que representan. Un diplomático debe expresar fielmente la política de su país ante las demás naciones del mundo. Y cuando este término se aplica a una persona, entidad o casa de un cierto país, igualmente sus características deben representar con la mayor exactitud posible aquellas cualidades de su país de origen. La pregunta es: “¿Estamos representando bien a nuestro Señor?”

Lo primero que leemos en el pasaje de hoy es que aquel en el cual vive Cristo es “una nueva criatura”. Para él todo lo viejo ha pasado. La vida anterior ha muerto, las viejas costumbres ya no existen, la anterior manera de pensar ha sido transformada, las cosas que antes eran “importantes” ahora se tienen “por basura, para ganar a Cristo”, como dijo Pablo en Filipenses 3:8. Mira tu interior, medita en tus acciones. ¿Ha habido un cambio profundo en tu manera de pensar y de actuar? ¿Eres realmente una “nueva criatura”? Este es el primer requisito para ser embajador de Cristo. Después sigue un proceso de acercamiento al Señor en el cual nos reunimos diariamente con él, y pasamos tiempo de comunión por medio de la lectura de la Biblia y la oración. De esta manera conocemos cada vez más sus principios y preceptos, y el Espíritu Santo va tomando control de nuestro ser. Cuando seguimos y obedecemos fielmente sus instrucciones, entonces llegaremos a parecernos a Jesús.

De la condición de embajador de Jesucristo nace también la conciencia de la autoridad, que Pablo define precisamente al decir “en nombre de Cristo.” Cuando Pablo tiene que exhortar, mandar o prohibir lo hace consciente de estar investido de la autoridad misma del Señor, la cual le fue dada “para edificación, y no para destrucción”, según nos dice en 2 Corintios 13:10. De igual manera el Señor nos ha revestido de autoridad y poder para llevar a cabo su encomienda, al igual que lo hizo con aquellos setenta a los que envió a predicar el evangelio, a los cuales dijo: “He aquí os doy potestad de hollar serpientes y escorpiones, y sobre toda fuerza del enemigo, y nada os dañará” (Lucas 10:19).

Así es que, si has aceptado a Jesucristo como Salvador y Señor, tienes el título de “Embajador de Cristo”, tienes las instrucciones escritas en su Palabra, y tienes la autoridad y el poder para llevarlas a cabo. Depende solamente de ti el hacer buen uso de este enorme privilegio, y representar al Señor dignamente donde quiera que te encuentres.

ORACIÓN:
Bendito Dios, es mi deseo servir y representar a tu Hijo de manera tal que tu nombre sea glorificado. Pero reconozco que con mis propias fuerzas es imposible que yo pueda hacerlo. Por favor, capacítame para que yo pueda representarlo honrosamente con mi testimonio en todo momento. En el nombre de Jesús, Amén.

¡Gracia y Paz!

Dios te Habla

viernes, 23 de mayo de 2014

¿ERES OIDOR, O HACEDOR DE LA PALABRA?



¿Eres oidor, o hacedor de la Palabra?

Santiago 1:22-25
“Sed hacedores de la palabra, y no tan solamente oidores, engañándoos a vosotros mismos. Porque si alguno es oidor de la palabra pero no hacedor de ella, éste es semejante al hombre que considera en un espejo su rostro natural. Porque él se considera a sí mismo, y se va, y luego olvida cómo era. Mas el que mira atentamente en la perfecta ley, la de la libertad, y persevera en ella, no siendo oidor olvidadizo, sino hacedor de la obra, éste será bienaventurado en lo que hace”.

Todos estamos muy consientes de la importancia que tiene el que nos escuchen bien cuando queremos dar una orden o transmitir alguna instrucción. Lo vemos, por ejemplo, en la relación entre una madre y su hijo adolescente. Frecuentemente se escuchan estas exclamaciones: “¿Me estás escuchando?” “¿No oíste lo que te dije?” “¿Estás entendiendo bien?” En lo más profundo de nuestro ser sentimos la necesidad de que nos escuchen atentamente. Los padres, en particular, acentuamos esta importancia. También los maestros, los médicos, los pastores y en general cualquier persona que tiene la responsabilidad de enseñar o dirigir.

La razón es sencilla: si no nos oyen, nuestras instrucciones no pueden ser seguidas. O sea, el primer paso para ejecutar una orden es oírla. Para poner en práctica una enseñanza es imprescindible haberla escuchado antes y haberla entendido. En más de una ocasión, al dirigirse a la multitud, Jesús advirtió: “El que tiene oídos para oír, oiga”. Es decir: “Todo el que puede oír, escuche atentamente”. Lamentablemente muchas veces, no obstante de que oímos las instrucciones o las advertencias, no somos capaces de prestar atención a lo que realmente se nos dice. Nuestros propios intereses nos alejan de esas instrucciones hacia nuestros deseos, e inconscientemente creamos una pared mental que nos impide recibir el mensaje con claridad.

