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miércoles, 28 de mayo de 2014

¿ERES TÚ UN INSTRUMENTO DEL SEÑOR?


¿Eres tú un instrumento del Señor?

1 Samuel 16:6-13
“Y aconteció que cuando ellos vinieron, él vio a Eliab, y dijo: De cierto delante de Yahweh está su ungido. Y Yahweh respondió a Samuel: No mires a su parecer, ni a lo grande de su estatura, porque yo lo desecho; porque Yahweh no mira lo que mira el hombre; pues el hombre mira lo que está delante de sus ojos, pero Yahweh mira el corazón. Entonces llamó Isaí a Abinadab, y lo hizo pasar delante de Samuel, el cual dijo: Tampoco a éste ha escogido Yahweh. Hizo luego pasar Isaí a Sama. Y él dijo: Tampoco a éste ha elegido Yahweh. E hizo pasar Isaí siete hijos suyos delante de Samuel; pero Samuel dijo a Isaí: Yahweh no ha elegido a éstos. Entonces dijo Samuel a Isaí: ¿Son éstos todos tus hijos? Y él respondió: Queda aún el menor, que apacienta las ovejas. Y dijo Samuel a Isaí: Envía por él, porque no nos sentaremos a la mesa hasta que él venga aquí. Envió, pues, por él, y le hizo entrar; y era rubio, hermoso de ojos, y de buen parecer. Entonces Yahweh dijo: Levántate y úngelo, porque éste es. Y Samuel tomó el cuerno del aceite, y lo ungió en medio de sus hermanos; y desde aquel día en adelante el Espíritu de Yahweh vino sobre David. Se levantó luego Samuel, y se volvió a Ramá”.

Se cuenta una historia de un famoso violinista que anunció un concierto en que tocaría utilizando, como de costumbre, uno de los famosos (y muy valiosos) violines Stradivarius. Mucha gente acudió al concierto no sólo por escuchar al violinista, sino también por ver el violín. El concierto resultó un éxito extraordinario. La gente aplaudió hasta el cansancio. Pero al final, ante el asombro de todos, el violinista tomó el violín y lo tiró al piso, y después lo rompió pisoteándolo. La gente no podía creer lo que estaba viendo. “¿Cómo es posible que este hombre haya roto un instrumento tan valioso?”, se preguntaban, mirándose unos a otros. Entonces el violinista tomó el micrófono e hizo la siguiente aclaración: “El violín con que he tocado no es un Stradivarius de trescientos mil dólares. Es un violín común y corriente que me costó sólo sesenta y cinco dólares. He hecho esto para que vean que lo importante no es el violín, sino el violinista”.

El pasaje de hoy, nos muestra un momento sumamente importante en la historia del pueblo de Israel. Dios había decidido desechar a Saúl como rey, y ordenó al profeta Samuel que fuera a ver a un hombre llamado Isaí, el cual tenía varios hijos, uno de los cuales sería el próximo rey de Israel. Dios le enseñaría lo que debía hacer, y le dijo: “Me ungirás al que yo te dijere” (1 Samuel 16:3). Lo primero que advierte el Señor a Samuel es que no se deje llevar por la apariencia, sino que prestara atención a su dirección, pues para él lo más importante no era el aspecto físico sino el corazón. Uno a uno fueron pasando delante del profeta los hijos de Isaí. Siete en total, y en todos los casos Samuel dijo: “Tampoco a éste ha escogido Yahweh.” Finalmente enviaron por el menor de todos, un jovencito que estaba apacentando las ovejas de su padre. La Biblia dice que éste era también de buen parecer, pero en él había algo más, algo muy especial que los demás no tenían: su corazón era conforme al corazón de Dios (1 Samuel 13:14). Cuando aquel joven hizo su entrada, “entonces Yahweh dijo: Levántate y úngelo, porque éste es”. Como rey de Israel, años más tarde, David llegó a ser un instrumento poderoso en las manos del Señor.

Dios considera a cada uno de sus hijos un instrumento en potencia, sin importarle la apariencia física, raza o nacionalidad, inteligencia, educación, o posición social o económica. Lo más importante para el Señor es un corazón dispuesto a adorarle y servirle. Entonces, en sus manos, nos convertimos en un poderoso instrumento por medio del cual él puede hacer maravillas que asombren al mundo. Dispón hoy tu corazón a servir a Dios, pídele que te use para su honra y gloria, y en sus divinas manos llegarás a ser el Stradivarius que él, el Maestro de maestros, ha dispuesto que seas.

ORACIÓN:
Padre mío, te doy gracias por no tener en cuenta mi apariencia ni mis debilidades. Hoy dispongo mi corazón a servirte, y te ruego que me capacites y me uses como instrumento que glorifique tu nombre delante de los demás. En el nombre de Jesús, Amén.

¡Gracia y Paz!

Dios te Habla

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