Pero hay algo más. Aún cuando logremos escuchar y entender las instrucciones, muchas veces nos detenemos en ese punto. Hay, en ocasiones, un abismo inmenso entre el oír y el hacer. Cualquiera sea la razón, tenemos que estar consientes de que para Dios es tan importante que escuchemos sus instrucciones como que las llevemos a la práctica. Por ejemplo, en Mateo 21:28-31, Jesús cuenta esta parábola: “Pero ¿qué os parece? Un hombre tenía dos hijos, y acercándose al primero, le dijo: Hijo, ve hoy a trabajar en mi viña. Respondiendo él, dijo: No quiero; pero después, arrepentido, fue. Y acercándose al otro, le dijo de la misma manera; y respondiendo él, dijo: Sí, señor, voy. Y no fue. ¿Cuál de los dos hizo la voluntad de su padre? Dijeron ellos: El primero”. Esta parábola nos enseña la importancia de hacer la voluntad del Padre, aunque al principio hayamos pensado hacer lo contrario. Esto es mucho mejor ante los ojos de Dios que mostrar disposición a obedecer, pero finalmente llevar a cabo nuestra propia voluntad.

La Biblia dice en Romanos 10:17: “La fe es por el oír, y el oír, por la palabra de Dios”. Es sumamente importante leer y escuchar la palabra de Dios, pues nuestra fe se fortalece cuando conocemos al Señor íntimamente. Y cuando dedicamos tiempo a la oración cada día de nuestras vidas, profundizamos más en esta relación con Dios, llegamos a conocer su voluntad, la fe se fortalece aun más y entonces nos resulta mucho más fácil obedecerle, pues el Señor nos da la motivación y la fuerza y el valor que necesitamos para seguir sus instrucciones. Así dice Filipenses 2:13: “Dios es el que en vosotros produce así el querer como el hacer, por su buena voluntad”.

La Escritura de hoy nos exhorta a que no solamente oigamos las instrucciones de Dios sino que las obedezcamos. Entonces seremos bienaventurados. De lo contrario nos estamos engañando a nosotros mismos, y nos perderemos las bendiciones que el Señor tiene preparadas para nosotros.

No te limites a oír la Palabra de Dios, sino también haz lo que ella dice. Busca discernimiento espiritual para oír bien las instrucciones y entenderlas, y fortalece tu fe para llevarlas a cabo leyendo diariamente la Biblia, meditando en sus enseñanzas y dedicando un tiempo a la oración.

ORACIÓN:
Padre santo, alabado y glorificado sea tu nombre. Te ruego, Señor, que afines mi oído espiritual para poder escuchar y entender con claridad tus instrucciones, y dame la fuerza y el valor para llevarlas a la práctica de manera que tu nombre sea glorificado en mi vida. En el nombre de Jesucristo, Amén.

“Gracia y Paz”

Dios te Habla

jueves, 22 de mayo de 2014

¿CÓMO NACER DE NUEVO?


¿Cómo nacer de nuevo?

Juan 3:1-7
“Había un hombre de los fariseos que se llamaba Nicodemo, un principal entre los judíos. Este vino a Jesús de noche, y le dijo: Rabí, sabemos que has venido de Dios como maestro; porque nadie puede hacer estas señales que tú haces, si no está Dios con él. Respondió Jesús y le dijo: De cierto, de cierto te digo, que el que no naciere de nuevo, no puede ver el reino de Dios. Nicodemo le dijo: ¿Cómo puede un hombre nacer siendo viejo? ¿Puede acaso entrar por segunda vez en el vientre de su madre, y nacer? Respondió Jesús: De cierto, de cierto te digo, que el que no naciere de agua y del Espíritu, no puede entrar en el reino de Dios. Lo que es nacido de la carne, carne es; y lo que es nacido del Espíritu, espíritu es. No te maravilles de que te dije: Os es necesario nacer de nuevo”.

Cuenta este pasaje que en una ocasión, siendo de noche, un hombre llamado Nicodemo se acercó a Jesús. Este hombre era un fariseo, principal entre los judíos, miembro del Sanedrín, el cual era además reconocido como un gran maestro entre su pueblo. Como judío, Nicodemo esperaba a un Mesías que viniese a liberar a Israel del yugo del imperio romano y estableciera su reino sobre la tierra, donde el pueblo judío sería el primero entre las naciones y todos sus enemigos serían destruidos. Los fariseos se habían declarado contrarios a Jesús y sus enseñanzas, y muchos buscaban eliminarlo. Sin embargo, Nicodemo estaba muy intrigado por los milagros de Jesús y la autoridad con que él hablaba. Admitía que había venido de parte de Dios por las señales que hacía y aceptaba que era un maestro por sus grandes conocimientos de las Escrituras. Pero, “¿habrá algo más en este hombre?”, se preguntaba constantemente.

Jesús, reconociendo en el corazón de Nicodemo un genuino deseo de conocer la verdad, le respondió de una manera que lo dejó estupefacto. “De cierto, de cierto te digo, que el que no naciere de nuevo, no puede ver el reino de Dios”, le dijo. “Nacer de nuevo” no es una frase fácil de entender, mucho menos en aquellos tiempos en los que este concepto espiritual era totalmente desconocido. Es una descripción idónea del proceso que se lleva a cabo en nosotros cuando aceptamos a Jesucristo como nuestro Salvador y Señor. No se trata simplemente de un cambio en la manera de ser o en la forma de hablar, más bien el viejo estilo de vida termina y comienza una nueva vida en el Espíritu que es completamente diferente. Por consiguiente tiene sentido decir que hemos “nacido de nuevo”. Así les dijo el apóstol Pablo a los cristianos de Éfeso: “Y él os dio vida a vosotros, cuando estabais muertos en vuestros delitos y pecados” (Efesios 2:1). Esto significa que ya no somos aquellos que una vez vivimos en tinieblas y en pecado, sino más bien una nueva creación que existe para la gloria de Dios. De esta manera lo describe Pablo en 2 Corintios 5:17: “De modo que si alguno está en Cristo, nueva criatura es; las cosas viejas pasaron; he aquí todas son hechas nuevas”.

Es muy importante que entiendas el profundo significado de la enseñanza de Jesús a Nicodemo. Dios no se conforma con que simplemente cambies en algunos aspectos. Es su deseo rehacerte totalmente. En esto hay una gran diferencia. El viejo “yo” muere en este proceso, y la vida de Cristo se manifiesta en su lugar. Pablo da testimonio de esto en su carta a los Gálatas, al decir “Con Cristo estoy juntamente crucificado, y ya no vivo yo, mas vive Cristo en mí; y lo que ahora vivo en la carne, lo vivo en la fe del Hijo de Dios, el cual me amó y se entregó a sí mismo por mí” (Gálatas 2:20).

Al aceptar a Jesucristo como salvador el Espíritu Santo viene a morar en nosotros y así comienza este proceso de nacer de nuevo. Somete tu vida totalmente al control del Señor, y permite que el Espíritu Santo lleve a cabo en ti el maravilloso milagro del nuevo nacimiento.

ORACIÓN:
Mi amante Padre celestial, gracias por el sacrificio de tu Hijo Jesús en la cruz del Calvario, quien dio su vida para que nosotros tuviésemos nueva vida. Te ruego me ayudes a morir a la carne y a vivir de manera que tu nombre sea glorificado. Por Cristo Jesús, Amén.

¡Gracia y Paz!
Dios te Habla



¿ERES CONSTANTE EN LA ORACIÓN?


¿Eres constante en la Oración?

1 Tesalonicenses 5:17
“Orad sin cesar.”

La oración es una herramienta poderosa que el Señor nos ha dado para que la utilicemos para nuestro beneficio. Es el medio que tenemos para hablar con Dios, es decir, para comunicarnos con él. Desde la Creación, el plan de Dios fue tener una relación íntima con el ser humano. A través de los siglos él no ha cambiado, y en su Palabra nos exhorta a buscar esa relación por medio de la oración.

Hay un poder sobrenatural en la oración, pero es necesario que lo creamos para que sea efectivo. Jesús les dijo a sus discípulos en Marcos 11:24: “Por tanto, os digo que todo lo que pidiereis orando, creed que lo recibiréis, y os vendrá”. Cuando pedimos, debemos hacerlo principalmente con el fin de que se haga la voluntad de Dios en nuestras vidas, y no teniendo como fin fundamental satisfacer nuestros propios deseos. Entonces esta promesa se convertirá en realidad, y recibiremos conforme a los propósitos de Dios, quien conoce nuestras necesidades más íntimas. Así les dijo Jesús a sus discípulos: “Vuestro Padre sabe de qué cosas tenéis necesidad, antes que vosotros le pidáis” (Mateo 6:8). Si pedimos creyendo esto de corazón, siempre vamos a recibir más de lo que esperábamos y de mucha mejor calidad, pues nuestro Dios “es poderoso para hacer todas las cosas mucho más abundantemente de lo que pedimos o entendemos”, dice Efesios 3:20.

Nuestra relación con los demás también se fortalece a través de nuestra comunión con Dios. Es la voluntad del Señor que nos amemos unos a los otros. Este amor podemos expresarlo intercediendo unos por los otros. Santiago 5:16 dice: “Confesaos vuestras ofensas unos a otros, y orad unos por otros, para que seáis sanados. La oración eficaz del justo puede mucho”. Oración eficaz es aquella que tiene poder, que produce resultados. Tenemos que creer lo que decimos cuando oramos. No debemos orar de manera automática sin una dirección o propósito específico.

La frecuencia con que oramos define nuestra comunión con el Señor. Ya sea para hacerle una petición, o adorarlo, o alabarlo, o arrepentirnos de algún pecado, o para darle gracias, cada vez que oramos fortalecemos nuestra relación con nuestro Padre celestial. En el pasaje de hoy, el apóstol Pablo nos exhorta a orar “sin cesar” porque él llegó a entender profundamente la importancia y el poder de la oración. Cuando Pablo dice: “Orad sin cesar”, no se refiere específicamente al acto de orar de rodillas, o con los ojos cerrados, o cuando estamos en el templo; esto no podemos hacerlo en todo momento. Su consejo, realmente, es una exhortación a que vivamos en constante comunión con Dios. Tenemos un ejemplo de esto en Mateo 17, donde Jesús liberó a un muchacho reprendiendo a un demonio que lo atormentaba, después que los discípulos trataron infructuosamente. Entonces el Señor les dijo: “Este género no sale sino con oración y ayuno”. Sin embargo, en aquel momento Jesús no hizo ninguna oración. Él vivía en constante comunión con el Padre.

Busquemos esa íntima comunión con nuestro Padre celestial, no solamente teniendo un tiempo de oración y leyendo su Palabra cada día, sino también cuando manejamos el automóvil, mientras andamos de compras, durante el día en el trabajo, o en cualquier otro lugar. Basta con sólo unas palabras como “Te amo Padre”, o “Ayúdame Señor”, o “Gracias Jesús”, o una corta intercesión como “Dios mío, bendice a Fulana”. Lo importante es que nuestra mente esté ocupada constantemente por pensamientos que agraden al Señor y glorifiquen su nombre.

ORACIÓN:
Querido Padre celestial, te ruego me ayudes a mantenerme en constante comunión contigo. Que mis pensamientos, mis palabras y mis acciones reflejen las enseñanzas de tu Hijo Jesucristo y en todo momento tu nombre sea glorificado a través de mi testimonio. En el nombre de Jesús, Amén.

¡Gracia y Paz!
Dios te Habla




martes, 20 de mayo de 2014

¿PORQUE TANTO ODIO DE LOS FARISEOS CONTRA JESÚS?


¿Porque tanto odio de los fariseos contra Jesús?

Porque les estaba arruinando el gran negocio que tenían. Su negocio era la religión, ellos se hicieron pasar por siervos de Dios… se vestían con largas ropas religiosas… hacían largas oraciones y ceremonias... pero todo era un show para sacar dinero a la gente. Jesús los denunció como falsos siervos de Dios, los llamó hipócritas, les dijo que solo eran avaros y codiciosos. La gente empezó a darse cuenta y abrir los ojos y dejaron de asistir a las reuniones de los fariseos y empezaron a seguir a Jesús y oír su mensaje de paz y salvación y a recibir milagros. Los fariseos al verse descubiertos y ser denunciados se llenaron de celos y odio y tramaron matar a Jesús.

Hoy día hay excelentes pastores y siervos de Dios, íntegros y fieles. Pero también hay falsos lideres fariseos hipócritas, que solo les interesa robar el dinero de los fieles. Jesús dijo que por sus frutos (sus obras y conducta) los reconoceríamos. Dijo que un árbol bueno no puede dar fruto malo, ni un árbol malo puede dar fruto bueno.

Debemos velar y orar para no ser engañados por falsos líderes cristianos. Examinarlos y apartarnos de aquellos que predican una cosa y luego hacen otra.



¡Gracia y Paz!
(By: Willy Hamel)

DIEZ VERDADES BÍBLICAS SOBRE EL MATRIMONIO


Diez Verdades Bíblicas Sobre el Matrimonio

Santiago 1:2-3
“Tened por sumo gozo cuando os halléis en diversas pruebas, sabiendo que la prueba de vuestra fe produce paciencia”.

Las dificultades al principio del matrimonio no son algo de que sentirse orgullosos, pero son las pruebas que conllevan al crecimiento para un matrimonio en armonía y conforme a la voluntad de Dios.

1. El matrimonio es un compromiso de por vida.

“Así que no son ya más dos, sino una sola carne; por tanto, lo que Dios juntó, no lo separe el hombre. Le dijeron: ¿Por qué, pues, mandó Moisés dar carta de divorcio, y repudiarla? Él les dijo: Por la dureza de vuestro corazón Moisés os permitió repudiar a vuestras mujeres; mas al principio no fue así” (Mateo 19:6-8).

2. TU matrimonio atravesará períodos difíciles, pero recuerdA que es un compromiso de por vida.

“Tened por sumo gozo cuando os halléis en diversas pruebas, sabiendo que la prueba de vuestra fe produce paciencia” (Santiago 1:2, 3).

3. Se un siervo de Tu cónyuge, poniendo las necesidades de él o ella antes de las TUYAS.

“El amor es sufrido, es benigno; el amor no tiene envidia, el amor no es jactancioso, no se envanece; no hace nada indebido, no busca lo suyo, no se irrita, no guarda rencor” (1 Corintios 13:4, 5).

4. AprendE a perdonar… y a olvidar.

“Porque si perdonáis a los hombres sus ofensas, os perdonará también a vosotros vuestro Padre celestial; mas si no perdonáis a los hombres sus ofensas, tampoco vuestro Padre os perdonará vuestras ofensas” (Mateo 6:14, 15).

5. AdmitE TUS equivocaCIONES, y busCA la reconciliación con Tu cónyuge.

“Por tanto, si traes tu ofrenda al altar, y allí te acuerdas de que tu hermano tiene algo contra ti, deja allí tu ofrenda delante del altar, y anda, reconcíliate primero con tu hermano, y entonces ven y presenta tu ofrenda” (Mateo 5:23, 24).

6. Hagan planes juntos, pero no Te DECEPCIONES cuando las cosas no salgan como ustedes planearon.

“No os conforméis a este siglo, sino transformaos por medio de la renovación de vuestro entendimiento, para que comprobéis cuál sea la buena voluntad de Dios, agradable y perfecta” (Romanos 12:2).

7. Comuníquese a menudo, pero no traten de cambiar a su cónyuge. Más bien, traten de alentarse y fortalecerse el uno al otro. TU no puedeS cambiar a Tu cónyuge, pero sí puedeS cambiarTe a TI mismo.

“¿Por qué miras la paja que está en el ojo de tu hermano, y no echas de ver la viga que está en tu propio ojo? ¿O cómo puedes decir a tu hermano: hermano, déjame sacar la paja que está en tu ojo, no mirando tú la viga que está en el ojo tuyo? Hipócrita, saca primero la viga de tu propio ojo, y entonces verás bien para sacar la paja que está en el ojo de tu hermano” (Lucas 6:41, 42).

8. No dependaS de Tu cónyuge para satisfacer todas sus necesidades. Sólo Dios puede hacer eso.

“Maldito el varón que confía en el hombre, y pone carne por su brazo, y su corazón se aparta de Jehová” (Jeremías 17:5).

9. EL esposo debe estar dispuesto a cumplir el papel que Dios le ha dado.

“Maridos, amad a vuestras mujeres, así como Cristo amó a la iglesia, y se entregó a sí mismo por ella, para santificarla, habiéndola purificado en el lavamiento del agua por la palabra, a fin de presentársela a sí mismo, una iglesia gloriosa, que no tuviese mancha ni arruga ni cosas semejante, sino que fuese santa y sin mancha. Así también los maridos deben amar a sus mujeres como a sus mismos cuerpos. El que ama a su mujer, a sí mismo se ama” (Efesios 5:25-28).

10. La esposa debe estar dispuesta a cumplir con el papel que Dios le ha dado.

“Las casadas estén sujetas a sus propios maridos, como al Señor; porque el marido es cabeza de la mujer, así como Cristo es cabeza de la iglesia, la cual es su cuerpo, y él es su Salvador” (Efesios 5:22-24).


¡Gracia y Paz!

Edificando Matrimonios conforme al Propósito de Dios

¿NO TIENES PAZ?


¿No tienes Paz?

Juan 16:33
“Estas cosas os he hablado para que en mí tengáis paz. En el mundo tendréis aflicción; pero confiad, yo he vencido al mundo”.

En este pasaje, Jesús se encontraba conversando con sus discípulos acerca del futuro que se aproximaba. Dentro de poco él sería arrestado, juzgado y crucificado. Ellos también, más tarde, pasarían por situaciones terribles. Serían aborrecidos, perseguidos, falsamente condenados e incluso torturados. Y lo peor de todo: ya el Señor no estaría con ellos. Pero en medio de tantas malas noticias, Jesús les estaba dando ánimo. Les anunciaba la venida del Espíritu Santo, y con él el poder para hacer frente al enemigo y todos sus ataques. Allí Jesús les aseguró que si confiaban, aun en medio de tanta aflicción, ellos tendrían paz simplemente porque él había vencido al mundo.

Casi ochocientos años antes del nacimiento de Jesús el profeta Isaías profetizó: “Porque un niño nos es nacido, hijo nos es dado, y el principado sobre su hombro; y se llamará su nombre Admirable, Consejero, Dios Fuerte, Padre Eterno, Príncipe de Paz” (Isaías 9:6). Al nacer Jesús se cumplió esta profecía. Por eso, cuando la multitud de ángeles anunciaba su nacimiento a los pastores, al unísono decían: “¡Gloria a Dios en las alturas, y en la tierra paz, buena voluntad para con los hombres!” La palabra original en griego que se traduce como paz significa “atados juntos”, la cual nos ofrece una luz fascinante acerca del único recurso seguro de paz. Romanos 5:1 dice: “Justificados, pues, por la fe, tenemos paz para con Dios por medio de nuestro Señor Jesucristo”, es decir que cuando, por medio de la fe, creemos que Jesús murió en la cruz por nosotros y que después resucitó venciendo a la muerte, somos justificados y tenemos paz con Dios. Esto significa que nosotros hemos sido “atados juntos” con un Dios totalmente santo después de haber estado separados de él por causa del pecado. Por lo tanto, el elemento clave de la paz eterna es la presencia de Dios en nuestras vidas. La Biblia no nos promete una vida sin problemas o dificultades, pero sí nos asegura que aún en medio de difíciles situaciones podemos sentir paz y obtener la victoria. Nuestra victoria es principalmente espiritual, pero afecta profundamente lo natural. Esto tenemos que creerlo de todo corazón y rechazar todo pensamiento negativo que el enemigo ponga en nuestras mentes.

En su carta a los filipenses, el apóstol Pablo escribió: “Por nada estéis afanosos, sino sean conocidas vuestras peticiones delante de Dios en toda oración y ruego, con acción de gracias. Y la paz de Dios, que sobrepasa todo entendimiento, guardará vuestros corazones y vuestros pensamientos en Cristo Jesús” (Filipenses 4:6-7). Esta paz proviene de la firme confianza en nuestro Padre celestial, cuyo amor y misericordia permanecen inmutables. Esta paz es un sentimiento interno de quietud y contentamiento que está por encima de las circunstancias de la vida. Esta paz es la presencia de gozo en medio de la infelicidad. Es una paz profunda, inexplicable que nace de adentro hacia fuera, independientemente de la situación en la que nos encontremos. Pablo nos exhorta a buscar esa paz en medio de circunstancias difíciles por medio de la oración, en lugar de afanarnos y llenarnos de ansiedad.

En muchos de sus Salmos, David expresa su búsqueda de la presencia de Dios a toda hora, en todo lugar, en todas las circunstancias. Esa constante búsqueda del rostro del Señor siempre resulta en una paz inefable, que no se puede entender pero que se siente en lo más profundo del corazón. Por eso, al llegar la noche, David podía decir: “En paz me acostaré, y asimismo dormiré; porque sólo tú, Señor, me haces vivir confiado” (Salmo 4:8).

La paz verdadera no es meramente pintar nuestro dolor con lindos colores. Una persona que tiene la genuina presencia de Dios soportará una avalancha de dolor y dificultad, y aún en esas circunstancias tendrá una paz interna que sobrepasará todo entendimiento humano. Si tú no sientes esta paz, búscala acercándote al Señor cada día para pasar un tiempo de oración, escudriñando su Palabra, meditando en ella y poniéndola en práctica.

ORACIÓN:
Padre amado, gracias por la paz que viene a nosotros por medio de tu santa presencia. Ayúdame a mantenerme bien cerca de ti para disfrutar de esa paz que sobrepasa todo entendimiento. En el nombre de Jesús, Amén.

¡Gracia y Paz!
Dios te Habla




lunes, 19 de mayo de 2014

¿QUÉ TE IMPIDE TENER VERDADERA COMUNIÓN CON CRISTO?


¿Qué te impide tener verdadera comunión con Cristo?

Hebreos 12:1-2a
“Por tanto, nosotros también, teniendo en derredor nuestro tan grande nube de testigos, despojémonos de todo peso y del pecado que nos asedia, y corramos con paciencia la carrera que tenemos por delante, puestos los ojos en Jesús, el autor y consumador de la fe...”

Este pasaje comienza: “Por tanto...” En otras palabras, “de acuerdo a lo que acabo de decir...” En el capítulo anterior, el autor de la carta a los Hebreos mencionó a un grupo de hombres y mujeres que, habiéndose encontrado en sus vidas en situaciones sumamente difíciles, confiaron en Dios y por medio de la fe resultaron vencedores. Así es que, considerando lo que ellos hicieron, es decir siguiendo su ejemplo, “despojémonos de todo peso y del pecado que nos asedia”. El objetivo fundamental del cristiano es correr “la carrera que tenemos por delante” siguiendo los pasos del Señor, o sea avanzar en la vida "puestos los ojos en Jesús", como nuestro Guía, nuestro Maestro, nuestro Señor. Ahora bien, con el fin de marchar adelante hacia nuestra meta espiritual, antes tenemos que despojarnos del pecado y de todo aquello que constituya un peso o un obstáculo que dificulte ese objetivo.

En la novela de Julio Verne “La isla misteriosa”, se habla de cinco hombres que se escaparon de un campo de prisioneros durante la Guerra de Secesión norteamericana en 1865, mediante un globo que lograron robarse. Al elevarse en el aire se dieron cuenta que el viento los llevaba hacia el océano. Mientras observaban como la tierra firme desaparecía en el horizonte, se preguntaban cuánto tiempo lograría permanecer el globo en el aire. De momento se dan cuenta que el globo estaba descendiendo y que se aproximaba a la superficie del mar. Entonces los hombres deciden que deben arrojar algo del peso a bordo, pues si seguían bajando se estrellarían contra las aguas. Con mucho pesar arrojaron zapatos, abrigos y armas, y con cierto alivio sienten que el globo se eleva de nuevo.

Sin embargo, al poco tiempo descubren que el globo se acerca una vez más de forma peligrosa a las crestas de las olas, así que deciden lanzar al mar los alimentos, y el globo se eleva de nuevo. Lamentablemente esto también fue sólo una solución temporal y la nave comienza a descender nuevamente. Finalmente echaron fuera las cuerdas y la canasta donde se sentaban. Al hacerlo, notaron como el globo se elevó otra vez. A los pocos minutos divisaron tierra. Los cinco saltaron al agua y nadaron hasta la isla. Estaban vivos debido a que fueron capaces de discernir que para continuar adelante era necesario despojarse de toda carga que impedía al globo desplazarse. Las cosas que antes pensaban que eran “necesarias” eran las mismas cargas que casi les cuesta la vida.

Así nos sucede muchas veces en nuestra vida espiritual. Hay “cargas” que nos impiden crecer, “pesos” que resultan un obstáculo para que nos concentremos en seguir a Cristo y tratar de imitarlo y servirle. El pasaje de hoy nos enseña que tenemos que despojarnos de ese peso al igual que del pecado. ¿Y cuál es ese peso? Ese peso es todo aquello que nos impide pasar tiempo de oración, o leer la Biblia, o asistir a un servicio de adoración, o visitar a un enfermo, o servir al Señor de cualquier otra manera. Bien pudiera ser la televisión, o el Cine, o el Internet, o el trabajo (cuando es en exceso), o quizás dormir demasiado, o salir mucho de paseo. En ocasiones el obstáculo proviene de las amistades, o quizás la familia; cualquiera que sea, tenemos que despojarnos de todo aquello que nos impida avanzar en esta “carrera que tenemos por delante” de la manera en que Dios espera que lo hagamos.

Piensa en las cosas que quizás están frenando tu crecimiento espiritual. Si las eliminas, ¿dispondrías de más tiempo para las cosas que de verdad son importantes? ¿Cómo sería tu vida sin ellas? Pídele a Dios que te muestre cómo podrías mejorar tu relación con él. Pídele discernimiento para hacer cambios y eliminar aquellas cosas que afectan tu vida espiritual.

ORACIÓN:
Padre santo, te ruego me ayudes a identificar las cosas que constituyen un peso o una carga en mi vida y que están afectando mi crecimiento espiritual. Dame la fuerza y el valor para despojarme de ellas y marchar adelante en victoria. En el nombre de Jesús, Amén.

¡Gracia y Paz!

Dios te Habla

¿QUÉ HACES CUANDO LLEGA UNA TORMENTA A TU VIDA?


¿Qué haces cuando llega una tormenta a tu vida?

Marcos 6:45-51
"En seguida hizo a sus discípulos entrar en la barca e ir delante de él a Betsaida, en la otra ribera, entre tanto que él despedía a la multitud. Y después que los hubo despedido, se fue al monte a orar; y al venir la noche, la barca estaba en medio del mar, y él solo en tierra. Y viéndoles remar con gran fatiga, porque el viento les era contrario, cerca de la cuarta vigilia de la noche vino a ellos andando sobre el mar, y quería adelantárseles. Viéndole ellos andar sobre el mar, pensaron que era un fantasma, y gritaron; porque todos le veían, y se turbaron. Pero en seguida habló con ellos, y les dijo: ¡Tened ánimo; yo soy, no temáis! Y subió a ellos en la barca, y se calmó el viento; y ellos se asombraron en gran manera, y se maravillaban".

Poco después de separarse de Jesús, mientras trataban de llegar a la otra orilla del Mar de Galilea, una tormenta sorprendió a los discípulos en medio del mar, de manera que los fuertes vientos y las olas azotaban la barca, amenazando con hundirla. Remaban y remaban y la barca no avanzaba, más bien retrocedía, porque el viento era muy fuerte. Las fuerzas ya les faltaban, y a pesar de la experiencia de algunos de ellos como pescadores conocedores del mar, la situación no mejoraba sino más bien empeoraba cada minuto que pasaba.

¡Cuántas veces de repente ha llegado a nuestras vidas una tormenta emocional! Todo está marchando más o menos bien, hay buena salud, tenemos un buen trabajo, en el matrimonio felices y contentos, a nuestros hijos les va bien, en fin ¡hay un cielo claro, y navegamos en un mar sereno y tranquilo como un plato! ¡Y nos sentimos tan felices! De momento la terrible e inesperada noticia… Negros nubarrones aparecen de repente y el cielo claro comienza a oscurecerse, empieza a soplar un viento contrario, y aquel mar sereno comienza a agitarse. Y en medio de la oscuridad podemos escuchar los truenos y ver como los rayos caen alrededor de nosotros. ¡Y en un abrir y cerrar de ojos nos encontramos en medio de una tormenta que pretende hundirnos en la desesperación! ¿Qué hacer?

Rápidamente comenzamos a remar. ¡Tenemos que llegar a la otra orilla lo más pronto posible! ¡Hay que resolver esta situación! Y remamos, y remamos... Utilizamos todas nuestras fuerzas, nuestra inteligencia, nuestra experiencia. Acudimos al médico, o al abogado o al experto correspondiente, pero nada funciona. Sentimos que nos estamos hundiendo. ¡Y no sabemos qué hacer!

Los discípulos habían estado con Jesús hasta hacía apenas unas horas, lo habían visto hacer muchos milagros, y allí estaban ahora, en medio de aquella prueba, tratando de resolverla con sus propias fuerzas sin acordarse que cerca de ellos estaba aquel que podría resolverles el problema. Dice el pasaje de hoy que Jesús se acercó a ellos caminando sobre el mar y les dijo: "¡Tened ánimo; yo soy, no temáis!" En otras palabras, "¡Anímense, no tengan miedo, soy yo, confíen en mí!" Y dice la Biblia que cuando Jesús subió a la barca, el viento se calmó, y hubo paz.

En algún momento de nuestras vidas, tarde o temprano, vamos a encontrar aflicción, el sufrimiento va a llegar a nosotros, una tormenta emocional o espiritual se va a presentar. Pero en todos los casos hay una respuesta, una actitud, sólo una: Confiar en el Señor, buscarle de corazón, echarnos en sus brazos en medio del dolor y el sufrimiento, y de una manera milagrosa e inexplicable él nos dará la paz que tanto necesitamos, esa paz que "sobrepasa todo entendimiento", dice Filipenses 4:7.

Si hoy te encuentras en medio de una tormenta emocional o espiritual, y has agotado todos los recursos, no sigas luchando; reconoce tu incapacidad y permite que Jesús suba a tu barca. Tan pronto le des a él todo el control, experimentarás esa preciosa paz que solamente el Señor te puede dar. Sólo en él encontrarás la solución al problema.

ORACIÓN:
Bendito Dios, ¡ya no puedo luchar más! No tengo más fuerzas, pero tu Palabra me dice que cuando parezca que toda esperanza se ha perdido y que no hay solución posible, tú eres poderoso para cambiar las circunstancias y traer la tan ansiada paz. Por favor entra en mi vida y toma tú el control de mi situación. En el nombre de Jesús, Amén.

“Gracia y Paz”
Dios te Habla